CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
11/11/2013
Por Eva Martínez Cabañas
Pasquino es el nombre que recibe una estatua ubicada en la ciudad de Roma, y su historia es curiosa, valiente y divertida.
Es muy, muy antigua, por lo que solo nos queda de ella un torso varonil. Los expertos la dataron en el siglo III a.C. y se trata de la representación de un aguerrido guerrero griego (es que me sobraban unas erres...) Y está ubicada en el chaflán de un impresionante edificio de la actual plaza de Pasquino; muy cerca de la conocida plaza Navona, en pleno centro de la ciudad.
Este hombre sin brazos ni pies pertenece a una escena escultórica de dos héroes de la mitología helena, pero existen diferentes opiniones en relación en cuanto a su identidad. Algunos expertos opinan que representa a Menelao sosteniendo el cuerpo de Patroclo moribundo; otros opinan que es Áyax sosteniendo a Aquiles, y hay un tercer grupo que afirma que representa a Hércules luchando contra los centauros. Lo cierto, cierto es que ahora es la estatua parlante Pasquino, que no es poco.
Cuentan que en el periodo comprendido entre los siglos XVI y XIX, los ciudadanos romanos no podían opinar públicamente en temas de gobierno, iglesia o aristocracia, por lo que se valieron de su ingenio para poder denunciar abusos de manera anónima. Especialmente protestaron de casi todos los pontífices católicos; y en particular criticaron el mal hacer de León X, Adriano VI, Clemente VIII y Sisto V, que aunque poderosos no debían ser muy buenos chicos...
El caso es que el pueblo romano escribía sus acusaciones y satíricas denuncias en un papel, generalmente en latín y en verso (porque eran muy cultos). Y arropados por la noche, clandestinos y anónimos (y supongo que con alguna copita y en grupo de amigos, aunque esto no se cuente) recorrían las calles vacías de la ciudad. Su objetivo: colgarlas del cuello de Pasquino o pegarlos en su ancho pedestal.
A la mañana siguiente todos podían leerlo (hasta que llegaban las autoridades y lo retiraban). Así, a través de estos versos jocosos, la sátira y la denuncia social, los romanos crearon un lugar donde poder expresarse. La mayoría de estos pasquines humorísticos tenían que ver con las escapadas nocturnas del papa o con la avaricia manifiesta del gobernador, y lograban ser el centro de atención de todos los estratos sociales.
En cuanto al Pasquino de carne y hueso también hay varias conjeturas. La primera cuenta que se trataba de un maestro de gramática latina que ejercía en la plaza donde estaba colocada la escultura. Un día un alumno descubrió que existía gran parecido entre ambos, por lo que se inició la costumbre de dejarle notas en el cuello de la estatua. Otros opinan que trataba de un barbero o sastre conocido por sus versos satíricos. Pero también hay quienes piensan que era uno de los protagonista del Decamerón (un libro del siglo XIV que contiene cien cuentos y fue escrito por Boccaccio), quien muere por envenenamiento de salvia, una hierba con multitud de beneficios para la salud, y cuya moraleja es llamar la atención sobre las cosas que en principio son buenas (como sucedía con el poder papal o el orden social impuesto).
En el siglo XVII, el papa Inocencio X subió los impuestos a los romanos para poder pagar la fuente de los Cuatro Ríos, colocada en la plaza Navona. El día de la inauguración, en la estatua de Pasquino apareció una queja: “Lo que nosotros queremos no son ni fuentes ni obeliscos. Pan es lo que queremos, pan y más pan”. (Es sorprendente lo que se parece el siglo XVII al siglo 21).
Cuentan que la Iglesia pensó en arrojar la estatua al agua para acabar así con las humillaciones, pero temiendo convertirla en mártir, al final solo acordó prohibir los escritos sobre ella, por lo que al poco tiempo las críticas aparecieron en otras escultura de la ciudad, a las que el pueblo acabó llamando estatuas parlantes.
