CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
28/04/2014
Por Eva Martínez Cabañas
Con
vuestro permiso me gustaría rendir homenaje al escritor español Ramón Gómez de la Serna , quien tuvo el bello deseo
de que a su muerte lo llorasen todas las cariátides de la ciudad de Buenos
Aires. Así pues, qué estas pétreas damas rían sus greguerías y lloren su
pérdida.
Para
ello me gustaría contar dos cuentos, antiguos como la vida misma y que nos enseñan
cómo fue que un gigante y unas griegas acabaron sujetando construcciones
arquitectónicas por los siglos de los siglos (amen... que no amén).
Pues
bien, cuenta una historia que cinco siglo antes de la llegada de Cristo, y en tiempos
de las Guerras Médicas, la ciudad griega de Caria se alió con sus enemigos los
persas. Cuando los griegos vencieron, se vengaron de los traidores matando a todos
los hombres de la ciudad y esclavizando a las mujeres, condenándolas a llevar
las cargas más pesadas. A partir de entonces, en algunos templos griegos se
esculpieron columnas con forma de mujer.
En
arquitectura, se conoce a la cariátide como una figura femenina esculpida en
piedra que cumple la función de columna o pilastra en un edificio y con un
entablamento que descansa sobre su cabeza. En el mundo del arte pertenecen al
orden jónico, y el ejemplo más antiguo lo constituyen las seis figuras
femeninas que encontramos en la tribuna del Erecteion, uno de los templos de la
acrópolis ateniense construido en honor a los dioses Atenea, Poseidón y al rey
Erecteo.
Jean
Gouion, arquitecto y escultor del rey francés Enrique II, las talló en el siglo
XVI en la plataforma de los músicos de la sala de los guardias suizos, en el
palacio del Louvre.
Durante
el Renacimiento y el Barroco, estas columnas antropomorfas se incorporan de
nuevo a la arquitectura, y en el siglo XIX llegan a convertirse en una representación
femenina lujuriosa, a la que se añade poses sugerentes y ropas drapeadas
ajustadas al cuerpo.
Alrededor
de 1870, el filántropo británico Richard Wallace mandó construir una serie de fuentes
públicas con el objetivo de abastecer de agua potable a la población parisina.
En aquel momento la ciudad salía de la guerra franco-prusiana y las clases
sociales más humildes no podían hacer frente al excesivo precio del agua.
Wallace solventó con sus fuentes un grave problema de salud pública y social, ya
que la población descuidó su higiene y sustituyó su consumo por el de vino, que
era mucho más barato. Además, distribuyó alimentos, financió un hospital y construyó
sus fuentes públicas con estilo y elegancia atendiendo a los siguientes
criterios: debían tener unas dimensiones suficientes para ser vistas desde
lejos sin romper la armonía del paisaje urbano, combinar utilidad y estética,
ser resistentes, de fácil mantenimiento y tener un precio razonable para poder
instalar el mayor número posible. El escultor francés Charles-Auguste Lebourg
fue quien llevó a cabo el diseño artístico, y colocó cuatro hermosas cariátides
en el modelo de mayores dimensiones, las cuales sujetan con sus manos y cabezas
una cúpula adornada con delfines. Estas mujeres-columnas representan la bondad,
la simplicidad, la caridad y la sobriedad; así como las cuatro estaciones del
año. Con el paso del tiempo el modelo de fuentes Wallace se hizo presente en
diversos países del mundo.
Pero
los edificios antiguos necesitaban galanes masculinos y hallaron su modelo en
otra vieja historia. Los hombretones de piedra que adornan las construcciones
antiguas se conocen por el nombre de atlantes o telamones.
La
mitología griega nos habla de una isla llamada Atlántida, donde doce poderosos gigantes
llamados titanes gobernaron. En esta historia, el titán Atlas, o Atlante, fue
hecho prisionero por el dios Zeus por atentar contra los dioses y fue obligado a
sujetar las columnas que sostenían toda la bóveda celeste. Atlas llevó a cabo su
tarea en el rincón más occidental que los griegos conocían en aquel momento:
Marruecos.
