domingo, 14 de septiembre de 2014

BRÚJULA DE CRISTAL VIKINGA


CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
08/09/2014
Por Eva Martínez Cabañas






Si pensamos en vikingos nos viene a la cabeza la imagen de unos hombres rudos y barbudos, con cuernos en la cabeza, cubiertos de pieles y navegando hacia el horizonte en busca de tesoros ajenos. Estos nórdicos antiguos fueron originarios de Escandinavia y todavía hoy no dejan de sorprendernos.

Carecían de unidad política, saqueaban barcos, monasterios y poblaciones, y eran muy violentos e imprevisibles. Se convirtieron en los mejores exploradores y navegantes de la Alta Edad Media, y fueron pioneros navegando en mar abierto.

Tenían la bonita costumbre de escribir con runas, unos símbolos originados en la Edad del Bronce cuyo significado es muy complicado de descifrar para las civilizaciones modernas. Conservamos de ellos algunos restos de poesía escáldica, y sabemos que su lengua y cultura eran germánicas. Los primeros monjes cristianos asociaban a los vikingos con Gómer, nieto de Noé.

El inicio de sus ataques e incursiones en Europa se ha registrado con el saqueo al monasterio inglés de Lindisfarne en el siglo VIII. Era en estas construcciones donde encontraban alimentos, valiosos recursos, techo donde cobijarse y monjes de carácter pacífico. Los primeros vikingos eran paganos y adoraban a dioses que representaban las fuerzas de la naturaleza, pero con el paso del tiempo, fueron convirtiéndose al cristianismo hasta que su era tocó fin en el siglo XI.

En España, llegaron a Galicia y Asturias. Siguieron la costa atlántica hasta Lisboa, tomaron Cádiz, y navegando por el Guadalquivir saquearon Sevilla durante siete días. Fueron las tropas de Abderramán II quienes los echaron de la ciudad hispalense.

El mar era su principal medio de relacionarse, y su emblema el cuervo, tal y como se refleja en el maravilloso tapiz de Bayeux. Maniobraban con facilidad sus barcos, aprovechaban las corrientes oceánicas, y sabían interpretar los cambios de temperatura del agua, la forma de las nubes, la migración de cetáceos y el vuelo de los pájaros.

Sus barcos eran de dos tipos. Los drakkars o dragones eran largos, estrechos, de fácil navegación y muy útiles en el desembarco y transporte. Los snekars o serpientes eran veleros de casco corto y amplio, lentos al navegar pero con gran capacidad. Decoraban el casco de sus embarcaciones con escudos, y las velas con colores y diseños llamativos que pretendían aterrorizar sus enemigos. El cronista bizantino Procopio de Cesarea escribió en el siglo VI sobre los vikingos: “En navegación no conocen estos bárbaros el uso de la vela, pues solo utilizan los remos”. Sin embargo, influenciados pon los frisios empezaron a utilizarlas en el siglo VII.

El escritor árabe del siglo X, Ibn Fadlan, describió el sepelio de un jefe vikingo en el sur de Rusia que fue enterrado junto a su barco, ajuar, animales sacrificados e incluso una esclava que se ofreció a acompañar a su señor. En Noruega y Dinamarca existen túmulos funerarios que atestiguan estos enterramientos con naves.

Los vikingos más célebres fueron Erik el Rojo, por colonizar Groenlandia, y su hijo Leif Erikson, quien fue el primero en llegar a América a través de la ruta del Oeste, mucho antes que Cristóbal Colón.

Estos temibles guerreros navegaban en los oscuros mares boreales en los que el Sol permanecía oculto durante días a causa de densos bancos de niebla, pero disponían de un secreto para orientarse: la llamada Piedra de Sol. Se trataba de un sencillo instrumento de navegación que impedía que se perdieran en la neblina.

Estaba fabricada en cordierita, un cristal mineral de calcita con propiedades ópticas sorprendentes, ya que al colocarla en ángulo recto hacia el plano de luz polarizada del Sol (que atraviesa las nubes y que no se aprecia a simple vista), cambia de color. Así lograban localizar la posición exacta del astro solar y mantener el rumbo. Probablemente los vikingos la encontraron en las minas de Noruega y Groenlandia, y las utilizaron junto a relojes solares en sus legendarios viajes.

La cordierita fue descubierta en 1813 por el geólogo francés Louis Cordier, y en la actualidad los catalizadores de los vehículos que reducen los gases nocivos, se fabrican con una cerámica que cuenta con gran proporción de cordierita sintética. 

La iolita es la variedad transparente de la cordierita, y se utiliza en joyería como piedra semipreciosa. La palabra proviene del término griego ios, que significa violeta, y su nombre antiguo es dichroite, que significa “piedra de dos colores”. Por lo general es de un hermoso color azul púrpura, y es un sustituto de bajo costo del zafiro. Se encuentra en abundancia en Australia, Brasil, Birmania, Canadá, India, Madagascar, Namibia, Sri Lanka, Tanzania y Estados Unidos.

La cordierita e iolita poseen una característica denominada pleocroísmo, que es la facultad que presentan algunos minerales de absorber las radiaciones luminosas, presentando coloraciones diferentes dependiendo de como se orienten a la luz. Este mineral también se conoce como zafiro de agua o brújula vikinga”.

En 1948 un equipo de investigadores húngaros encontró una brújula de cristal muy antigua. Los historiadores no dudaron en atribuir su origen a los navegantes vikingos.

La conocida revista científica Proceedings of the Royal Society A: Mathematical, Physical & Engineering Sciences ha publicado un artículo donde nos explica que el mineral podía utilizarse incluso cuando el astro había pasado la línea del horizonte, ya que la calcita de sus cristales reflejaba la luz ultravioleta. Como en Escandinavia en pocas ocasiones oscurece completamente, la brújula también podía ser usada de noche.


Fuentes: Muy Interesante, Taringa! Inteligencia Colectiva, Vulcano.wordpresss.com, eHow en español, Wikipedia,  Arquehistoria.com, La brújula de la historia.


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