sábado, 23 de mayo de 2015

CIUDAD REAL CÉLEBRE: EL ALCÁZAR


CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
18/05/2015
Por Eva Martínez Cabañas




En el siglo XIII el rey Alfonso X de Castilla a quien apodaban el Sabio vino a otorgar la calidad de villa a una aldea fronteriza y en guerra con los calatravos y los almohades. Así mandó amurallarla, fortificarla y la impulsó en su crecimiento.

Pues bien, como pasaba mucho tiempo en la zona por causa de esos asuntos, también mandó construir en la villa un castillo fortificado donde alojarse: el alcázar de Villa Real. Estaba situado tan cerca de la muralla, que esta incluso formaba parte de su recinto. Estaba emplazado en la zona que actualmente conocemos como Ronda de la Mata, muy cerca del único tramo de muro que conservamos.

Varios hechos históricos ocurrieron en esta fortaleza.

Desde el alcázar de Villa Real salieron los embajadores de Alfonso X hasta Francia con el objeto de pedir a Luis IX la mano de su hija para el primogénito castellano, el infante Fernando. Este último murió repentinamente en el alcázar en 1275, cuando se disponía a entrar en batalla contra los almohades. Ese mismo año se terminaron las obras de construcción de la fortaleza. Y fue allí donde el hermano del príncipe Fernando, Sancho IV el Bravo, se hizo proclamar heredero de la corona.

En el siglo XV, siendo Ciudad Real partidaria de la reina Isabel, el maestre calatravo Rodrigo Téllez Girón se apoderó de alcázar por sorpresa causando grandes daños desde esta posición. Como no podían desalojarlo, los vecinos acudieron a los Reyes Católicos exponiendo la situación. Los monarcas enviaron al conde de Cabra y a don Rodrigo de Manrique, cuyas tropas consiguieron expulsar al maestre enemigo.

En 1431, a Juan II le sorprendió un terremoto mientras dormía la siesta en este alcázar. Las crónicas de la época dan testimonio del acontecimiento de esta manera: “En martes a 24 días del mes de Abril, quanto a la hora de vísperas, hizo un terremoto que cayeron algunas almenas del Alcázar e muchas tejas, e abrióse una pared en el Monasterio de San Francisco, e cayeron dos piedras de la bóveda de la Capilla de la Iglesia de San Pedro. El rey estaba durmiendo, e como sintió el terremoto, salió a muy gran priesa al patio del Alcázar e desde al campo”.

El monarca Alfonso XI recibió allí a los embajadores del rey de Marruecos, enviados en 1344 por este último como muestra de reconocimiento tras haberle devuelto dos de sus hijas a las que el castellano había hecho prisioneras en la batalla de Tarifa.

El alcázar ciudadrealeño fue heredado por el ta-ta-ta-ta-taranieto de Alfonso X, Enrique IV de Castilla, quien en 1455 se lo entregó como dote a su mujer, Juana de Portugal. Según una Real Cédula que se conserva en el Archivo Municipal, la reina ordenó al corregidor Juan de Bobadilla la construcción de una torre, aprovechando la madera y el ladrillo de las casas que con este objeto le dio encargo de comprar y derribar. Sin embargo, el historiador local Luis Delgado Merchán afirma que: “Por el simple examen de lo que queda, no se puede ocultar que el llamado “torreón” ni lo es, ni ha sido nunca, ni es otra cosa que un trozo de muralla en donde hay una puerta que ni aún puede decirse que fuera la principal del palacio. Además de esto, si doña Juana de Portugal hubiese construido esta torre, habría puesto en ella sus armas y no las de Castilla y León, que aún puede descubrir cualquier persona que lo busque”.

Los Reyes Católicos residieron en algunas ocasiones en la fortaleza, y tras la jugarreta del maestre convinieron otorgar la fortificación a personas fieles que lo custodiasen y defendiesen, y lo donaron a Fernando de Cervera, natural de la ciudad y aposentador real. Así da testimonio del hecho una carta datada en Valladolid a 15 de agosto de 1475. Así pasó a ser propiedad particular. Aposentador era el cargo antiguo que ostentaba quien tenía como oficio dar aposento.

El arco llamado del Torreón que conservamos ha llegado a nuestros días gracias a Antonio Lara, marqués de Villamediana, que en el siglo XIX fortificó esta puerta debido a su estado ruinoso.

En cuanto a los pasadizos subterráneos y la amplia cueva con los que contaba el alcázar fueron lodados en 1950.

