CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
29/12/2014
Por Eva Martínez Cabañas
Me
gustaría recordar una historia que tiene que ver con la pobreza, el romance, y
la poderosa fuerza de las imágenes.
Pero
desde el principio...
La
Deleitosa
es el bonito nombre que luce un pequeño pueblo cacereño, cercano a Trujillo y a
Navalmoral de la Mata. El
municipio está localizado en la extremeña falda de las Sierras de Las
Villuercas y cuenta con una población que no supera los mil habitantes.
Su
nombre se atribuye a razones “sancionadoras”, aunque no se acaba de tener claro
si por una antigua prisión llamada Prisión Delitosa, o si proviene de la
palabra deleite por un convento que fundó San Pedro de Alcántara, al cual iban
a expiar sus culpas los monjes que habían cometido pecado carnal.
Lo
que sí sabemos es que su origen está datado en el año 1000 a raíz de un
asentamiento cristiano. Durante la guerra de la independencia del siglo XIX, se
estableció allí un campamento para defender la comarca del ataque francés; y en
su cementerio está enterrado un general carlista del siglo XIX que murió a
causa de sus heridas en combate. Estos sucesos, junto con las viejas leyendas,
dan colorido a la historia de La
Deleitosa.
Pero
la historia que hoy nos acompaña sucedió hace algo más de sesenta años. A
mediados del siglo XX, Estados Unidos ya veía venir los cambios generados por
la política de aislamiento económico al régimen de Franco. En 1953 España
permitió la instalación de bases militares a cambio de ayuda económica. Años
antes, las autoridades franquistas habían considerado que un reportaje sobre la
carencia de alimentos era perfecto para conseguir el apoyo estadounidense.
En
1950, el fotógrafo William Eugene Smith publicó en la prestigiosa revista norteamericana
Life su reportaje fotográfico titulado Spanish Village (Pueblo español), con
las fotos que había tomado de las calles y gente de La Deleitosa. El artículo tenía
como objetivo mostrar la precariedad y miseria en la que vivía una sociedad
sumida en la dictadura.
Smith nació en 1918 en Wichita, Estados Unidos. Con dieciocho años escribió una carta
a su madre en la que le decía: “Mi aspiración es captar la acción de la vida,
la vida del mundo, su humor, sus tragedias; en otras palabras, la vida tal y
como es. Una imagen verdadera, real, sin poses”. “Yo no hago fotos por el
simple placer de hacerlo, sino que, como muchos de los antiguos maestros de la
pintura, quiero que simbolicen algo”.
El
fotógrafo eligió La
Deleitosa para cubrir su reportaje, así que llegó al pueblo
escoltado por la Guardia
Civil, que interrogaba a todo aquel que se acercaba a hablar
con el extranjero. En la aldea lo llamaron El americano.
Con
la honestidad del blanco y negro, sus fotografías nos muestran personas con miedo
en los ojos, rostros de cuero, niños descalzos, flacas mujeres que cargan agua
de la fuente, burros y asnos como único medio de carga, miseria, la religión, la
guardia civil, tristeza y carencia de todo.
En
La Deleitosa,
El americano trabó amistad con dos de las familias más humildes de la aldea:
los Larra y los Curiel-Montero, quienes fueron los protagonistas de la mayoría
de sus fotografías. Ambas familias vivían de las cabras que pastoreaban. Los
Larra convivían casi puerta con puerta con los delatores de sus tres familiares
asesinados durante la guerra civil, y habían sido acusados de ser simpatizantes
del bando republicano.
Uno
de los niños Curiel contaba años después en un programa de TVE cómo le tomaron
una fotografía recogiendo boñigas en la calle; y cómo antes quisieron ponerle
unos zapatos, ya que no resultaba correcto que saliera descalzo. La
intervención del fotógrafo evitó que calzasen al niño. Poco después, a los
Curiel les aparecieron muertas todas las cabras, y tuvieron que abandonar el
pueblo para poder ganarse la vida. El hombre manifestó en el programa que seguramente
fue la guardia civil quien mató a los animales.
