CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
02/02/2015
Por Eva Martínez Cabañas
En el siglo XV el papa Pío II elaboró una singular disposición. Dice una de sus secciones:
“A todos, religiosos, laicos sin excepción, cualquiera que sea su poder, su dignidad, su estatus o su rango, cualquiera que sea el lustre eclesiástico (incluso pontifical) o mundano con el que estén adornados, demoler, hacer pedazos, dañar o convertir en cal, directamente o indirectamente, pública o secretamente, todo edificio público de la antigüedad o todo vestigio de los edificios antiguos existentes sobre suelo de dicha ciudad o en sus alrededores, incluso si se encuentran en propiedades que les pertenecen en la ciudad o en el campo…”
La verdad es que el buen papa reutilizaba la piedra del Coliseo romano para levantar sus propias obras del Vaticano; pero a pesar de la barbarie sentó las bases para la protección del patrimonio histórico gracias a este documento.
Si hay algo que nos duele especialmente a los ciudadrealeños es la desaparición de nuestro patrimonio arquitectónico. De nuestra antigua ciudad medieval apenas quedan vestigios, ya que dejamos caer la muralla, la antigua judería, cerramos las cuevas y los pasadizos subterráneos, nos deshicimos de casas, palacetes, empedrados, tiramos el antiguo Ayuntamiento, y detengo el recuento de desastres porque me está dando demasiada vergüenza.
“El mundo se mueve a un ritmo tan acelerado que la mayoría de las personas irrumpió en el siglo XXI olvidando sus orígenes. Debiera ser al revés. Deberíamos valorizar nuestras raíces y nuestra cultura, y utilizarlas como cimientos para construir nuestro futuro”. Esta reflexión no pertenece a ningún filósofo clásico, sino que es una recomendación de estudiantes chinos en el Foro Juvenil del Patrimonio Mundial de Pekín, en 1997.
¿Se acuerdan de Ai Weiwei? El artista chino protestó sobre el expolio del patrimonio cultural de su país haciéndose un autorretrato en tres tomas fotográficas donde dejaba caer una valiosa urna de la Dinastía Hang. El jarrón estaba datado nada menos que entre el 202-220 a.C.
Los chinos y los ciudadrealeños no somos tan distintos en pensamiento, pero sí en nuestra manera de actuar. En ocasiones, ellos destruyen su patrimonio para crear conciencia, y en ocasiones nosotros miramos hacia otra parte. ¿Soy dura? Más duro es perder nuestras raíces. No hablo desde el rencor, sino que me guía un profundo dolor de corazón.
De esta forma, me gustaría recordar la historia de un palacete conocido con el nombre de la Casa de la Cruz Roja, sobre todo porque aún continúa en pie. Está ubicado en la Ronda de Ciruela, entre el Parque de Gasset y el Quijote Azteca.
El palacete residencial es de estilo modernista y su promotor fue el acaudalado Conrado López, un farmacéutico llegado a Ciudad Real en 1908 que encargó el proyecto del caserón al arquitecto provincial Telmo Sánchez. Este inició las obras en 1925. El edificio cumple las pretensiones burguesas de la época, y en su momento estuvo situado en el extrarradio de la población, rompiendo definitivamente con el modelo de casa solariega manchega.
Los recursos ornamentales que se emplearon son sencillos. Podemos encontrarlos en los recercados de hueco y dinteles, el abultamiento de esquinas con falsas pilastras y en el modelo floral de la cerrajería que encontramos también en barandillas, celosías o cancelas.
A finales de los años 50 del siglo XX, la familia López se trasladó y vendió el inmueble a un promotor privado, utilizándose como Academia de Enseñanza tras aplicarle algunas transformaciones en tabiques y puertas. Su posterior venta a Cruz Roja Española en 1972, conlleva la instalación allí de las dependencias del la organización, produciéndose nuevos cambios en su exterior: se pintó la fachada, se añadió el emblema de la cruz roja que la caracteriza, y se señalizó y habilitó la cochera.
Consecutivamente la institución se la vendió a un constructor que pretendía derribar la casa para construir un bloque de pisos, pero sobrevivió a la aniquilación del patrimonio de los años 70 y 80 gracias a que estaba considerada como monumento.
La revisión del Plan General de Ordenación Urbana de 1978, aprobada en 1988, añade el edificio al Catálogo de Edificios con el nivel de protección B) protección Estructural, con el epígrafe nº 2: Centro de la Cruz Roja, Ronda de Ciruela nº 28. Sin embargo, no aparece en el documento del Plan General de 1997.
El edificio forma parte de la Carta Arqueológica elaborada por el Ayuntamiento de Ciudad Real, que lo obliga a incluirlo en el Plan de Ordenación Municipal y a elaborar un plan de estudios previos antes de realizar cualquier actuación en su estructura.
En 2006, época en que fue academia de enseñanza, se redacta un proyecto de demolición que obtiene licencia municipal ese mismo año.
Pero también se solicita la incoación del inmueble como BIC o Bien de Interés Cultural, una figura jurídica de protección del patrimonio histórico español para muebles e inmuebles.
La casa se salvó gracias a la movilización ciudadana, al Círculo de Bellas Artes de Ciudad Real, y a las asociaciones Monumenta Ciudad Real y Restaura Manzanares, ambas dedicadas a la defensa del patrimonio histórico. Las máquinas del derribo empezaron a destejar el inmueble, pero la recogida de firmas, las denuncias a través de redes sociales y foros en Internet, la petición de ayuda a instituciones como el Defensor del Pueblo de Castilla-La Mancha, la elaboración de un manifiesto, la noticia en los medios de comunicación y la reivindicación y la manifestación ciudadana el día del derribo consiguieron frenar la catástrofe.