Y desde entonces siete superhéroes de piedra formaron equipo en defensa de la justicia, la verdad y la libertad de expresión. Sus nombres son Pasquino, Madame Lucrezia, Marforio, el Babuino, el abate Luigi, el Facchino y su primo milanés el Omm de Preja. Incluso han existido ocasiones en las que las esculturas han entablado conversaciones entre ellas (¿Es un pájaro? ¿Es un avión? Nooo... Es ingenio y humor en mármol del bueno).
Madame Lucrezia es la única chica con superpoderes parlantes y se encuentra situada en la plaza de San Marco. Es un busto romano de tres metros colocado sobre un basamento de piedra, y podría representar a la diosa egipcia Isis. Recibió su nombre de superheroína del ingenio popular por llamarse así la amante de Alfonso de Aragón (rey de Nápoles en el lejano siglo XV), ya que la dama vivía en una casa contigua a la estatua.
Luego contamos con el colosal y fornido Marforio, nacido de la piedra en el siglo II. Fue hallado en el foro de Augusto y representa una figura yacente del dios Neptuno o del río Tíber. Durante largo tiempo se ubicó cerca de la iglesia de San Lucas y Santa Martina, donde vivía la familia Marfori, quien dio nombre a la estatua. El papa Inocencio X mandó colocarla en el patio del palacio del Conservatorio. Desde entonces este coloso amigo del agua decora una fuente. Cuentan que cuando Napoleón invadió Roma en el siglo XIX, sobre Marfolio apareció este cartel: “¿Es cierto, Pasquino que todos los franceses son ladrones?”. Sobre Pasquino apareció otro escrito: “Todos no, apenas bona parte de ellos”.
El siguiente superhéroe de piedra es El Babuino, con cuerpo deforme y distinto color que su cabeza. Los ciudadanos del siglo XVI pensaban que era feo como un mono, por lo que le pusieron ese apodo. Es una escultura yacente de Sileno (sátiro griego y dios menor de la embriaguez) y fue construida sobre el siglo III. Está colocada en una de las paredes de la iglesia de San Atanasio de los Griegos mientras reposa junto a una sencilla fuente.
En cuanto al abate Luigi, actualmente se encuentra en la plaza Vidoni, sobre un muro de la basílica de San Andrés. Es una escultura romana que representa posiblemente a un senador o cónsul romano y que recibió su apodo por su parecido con un abad de la cercana iglesia de San Andrés. También se la conoce como estatua viajera porque ha sido cambiada de emplazamiento en varias ocasiones. En una de esas mudanzas destrozaron su cabeza, pero le pusieron otra. Un pasquín apareció sobre él diciendo que el mismísimo abate se acusada de “haber perdido la cabeza”.
El Facchino decora una fuente pública del siglo XVI. Su nombre significa portero y se trata de una figura masculina con gorra y ropa de aguador que lleva en sus manos un barril del cual brota agua. Parece ser que está dedicada a Abbondo Rizzio, un portero renacentista que murió mientras transportaba un barril. El papa Adriano VI también quiso tirarla al río para evitar que “hablara”.
Y para finalizar, el último integrante del grupo: el sabio Omm de Preja. Traducido del dialecto milanés significa hombre de piedra, y está ubicado bajo los pórticos del Corso Vittorio Emanuele, en la ciudad italiana de Milán. Es un relieve en mármol del siglo III que representa una figura masculina con toga. Le faltan los brazos y su cabeza fue añadida en el medievo (pero va tirando). A sus pies hay una inscripción latina: Carere debet omni vitio qui in alterum dicere paratus est, que en castellano viene a decir Quien esté decidido a denunciar a otro debe estar libre de toda culpa. También ha sido soporte de numerosos panfletos contra gobernantes, especialmente en época de la dominación austriaca de la ciudad.
Y es que hubo una época en que estos siete magníficos hacían templar a poderosas instituciones. Hoy en día, como otros tantos jubilados, toman el Sol en la plaza o cuentan su historia a todo aquel que se acerca. Y aunque solo Pasquino sigue atesorando pasquines, no hay que olvidar que fueron la primera red social del mundo, que durante siglos hicieron temblar a papas, nobles y mandatarios, y que fueron la voz del pueblo, haciéndose escuchar por todos en pos de un poco de justicia y verdad.
