CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
29/07/2013
El único pez invisible brasileño que vive
por Eva Martínez Cabañas
Hace más o menos un siglo había un restaurante norteamericano que no conseguía atraer demasiados clientes. A lo mejor la comida no era muy buena, pero en vez de llamar al Alberto Chicote de la época o buscar nuevos cocineros, su dueño decidió contratar un publicista…
Dicho caballero colocó en el escaparate del local un recipiente con agua y un cartel que decía “El único pez invisible brasileño que vive”. Al poco tiempo una multitud de personas intentaba contemplar tan raro espécimen a través del vidrio del escaparate. Como algunos decían detectar los movimientos que provocaba el pez, el caballero publicista decidió añadir un ventilador eléctrico que, de vez en cuando, creaba ondas en la superficie del agua. Y es que, como en el cuento El traje nuevo del emperador, todos veían lo imposible… El restaurante se hizo muy popular por un tiempo, pero el truco acabó aburriendo a la gente. Aun así, se repitió en circos, mercadillos y otros establecimientos.
Hablando de peces…
En Kesennuma, Japón, hay un acuario llamado Kori no Suizokukan, o Acuario Helado, que exhibe peces congelados Y digo yo… ¿para qué? ¡Si lo más bonito de los peces es verlos nadar y vivir! El caso es que en el recinto hace mucho frío y te ponen un traje especial en la entrada para que no te quedes como los peces… Luego puedes contemplar unos 450 ejemplares de 80 especies distintas aprisionados en bloques de hielo, e iluminados con luz azul para que dé más miedo, si cabe. Por lo visto se cargan a los peces con simple nitrógeno líquido, para retrasar así el proceso de descomposición, pero en la publicidad lo denominan sofisticada tecnología Flash de congelación para preservar el pescado fresco. ¡Cada vez que voy a la pescadería me acuerdo del dichoso acuario…!
En fin, volviendo al tema de “El único pez invisible brasileño que vive” diré que el publicista se llamaba Harry Potter… digo Reichenbach, y también fue promotor y agente de prensa.
Ayudó a un empresario de espectáculos de vodevil con otra de sus estratagemas. Colocó un anuncio en el que decía que pagaría 1.000 dólares al cómico de Nueva York que fuese capaz de hacer sonreír a una mujer llamada Sober Sue, que en realidad se llamaba Susan Nelly y estaba afectada por una parálisis facial conocida como síndrome de Möbius que inmoviliza los músculos de la mandíbula. Así, el empresario consiguió contratar a los mejores cómicos por poco dinero y llenar el local de público. Un juez de la Corte Suprema de Nueva York dictó una orden prohibiendo la actuación.
El caballero también se encargó de publicitar el retorno de Tarzán. Para ello contrató a un actor que se registró en el hotel Bellclaire con el nombre de Thomas R. Zann (muy ingenioso con las iniciales). Después izaron por la fachada del hotel una enorme caja hasta introducirla por la ventana de su habitación. Ordenó que le trajeran quince libras de carne cruda, y cuando el cocinero y el detective del hotel llegaron, les hizo creer que era para un león.
Como la policía y la prensa hicieron acto de presencia, el supuesto señor Zann declaró con elegancia que era un gran seguidor de Tarzán.
También animó a Rodolfo Valentino a descuidar su afeitado con el fin de conseguir la atención del público. Cuando todo el mundo lo tachó de guarro, le indicó que volviera a afeitarse.
Y contrató a una mujer para comportarse de manera extraña en la sala del cine. Así quería publicitar una película sobre hipnotismo. Por lo visto consiguió que varios psicólogos creyeran en posibles efectos de la hipnosis a través del cine... También organizó falsos secuestros de actrices que aparecían en sus películas y, para promocionar la carrera de un actor, paseó con él mientras dejaba caer dinero de su bolsillo. Como la gente los seguía, afirmó que el actor era muy popular y que merecía un contrato con la Metro Pictures.
El truco del pez invisible es gracioso, pero es que ya estamos hartos de que nos engañen… ¿Tan tontos somos? ¿por qué nos fiamos siempre de lo que nos dicen los demás? El otro día me preguntaba mi sobrina por qué quito el sonido de la tele cuando empiezan los anuncios. ¡Pues porque me aburro! Enormemente… absolutamente… hasta el hastío…
Estoy harta de que me griten las maravillosas propiedades de ciertos productos con movimientos felinos. Si queréis venderme cereales, no necesito una preciosa caja de cartón ni la promesa de un cuerpo más flaco. Si me ofrecéis galletas, no quiero dibujos ni grandes letras prometiendo que son las más guays. Solo quiero alimentos buenos y sanos, que no contengan aditivos peligrosos, ni sean transgénicos, ni contengan felicidad envasada, que esa ya la pongo yo a ratos… ¿Me ofrecéis plena satisfacción?, ¿alguien a quien parecerme?, ¿aceptación social?, ¿belleza de lata? ¡No tenéis ni idea de lo que quiero…! Entretenedme, por favor, pero no me engañéis más…
Para mí la publicidad perfecta es aquella que muestra el producto sin triquiñuelas, adornos ni humos. Si me ajustan el precio de lo que necesito o deseo y me ofrecen calidad ¿para qué más? ¡Seguro que compro!
Ahora debería halagar a los buenos publicistas, que los hay, pero es que no me apetece nada. Hoy solo quiero quejarme… Por cierto, viendo publicidad ¡es sorprendente descubrir la cantidad de cosas que necesitamos las mujeres!
Pero esa es otra historia…
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