PENSAMIENTOS Y PAMPLINAS
Las Olimpiadas de mi infancia han cambiado su nombre (como el artista anteriormente conocido como Prince) porque las cosas transmutan; las palabras se vuelven antiguas, se arrugan, se llenan de emociones y hay que cambiarlas por otras nuevecitas y radiantes. También se escriben de otra manera: JJ.OO. siempre con el propósito de teclear menos y más deprisa. Siempre acorde con los tiempos que vivimos.
También me gusta su bandera, porque a mí me encantan las banderas aunque esté mal decirlo, con esos aritos de colores que nadie sabe colocar correctamente ¿Cuál va primero? ¿El azul… el rojo? representando los cinco rincones del mundo, los de aquí… los de allí…
El relevo de la antorcha me parece una de las cosas más entrañables. Esa carrera teniendo como enemigo al viento traidor y evocando una tradición de miles de años... Me recuerda un poco a Nochevieja. Todos a una con sus uvas y con la responsabilidad enorme de hacer bien las cosas. ¿Cuántas veces se habrá apagado la antorcha? Normal. Se enciende de nuevo y a correr, que nos esperan con ilusión en la siguiente esquina.
Este año he disfrutado mucho con “el paseíllo” de los atletas. Perdón por el término taurino, pero es que lo más bello del mundo del toro es su lenguaje. Me encanta cuando desfilan las distintas delegaciones con esos trajes multicolores. Reconozco que me llevé las manos a la cabeza cuando descubrí el diseño que luciría el equipo español ¡Dios santo! Pero luego, dentro del colorido batiburrillo del espectáculo, me pareció que encajaba como una humorística pieza de puzle. Además llevábamos a Pau de abanderado… Qué guapísimo. Gracias a él nadie se fijó en los trajes. Los chicos del equipo poco cómodos, con chaqueta y sombrero. Las chicas con cara de madre mía qué pinta llevo disfrazada de azafata folkclórica. Todos arrebolados como la bandera, disfrutando del momento y desfilando lo más lento que les dejaron los avasalladores tambores… Y yo, en mi casa muerta de risa.
Me encanta poner la televisión y encontrarme los Juegos. Sobre todo me gusta la gimnasia rítmica y la artística. ¿Por qué llevarán las chinas tantas horquillas? Las rusas, sin embargo, con la pulcra coleta llena de purpurina a juego con sus transparentes ojos. Todos concentrados, haciendo piruetas imposibles. A mí me parece que cada año son más jóvenes. Me concentro y apuesto por quien me parece más conveniente. La sala en silencio. La gente en las gradas expectante, los participantes aguantando el tipo y repitiendo un ejercicio que deben haber practicado hasta en sueños; los árbitros inquebrantables, los marcadores haciéndose esperar, y los voluntarios… serios, con cara de tranquilos, sabemos lo que hay que hacer. A mí me gustaría ser voluntaria. En realidad me gustaría más ser gimnasta, aunque tuviera que llevar un chandal de Star Trek o de los Caballeros del Zodiaco, pero nunca he tenido espíritu competitivo y no me gustan las tareas demasiado repetitivas. En el reparto debí llegar la última, je, je… pero reconozco que me gusta el trabajo en equipo y el espíritu de los juegos.
De la mitad de los deportes desconozco las reglas. Para mí es un misterio cuándo puntúa un judoka. Uno encima del otro sobre el suelo y el marcador esperando algo que a mí se me escapa. Eso sí, siempre arreglándose el kimono después de cada abrazo. También me gusta la natación. Los nadadores siempre me recuerdan a las estatuas renacentistas de medidas perfectas, pero con gorrito, gafitas y pinza en la nariz. Las nadadoras me parecen mujeres capaces de cualquier cosa, hasta de parir sin dolor. No me hubiese importado tener una espalda tan impresionante…
No obstante, lo que más me gusta de los Juegos Olímpicos es la unión que se respira en el ambiente, la organización para hacer algo todos juntos, el punto en común para pasar el rato, el ahora me toca a mí, ahora te toca a ti, el ejercicio de sincronicidad mundial, el esfuerzo que han hecho los organizadores por equilibrar lo femenino, el compañerismo, las anécdotas, el recorrer medio mundo para colgarse la gloria al cuello, el echarle ganas a la vida, el demostrarle a todos lo que uno ha estado haciendo los últimos cuatro años, el tener a tu país expectante, y el amor por el deporte en cualquiera de sus disciplinas.
Reconozco que me encantan los Juegos...
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