Seguimos
con el cuento. Como existen varias versiones en esta historia, os contaré la
más sencilla: El héroe Heracles, también conocido como Hércules, visitó a Atlas
cuando intentaba realizar uno de sus doce trabajos. Atlas le propuso que él
mismo lucharía contra el dragón al que debía enfrentarse Heracles a cambio de
que él le sujetase el firmamento. Ambos hicieron el trato. A su regreso, el
titán le propuso terminar “su trabajo” si él sujetaba el firmamento, pero para
entonces el héroe ya conocía lo dura que resultaba su tarea, así que fingió
estar de acuerdo, y le pidió a Atlas que sujetase las columnas solo un momento
mientras él se colocaba la capa sobre sus doloridos hombros. Heracles huyó
provocando el lamento del titán... También el héroe Perseo pasó por allí y
pidió hospedaje a Atlas, quien se negó a recibirlo al recordar un nefasto
oráculo. Perseo se enfadó y utilizó la cabeza de la gorgona Medusa para
transformarlo en la cadena montañosa del Atlas, situada en la africana Marruecos.
Entonces,
los arquitectos, pensaron que si Atlas era capaz de sujetar toda la cúpula
celeste, también podría con el peso de sus edificios, por lo que lo incluyeron
en sus obras con función de columna, sirviendo de apoyo al arquitrabe del entablamiento,
que dirían ellos.
Desde
mediados del siglo XVI también es frecuente encontrar al titán Atlas en los
mapas cartográficos. El origen de esta costumbre se atribuye al geógrafo
Gerardo Mercator, quien utilizó por primera vez el nombre de atlas para
describir un libro de mapas que se publicó tras su muerte. Sin embargo, lo que
realmente pretendía Mercator era rendir homenaje a un rey libio (cosas de la
historia). De esta forma Atlas se convirtió en un icono de fuerza y resistencia,
al que se suele representar agachado, con una rodilla en el suelo y sujetando con
sus manos un enorme globo terráqueo. Esta nueva versión no se corresponde con
la antigua concepción griega, donde Atlas sujetaba las columnas del cielo sobre
sus hombros y espalda (más cosas de la historia). La costumbre de representar a
Atlas con La Tierra
sobre el cuello, hizo que también se diese su nombre a la primera vértebra del
cuello humano.
Cuando
contemplo estas estatuas humanas que sostienen desde antiguo los edificios más
bellos, me gusta dotarlas de vida y sentimientos. Las imagino observando el ir
y venir de los humanos desde su privilegiada situación, con sus ojos de piedra,
preguntándose cuándo les llegará el perdón y el cierre de cuentas.
Y
se me viene a la memoria aquel grupo de muchachos ingleses que se llevaron
todos los enanos de los jardines del vecindario para liberarlos en un claro del
bosque. Lamentablemente la policía descubrió las piezas cerámicas y las regresó
a sus dueños. ¡Ahhh, qué frívolo e injusto!
Sin
embargo, cualquier día los titanes despertarán de su sueño, las habitantes de
Caria reclamarán su libertad y los enanitos de cerámica correrán por los
bosques arrastrando sus barbas. ¡Tened corazón!, ¡salvemos las causas perdidas!
Que como decía nuestro homenajeado escritor Ramón Gómez de la Serna , “En el río pasan
ahogados todos los espejos del pasado”.
Fuentes:
Blog Ocio Lógico, Arquitectura del Paisaje, Wikipedia, Mitos y Leyendas y ARQ.
Hay que cargarse a los partidos políticos nefastos, y formar un gobierno cariátride bicéfalo, insumo, consumo, que sostenga al estado. Elegido por gremios. Los gremios de los productores. y los gremios de los consumidores. Y una apéndice comunista tipo kibutz para los que, no son capaces de adaptarse a la vida liberal, que trabajen bajo control. Nadie debe quedarse sin trabajar, pues nadie debe qeu darse sin atención pública
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