La Delegación de Cultura solicitó la suspensión de las obras de demolición. A pesar de salvarse del derribo, la maquinaria ya había desmontado la cubierta del torreón y del casetón de acceso de la escalera a cubiertas. El palacete se salvó en el último instante, como los condenados a muerte de las películas…
Desde 2006 la plataforma ciudadana Monumenta Ciudad Real planifica iniciativas encaminadas a detectar, denunciar y divulgar acciones relacionadas con el patrimonio histórico-artística de nuestra ciudad. Así mismo, aglutina la participación y las iniciativas ciudadanas. Su lema es “SOS, Patrimonio de Ciudad Real. Construcción sin destrucción”.
El comunicado firmado por la agrupación para paralizar el derribo incluyó este texto:
“Queremos manifestar desde la Asociación Monumenta Ciudad Real nuestra alegría y total acuerdo con la acertada decisión de compra del edificio de la Cruz Roja por parte de la Junta de Castilla-la Mancha, pero debemos reiterar que si este edificio continúa en pie es por la oportuna acción de la Asociación Monumenta CR quien evitó el desastre.
En ningún caso este mérito corresponde a la Delegación Provincial de Cultura ni al Ayuntamiento de Ciudad Real, quienes no movieron ni un dedo para evitar la destrucción pero que sí que se apresuraron para apuntarse el tanto de la paralización de la obra.
Miguel Ángel Muñoz Rubio, presidente de la Asociación Monumenta Ciudad Real".
Y es que, impulsada por diversos colectivos ciudadanos, la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha compra entonces el inmueble en 2008, supuestamente con intención de rehabilitarlo y reutilizarlo.
El Círculo de Bellas Artes de Ciudad Real presentó un proyecto del artista Pablo Rivera Codina para convertir el palacete en un centro cultural, pero la idea fue desestimada por la Junta.
El organismo público ha intentado subastar el palacete hasta en dos ocasiones. A pesar de presentar una sustanciosa rebaja en el precio mínimo de licitación en la segunda puja, los pliegos de las licitaciones repetían irregularidades que no incluían las obligaciones a las que el comprador estaría sujeto con su compra y cumpliendo así con la Ley de Patrimonio Histórico de Castilla-La Mancha. Esto significa que el propietario del edificio debe acceder a los condicionantes que Cultura le imponga tras elaboración de un estudio de valoración de afección del patrimonio histórico. Nadie quiso comprarla.
Ni la administración pública, ni la iniciativa privada… La historia se repite.
En 2012 la Junta presentó una querella contra dos consejeras de ese mismo organismo pertenecientes al mandato político anterior. Las acusó de fraude funcionarial en la compraventa del inmueble, ya que se encareció 1,2 millones de euros en dos años. También se querelló contra Gicaman, empresa pública que realizó la compra, y contra la empresa Promociones y Construcciones Aldea Fernández S.L, que fue quien les vendió el inmueble.
El litigio señala que “se produjo una elevación injustificada en el precio de compra” donde “esta diferencia de más de un millón de euros carece de justificación tratándose de un inmueble que es definido en múltiples ocasiones como objeto de rehabilitación”. También añade que “continúa estando en mal estado de conservación y no está incluido en le catálogo de bienes y espacios protegidos ni tampoco ocupado por oficinas públicas”.
Me pregunto que pensaría Conrado López si supiera los avatares por los que está pasando su casa. Por allí paso todos los días, pues es zona de tránsito de casa al trabajo. Tras el muro que guarda la casa de todo mal se asoman tres preciosos árboles que quedaron enclaustrados entre la burocracia y dos edificios de pisos. Pienso: Naturaleza entre hormigón... La vida se abre camino, decían en la película Jurassic Park.
Se trata de una preciosa palmera, un ailanto y un aligustre. Estos árboles me inspiran gratitud y compasión por resistir a los acontecimientos. Son árboles olvidados incluso cuando iluminan la calle tras el murete de piedra. Pregunto por ellos en el Ayuntamiento y me contestan que lamentablemente no tienen competencia sobre ellos. Entonces ¿tiene que ser así? ¿Tan poca importancia tienen los árboles? Si la casa sigue en pie, seguramente nos sobrevivirán a todos ejerciendo su silencioso trabajo de alquimia: convertir el oro solar en imprescindible oxígeno. ¿Por qué tenemos tan poco respeto por los árboles?
Me gustaría terminar con unas palabras del arquitecto Diego Peris Sánchez que encuentro en el periódico digital Lanza, pues creo que reflejan a la perfección el pensamiento de muchos de nosotros:
“Los responsables políticos deben entender que su actuación política es la responsable de gestionar los intereses comunes y colectivos. El patrimonio histórico lo es porque es la herencia de toda la colectividad, es el resultado del esfuerzo de la comunidad construyendo, financiando y manteniendo una realidad construida, estructuras urbanas, yacimientos, archivos, documentos y costumbres que nos pertenecen a todos. La subasta, la venta y con ello la posible desaparición de elementos de este patrimonio es una decisión irresponsable y que demuestra una carencia del necesario aprecio que esta herencia acumulada entre todos nos debe merecer”.
Fuentes: Mi Ciudad Real.es, Cultura y Patrimonio, Ciudad-Real.es, Lanza Digital.com, La Tribuna de Ciudad Real.es.
Foto: La Tribuna de Ciudad Real.es
Foto: La Tribuna de Ciudad Real.es
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