Lo único que conservamos hoy en día el arco apuntado de uno de sus torreones que hoy conservamos como monumento. Está restaurado y ubicado en la zona verde conocida como Torreón del Alcázar. Su único adorno es un bocel cuyo saliente bordea el arco, y algunos de sus sillares muestran las marcas con las que firmaban su trabajo los canteros del Medievo. También nos quedan los túneles subterráneos del castillo que aunque sellados, fueron descubiertos con motivo de la construcción de un parking en la zona. Las obras actualmente se encuentran paralizadas.

Señoras y señores, fortaleza es la muralla de un castillo, y también ponerte de pie cuando te has caído, dice un aforismo anónimo.

Hasta otro día.



Fuentes: Ciudad-Real.es, Ciudadreal.wordpress.com, MiCiudadReal.es
Foto: Ciudadreal.es

PLAYAS QUE BRILLAN


CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
11/05/2015
Por Eva Martínez Cabañas




Encuentro un pensamiento de William Gibson: “La marea había dejado en la playa dibujos más delicados que los de cualquier jardinero de Tokio”. Como no sé quién es William Gibson, busco en la red y descubro que es un escritor de ciencia ficción considerado el padre del cyberpunk. ¿El padre del cyberpunk afirmando cosas tan elegantes? Pues sí, y además creó el término “ciberespacio”. ¿Por qué cuento esto? Porque me derramo como el agua. Yo solo quería hablar de una playa…

En las islas Maldivas, allá en el océano Índico, existe una playa deshabitada llamada Vaadhoo, de esas que aparecen en las postales, en las fotos de las agencias de viajes o en nuestra imaginación. Pues bien, cada noche, cuando los gremlings dejan de comer, cuando los vampiros abandonan el lecho y la Luna lunera inspira a poetas y enamorados que no madrugan, entonces y solo entonces la playa comienza a brillar. Pero a brillar mucho. No solo un poco. Como en un milagro mariano, como en una película de magos, como en nuestros mejores colocones de juventud, la playa brilla como si tuviera miles de luciérnagas o microestrellas encendidas en sus aguas y arenas. Este prodigio se conoce como “Mar de estrellas” y es causado por una reacción de bioluminiscencia.

Durante el día darse un bañito en el mar es poco apetecible debido a que la marea de plancton flotante presenta un color rojizo o marrón turbio. Pero al llegar la noche el mar y la arena comienzan a brillar a causa de unos microorganismos vegetales llamados dinoflagelados y que son capaces de producir luz. La magia ocurre cuando, al ser arrastrado por el mar, este fitoplancton entra en contacto con el oxígeno, entonces resplandece como si hubiera atrapado millones de estrellas. Iluminan todo aquello con lo que entra en contacto, incluidos nuestros cuerpos, y el nombre de alguno de estos microseres es Noctiluca scintillans o Lingulondinium polyedrum. Sus destellos azules neón son tan intensos que en ocasiones iluminan a los peces que nadan alrededor.

Francamente hermoso. Precioso sin más.

La reacción química que libera cada uno de estos microorganismos se traduce en un flash intenso de luz azul que ilumina el medio donde se encuentra. Al multiplicar la reacción por billones de seres el espectáculo es manifiesto. No es una fuerza nociva, y sí una reacción más de nuestra madre naturaleza.

También puede contemplarse en otros lugares del planeta. En Puerto Rico se da en tres de las bahías de la Laguna Grande, o en las playas de Fajardo, Mosquito Bay o La Parguera. En Méjico puede contemplarse en la laguna de Manialtepec, en Oaxaca, o en la playa de Tortuguero en la ciudad de Campeche. En Australia ocurre en los lagos de Gippsland, y en Norteamérica en playas de San Diego, California.

Decía el químico Louis Pasteur que sorprendernos por algo es el primer paso de la mente hacia el descubrimiento. Así pues sorprendámonos, descubramos, desconcertémonos y disfrutemos de la vida.

Hasta otro rato.

Fuentes: ABC Viajar, Blog Secretos, enigmas y misterios, viajes.101lugaresincreibles.com
Foto: Ablturismo.com


LA GALÁCTICA LEY DE TITIUS


CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
04/05/2015
Por Eva Martínez Cabañas




Johann Elert Bode fue un alemán del siglo XVIII muy conocido por sus dos aficiones preferidas: por un lado llegó a ser un gran astrónomo. Por otro, un impostor de renombre. Y es que le encantaban las estrellas de todos y los logros de otros en el mismo pack, según nos cuenta el escritor y periodista Marcelo Dos Santos.