Gracias por vuestra lucha, abuelos.
Es muy, muy antigua, por lo que solo nos queda de ella un torso varonil. Los expertos la dataron en el siglo III a.C. y se trata de la representación de un aguerrido guerrero griego (es que me sobraban unas erres...) Y está ubicada en el chaflán de un impresionante edificio de la actual plaza de Pasquino; muy cerca de la conocida plaza Navona, en pleno centro de la ciudad.
Este hombre sin brazos ni pies pertenece a una escena escultórica de dos héroes de la mitología helena, pero existen diferentes opiniones en relación en cuanto a su identidad. Algunos expertos opinan que representa a Menelao sosteniendo el cuerpo de Patroclo moribundo; otros opinan que es Áyax sosteniendo a Aquiles, y hay un tercer grupo que afirma que representa a Hércules luchando contra los centauros. Lo cierto, cierto es que ahora es la estatua parlante Pasquino, que no es poco.
Cuentan que en el periodo comprendido entre los siglos XVI y XIX, los ciudadanos romanos no podían opinar públicamente en temas de gobierno, iglesia o aristocracia, por lo que se valieron de su ingenio para poder denunciar abusos de manera anónima. Especialmente protestaron de casi todos los pontífices católicos; y en particular criticaron el mal hacer de León X, Adriano VI, Clemente VIII y Sisto V, que aunque poderosos no debían ser muy buenos chicos...
El caso es que el pueblo romano escribía sus acusaciones y satíricas denuncias en un papel, generalmente en latín y en verso (porque eran muy cultos). Y arropados por la noche, clandestinos y anónimos (y supongo que con alguna copita y en grupo de amigos, aunque esto no se cuente) recorrían las calles vacías de la ciudad. Su objetivo: colgarlas del cuello de Pasquino o pegarlos en su ancho pedestal.
A la mañana siguiente todos podían leerlo (hasta que llegaban las autoridades y lo retiraban). Así, a través de estos versos jocosos, la sátira y la denuncia social, los romanos crearon un lugar donde poder expresarse. La mayoría de estos pasquines humorísticos tenían que ver con las escapadas nocturnas del papa o con la avaricia manifiesta del gobernador, y lograban ser el centro de atención de todos los estratos sociales.
En cuanto al Pasquino de carne y hueso también hay varias conjeturas. La primera cuenta que se trataba de un maestro de gramática latina que ejercía en la plaza donde estaba colocada la escultura. Un día un alumno descubrió que existía gran parecido entre ambos, por lo que se inició la costumbre de dejarle notas en el cuello de la estatua. Otros opinan que trataba de un barbero o sastre conocido por sus versos satíricos. Pero también hay quienes piensan que era uno de los protagonista del Decamerón (un libro del siglo XIV que contiene cien cuentos y fue escrito por Boccaccio), quien muere por envenenamiento de salvia, una hierba con multitud de beneficios para la salud, y cuya moraleja es llamar la atención sobre las cosas que en principio son buenas (como sucedía con el poder papal o el orden social impuesto).
En el siglo XVII, el papa Inocencio X subió los impuestos a los romanos para poder pagar la fuente de los Cuatro Ríos, colocada en la plaza Navona. El día de la inauguración, en la estatua de Pasquino apareció una queja: “Lo que nosotros queremos no son ni fuentes ni obeliscos. Pan es lo que queremos, pan y más pan”. (Es sorprendente lo que se parece el siglo XVII al siglo 21).
Cuentan que la Iglesia pensó en arrojar la estatua al agua para acabar así con las humillaciones, pero temiendo convertirla en mártir, al final solo acordó prohibir los escritos sobre ella, por lo que al poco tiempo las críticas aparecieron en otras escultura de la ciudad, a las que el pueblo acabó llamando estatuas parlantes.
Y desde entonces siete superhéroes de piedra formaron equipo en defensa de la justicia, la verdad y la libertad de expresión. Sus nombres son Pasquino, Madame Lucrezia, Marforio, el Babuino, el abate Luigi, el Facchino y su primo milanés el Omm de Preja. Incluso han existido ocasiones en las que las esculturas han entablado conversaciones entre ellas (¿Es un pájaro? ¿Es un avión? Nooo... Es ingenio y humor en mármol del bueno).