Cincuenta
y siete años después, Lorenza Nieto Curiel (la niña que aparece en una de las
fotos vestida de blanco para hacer la primera comunión) también nos cuenta lo
que ocurrió el día que le tomaron la fotografía. Había recibido la eucaristía
en La Deleitosa
un mes antes, junto a una treintena de niños del pueblo. Smith convenció a la
madre, Alfonsa, para volver a vestir a la niña de blanco. La madre al principio
se mostró reacia porque quería cortar el vestido para reutilizarlo en verano.
Lorenza cuenta que no tuvo regalos, pero que todos los niños desayunaron
chocolate caliente y galletas en el colegio, lo cual era todo un lujo. Y
añadió: “El resto del año solo teníamos migas porque había que desayunar fuerte
para pasar el día en el campo”.
Un
año después de la visita de Smith a La Deleitosa, la revista Life mostraba el artículo a
la sociedad norteamericana, que se conmovió con la situación en la que se
encontraba España. Se vendieron diez millones de ejemplares. Sin embargo, Life generalizaba
la situación sin considerar que podía tratarse solo de una de las caras de una
sociedad compleja.
Una
de aquellas imágenes impactó de manera especial: a doble página, apareció la foto titulada El velatorio, donde las seis
mujeres de la familia Larra velaban el cuerpo del abuelo Juan. El difunto nos
nuestra su único traje, unos rasgos afilados y las manos cruzadas sobre el
cuerpo según la costumbre. Las mujeres enlutadas, cubren sus cabellos con pañuelos
anudados, mientras estrujan en el puño otro que recoge sus lágrimas. Son
mujeres enjutas, tristes y unidas en la desgracia, que aceptan la vida con
resignación y dolor. En medio de todas, la más joven: Josefa. Su rostro es el
único que pone luz a la escena. Su cara serena mira al abuelo mientras la mano
de su abuela se apoya en ella. Es un rostro que enamora y que se eleva por
encima de la tristeza y la pobreza extrema.
Al
otro lado del mundo, un joven californiano llamado Charles H. Calusdian se encontró
con la templada imagen de aquel rostro. Le conmovió tanto, que decidió que
tenía que salvarla del desastre y la pobreza. Como se sintió enamorado, escribió
al alcalde de La Deleitosa
explicándole la situación, comenzando así una relación epistolar con la joven
de la foto.
Josefa
Larra era la hija mayor de cuatro hermanos, y comenzó a recibir cartas escritas
en inglés de un desconocido que se ofrecía a llevarla a Estados Unidos.
Podemos
imaginar con facilidad el revuelo que esto originó en el pueblo. Por su
procedencia, a Charles Calusdian también lo apodaron El americano. Sus cartas
incluían fotos. En ellas mostraba su aspecto de galán de cine, ya que era atractivo,
rico y conducía un coche de lujo. La correspondencia con Josefa duró varios
años, y cada carta recibida era un gran acontecimiento social en el pueblo, ya
que muchos creían que Calusdian vendría a buscar a la muchacha en su flamante
coche para convertirla en una artista o cubrirla de joyas y pieles.
La
familia Larra vio en aquello una oportunidad para que una de sus hijas tuviese
una vida mejor. Pero Josefa no pensaba así, ya que en el pueblo tenía un novio
llamado Saquín con el que quería casarse. De pronto se veía envuelta en un escandaloso
asunto que se prestaba a cotilleos, burlas y juicios. En aquella época la “decencia”
en las mujeres era utilizada como arma, y el sueño americano levantaba envidias
y celos. Pero su familia no estaba dispuesta a desaprovechar la ocasión. Su
madre incluso llegó a prohibirle que viese a su novio. Al final, Saquín dejó a
Josefa debido a los celos que sentía por el americano, y la joven acabó
emigrando a la lejana Cataluña. En Barcelona se ganó la vida como camarera de
un hotel.
Con
el paso del tiempo, el romántico deseo de Charles Calusdian se fue enfriando. Josefa
ya no escribía desde La
Deleitosa, el desamparado entorno que la convertía en la
princesa prisionera del cuento, por lo que dejó de escribir a una muchacha que
solo era un sueño en el papel de una revista.
¿Y
qué pasó con los protagonistas de esta historia?
El
fotógrafo Eugene Smith falleció en Tucson, Arizona (Estados Unidos) en 1978.
Actualmente
Josefa Larra y Charles Calusdian son dos ancianos. Cuando los medios
preguntaron a Josefa por qué no se había marchado con El americano, esta contestó:
“¡Ay, chica! ¿Pero qué iba a hacer yo en California? Vive con sus hermanos en
Sant Feliú de Guixols, Gerona, y nunca se casó. Todavía conserva las cartas,
postales y fotografías que El americano le enviaba durante su juventud.
Calusdian
lucha contra el alzheimer en Fresno, California, y sus familiares no saben nada
de esta historia.
El
joven Saquín se marchó a trabajar a Alemania.
Y
los Curiel-Montero emigraron a Ingrés, Francia, ya que se necesitaba mano de
obra en las fábricas. Hoy en día continúan allí y en Isla Reunión, Francia.
Me
hubiera gustado mucho ofreceros otro final, pero así son las cosas... La vida
real es tan generosa, que otorga los bellos finales a los cuentos, alejándolos
así de decepciones y penas. Sin embargo, siempre nos quedará la imaginación
para hilar una romántica historia de amor entre Josefa y Charles, o entre
Josefa y Saquín... a elegir.
La
Sociedad Americana
de Fotógrafos Media descubrió hace poco una entrevista realizada por Phillippe
Halsmann al fotógrafo Eugene Smith. Se había llevado a cabo en Nueva York
alrededor del año 1956. Este pequeño fragmento de la conversación resume muy
bien cómo fue su trabajo en La
Deleitosa:
“P:
Recuerdo una de tus fotografías en particular, en un velatorio en España. La gente
mirando a la cara del hombre muerto, ¿cuántas exposiciones tomaste?
R:
Dos, y una para encender. No quería molestar.
P: La gente estaba muy apenada y
pusiste la luz del flash en sus ojos interrumpiendo su dolor. ¿Cómo
justificaste esta intromisión?
R:
Creo que no hubiera podido hacer esto si no hubiera estado enfermo el día
anterior. Había estado con dolor de estómago en un campo y vino un desconocido
y me ofreció beber vino. No me apetecía, pero por no ser descortés a tal
amabilidad, acepté. Y al día siguiente, por casualidad, se acercó a mí con
prisas y me dijo: Por favor, mi padre acaba de morir y debemos de enterrarlo,
¿podría llevarme al lugar donde tengo que rellenar todos los papeles? Fui con
él a su casa, yo estaba muy conmocionado por el dolor y la belleza compasionada
del velatorio, cuando vi que venía hacia la puerta. Me acerqué a él y le dije:
Por favor, señor, no quiero deshonrarle en estos momentos, pero ¿podría hacer
fotografías? Y me respondió: Sería un honor.
P:
Recuerdo una foto de una mujer española arrojando agua en la calle. ¿Fue una
puesta en escena?
R:
No hubiese dudado en pedirle que tirase el agua. No me importa montar una
escena si creo que va a intensificar algo que es totalmente auténtico del lugar.
P:
¿Por qué romper una regla básica de la fotografía?
R:
Yo no escribí las reglas, ¿por qué iba a seguirlas? Dedico mucho tiempo e
investigación en saber lo que quiero tratar. Pregunto y lo arreglo cuando
siento que es legítimo. La honestidad recae en mi capacidad como fotógrafo para
comprender”.
Y
colorín colorado...
Fuentes:
José Barahona, Wikipedia, El País, Lim1ted Pictures, RTVE.es, Maestros y
Margaritas, Hoy.es y Siéntate y Observa.
Foto: blogtonisoto.wordpress.com