Fue miembro de la Academia de Ciencias de Berlín, director del observatorio de la ciudad y consiguió grandes logros propios. Elaboró la primera efemérides astronómica alemana, estudió los cúmulos nebulares y descubrió algunos nuevos publicando una obra que llamó Catálogo Completo de Cúmulos y Nebulosas Estelares jamás observadas hasta el momento. ¡Y claro que no habían sido observadas! De los 75 ejemplos del libro, 25 no existían. También descubrió el cometa C1779A1Bode, y debió tener buen sentido del humor porque a algunas constelaciones las llamó Los honores de Federico, Oficina tipográfica o Globo aerostático.

Bode publicó una Ley en su Manual de Instrucciones para el Aprendizaje de los Cielos Estrellados. En aquel tiempo se conoció como la Ley de Bode. Actualmente su nombre es Ley de Titius-Bode.

Esta ley “predice” la existencia de objetos celestes atendiendo a su distancia con el Sol.

El astrónomo que realmente la descubrió se llamó Johann Daniel Titius. También era alemán. Titius no supo divulgar su descubrimiento convenientemente y solo lo mencionó, como comentario adicional, en un libro de astronomía que estaba traduciendo y que además no tuvo demasiado éxito. La fórmula pasó inadvertida hasta que Bode la incluyó en su manual de astronomía. En vez de mencionar al autor, intentó adjudicársela llamándola Ley de Bode. Al descubrirse su intento de plagio fue obligado a reconocer la autoría de Titius, pero el siguió llamándola Ley de Bode en sus publicaciones. El asteroide Titius y el cráter Titius de la Luna, se llaman así en honor a este astrónomo.

La Ley de Titius es una sencilla fórmula empírica que calcula de manera precisa la distancia que existe desde cada planeta hasta el Sol.

         n + 4
a = ————
           10

En esta Ley, a es la distancia buscada expresada en UA (unidades astronómicas) y n es un número regido por la secuencia 0 3 6 12 24 48 96 192 384 768... donde cada número es el doble del anterior. Si sumamos 4 a cada número, 4 7 10 16 28 52 100 196 388 772... y luego lo dividimos por 10, obtendremos 0,4 0,7 1 1,6 2,8 5,2 10 19,6 38,8 77,2... ¡la distancia entre cada planeta y el Sol en unidades astronómicas!

La formulación moderna de la Ley es más precisa a = 0,4 + 0,3 k, donde k es un número de la serie de potencias, 0 1 2 4 8 16 32 64 128 256... Si lo has entendido a la primera, eres una persona lista. Si no es así, es que yo no lo soy.

Hay que recordar que en tiempo de Bode todavía no se habían descubierto Urano, Neptuno y Plutón.

En la tabla de cifras resultantes que obtenemos con la fórmula, existía un número que no encajaba. Justo entre Marte y Júpiter. Fue por esta razón que los astrónomos de la época dudaron de su efectividad. Debieron quedarse con la boca abierta al descubrirse Ceres en el Cinturón de Asteroides. ¡Se encontraba justo en el sitio que predecía la secuencia!

Al descubrirse Neptuno, los astrónomos pudieron comprobar que el nuevo planeta burlaba totalmente la Ley de Titius, por lo que la ciencia determinó que la ley era válida solo hasta Urano. Cuando años más tarde se descubrió Plutón, también consultaron la tabla y encontraron que la cifra de su distancia al Sol correspondía en realidad a la que debería haber ocupado Neptuno. Entre los que apoyan el funcionamiento de esta ley, existe una teoría que afirma que Neptuno en realidad es un planeta intruso que se salió de su órbita, y que se encuentra en un lugar que realmente no le corresponde.

Con otros parámetros numéricos, la ley de Titius es válida para los satélites de Júpiter y Urano; y también para los de Saturno pero con algunas lagunas. En la actualidad, un estudio intenta relacionar la Ley de Titius con cinco sistemas exoplanetarios, con el fin de comprobar si se cumple fuera de nuestro querido sistema solar.

Pero lo que realmente nos sorprende es que no conocemos la base teórica que sostiene la ley. Titius dio con ella jugando con números y, aparentemente, solo se trata de una coincidencia de envergadura astronómica. Los expertos dicen que la explicación podría estar en la Ley de Resonancia Orbital Gravitatoria, pero ahí no me meto…


Fuentes: Wikipedia, SEA, Más Libertad, Astromia, UA.es
Foto: Cientecblog.com