Madame Lucrezia es la única chica con superpoderes parlantes y se encuentra situada en la plaza de San Marco. Es un busto romano de tres metros colocado sobre un basamento de piedra, y podría representar a la diosa egipcia Isis. Recibió su nombre de superheroína del ingenio popular por llamarse así la amante de Alfonso de Aragón (rey de Nápoles en el lejano siglo XV), ya que la dama vivía en una casa contigua a la estatua.
Luego contamos con el colosal y fornido Marforio, nacido de la piedra en el siglo II. Fue hallado en el foro de Augusto y representa una figura yacente del dios Neptuno o del río Tíber. Durante largo tiempo se ubicó cerca de la iglesia de San Lucas y Santa Martina, donde vivía la familia Marfori, quien dio nombre a la estatua. El papa Inocencio X mandó colocarla en el patio del palacio del Conservatorio. Desde entonces este coloso amigo del agua decora una fuente. Cuentan que cuando Napoleón invadió Roma en el siglo XIX, sobre Marfolio apareció este cartel: “¿Es cierto, Pasquino que todos los franceses son ladrones?”. Sobre Pasquino apareció otro escrito: “Todos no, apenas bona parte de ellos”.
El siguiente superhéroe de piedra es El Babuino, con cuerpo deforme y distinto color que su cabeza. Los ciudadanos del siglo XVI pensaban que era feo como un mono, por lo que le pusieron ese apodo. Es una escultura yacente de Sileno (sátiro griego y dios menor de la embriaguez) y fue construida sobre el siglo III. Está colocada en una de las paredes de la iglesia de San Atanasio de los Griegos mientras reposa junto a una sencilla fuente.
En cuanto al abate Luigi, actualmente se encuentra en la plaza Vidoni, sobre un muro de la basílica de San Andrés. Es una escultura romana que representa posiblemente a un senador o cónsul romano y que recibió su apodo por su parecido con un abad de la cercana iglesia de San Andrés. También se la conoce como estatua viajera porque ha sido cambiada de emplazamiento en varias ocasiones. En una de esas mudanzas destrozaron su cabeza, pero le pusieron otra. Un pasquín apareció sobre él diciendo que el mismísimo abate se acusada de “haber perdido la cabeza”.
El Facchino decora una fuente pública del siglo XVI. Su nombre significa portero y se trata de una figura masculina con gorra y ropa de aguador que lleva en sus manos un barril del cual brota agua. Parece ser que está dedicada a Abbondo Rizzio, un portero renacentista que murió mientras transportaba un barril. El papa Adriano VI también quiso tirarla al río para evitar que “hablara”.
Y para finalizar, el último integrante del grupo: el sabio Omm de Preja. Traducido del dialecto milanés significa hombre de piedra, y está ubicado bajo los pórticos del Corso Vittorio Emanuele, en la ciudad italiana de Milán. Es un relieve en mármol del siglo III que representa una figura masculina con toga. Le faltan los brazos y su cabeza fue añadida en el medievo (pero va tirando). A sus pies hay una inscripción latina: Carere debet omni vitio qui in alterum dicere paratus est, que en castellano viene a decir Quien esté decidido a denunciar a otro debe estar libre de toda culpa. También ha sido soporte de numerosos panfletos contra gobernantes, especialmente en época de la dominación austriaca de la ciudad.
Y es que hubo una época en que estos siete magníficos hacían templar a poderosas instituciones. Hoy en día, como otros tantos jubilados, toman el Sol en la plaza o cuentan su historia a todo aquel que se acerca. Y aunque solo Pasquino sigue atesorando pasquines, no hay que olvidar que fueron la primera red social del mundo, que durante siglos hicieron temblar a papas, nobles y mandatarios, y que fueron la voz del pueblo, haciéndose escuchar por todos en pos de un poco de justicia y verdad.
Gracias por vuestra lucha, abuelos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario