CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
25/04/2016
Por Eva Martínez Cabañas
Decía el poeta Jean-Baptiste
Racine, en el siglo XVI, que No hay secreto que el tiempo no revele, y aunque
a veces cuesta siglos sacar a la luz un misterio, lo cierto es que hoy en día
seguimos encontrándolos en antiguas pinturas o en construcciones levantadas por
culturas milenarias. Pero siempre en los rincones más bellos y en forma de
símbolo.
Nos sirve como ejemplo,
entre otros muchos, una de las obras más emblemáticas de la humanidad: la
capilla Sixtina del Vaticano. Michelangelo Buonarroti pintó sus frescos entre
1508 y 1512 obligado por el papa Julio II.
En aquella época, el pintor contaba con treinta y tres años, y llevaba
desde los diecisiete o diecinueve diseccionando cadáveres de cementerios, por
lo que ya contaba con un conocimiento detallado de la anatomía humana.
Miguel Ángel se resistió a
pintar la capilla debido a la corrupción de la iglesia de la época, y hasta se
retrató a sí mismo torturado en las figuras del mártir San Bartolomé y el
decapitado Holofernes. Porque aunque era devoto, Miguel Ángel creía en el
Espiritualismo, creencia prohibida por el papa Pablo IV por sostener que el
camino a Dios puede ser encontrado en comunicación directa y no solo a través
de la Iglesia.
Desde 1990, varios médicos
han descubierto algunos secretos en la Capilla Sixtina , observado en
la Separación de la tierra y del agua la forma de un riñón (Miguel Ángel
padecía de cálculos renales), o en la Separación de la luz de la oscuridad
una escondida y detallada imagen de la superficie interior del tronco cerebral,
pintada en el cuello de Dios. También se aprecia una imagen de la médula
espinal en el pecho divino, y una de los nervios ópticos y globos oculares en
su abdomen. ¡La sempiterna lucha entre ciencia y religión en forma de protesta
artística!
De la misma forma, en el
cerebro oculto en la Creación de Adán, y representado con las figuras que
contiene la nube, se distingue perfectamente una glándula Pineal aumentada de
tamaño: es el dedo divino que toca a Adán.
Se llama Pineal por su
forma, ya que pinea es piña en latín y así se representa simbólicamente.
Aparece en numerosas imágenes sumerias y babilónicas, en el dios griego
Dionisio, en el romano Baco, o en el pelo cónico de Buda y Shiva. Así mismo, el
Vaticano posee una estatua de cuatro metros de altura situada en el llamado
patio de La piña del palacio de Belvedere; también aparece una piña en la plaza
de San Pedro y en el bastón del papa.
Sin embargo, existe otro
símbolo cuya semejanza con la glándula diseccionada es sorprendente: el Ojo de
Horus. Este emblema egipcio también se conoce como Udyat, cuyo significado es
el que está completo, y es un talismán al que se le atribuyen propiedades
protectoras, de salud y renacimiento. El antiquísimo amuleto aparece en el
Libro de los Muertos (escrito hacia el 1550 a .C.) Este libro es un texto funerario del
Imperio Nuevo egipcio cuyos sortilegios mágicos tenían como objetivo ayudar a
los difuntos en su viaje a la otra vida. El ojo también aparece en los Textos
de los Sarcófagos, unos conjuros pintados o grabados en sarcófagos y ataúdes
durante el Imperio Medio del Antiguo Egipto, y que también protegían a los
fallecidos en su travesía al más allá (2100 a .C.). Pero su origen se encuentra en los
antiquísimos Textos de las Pirámides (2350 a .C.), un repertorio de conjuros,
encantamientos y súplicas grabados en cámaras sepulcrales de las pirámides del
Imperio Antiguo.
Cuenta la leyenda que el
dios Osiris tenía dos hijos: Horus y Seth, y que fue asesinado por este último.
Horus quiso vengar a su padre y luchó contra su hermano sufriendo graves
heridas y la pérdida del ojo izquierdo. Gracias a la intervención de Thot, dios
de la sabiduría y los hechizos mágicos, el ojo de Horus fue sustituido por el
mágico Udyat para que el dios pudiera recuperar la vista. Horus empleó su
poderoso ojo para devolver la vida a su padre.
El ojo de Horus también es
un jeroglífico. Los antiguos egipcios utilizaron un complejo sistema fraccional
en diversas medidas agrarias de superficie y volumen basado en las potencias de
1/2. Para ello usaron las fracciones mayores que arrojaban las distintas partes
del talismán.
Durante miles de años, los
místicos orientales han atribuido un tercer ojo al ser humano, también llamado
el Ojo de la Sabiduría ,
y este estaría localizado en la glándula Pineal, justo en mitad de nuestro
cerebro.
Este pequeño órgano, también
conocido como Epífisis, es una glándula de secreción interna en forma de cono
que mide entre cinco y diez milímetros, y se encarga de regular nuestros ciclos
de vigilia y sueño, por lo que cumple las funciones de reloj biológico. Después
de la pubertad se produce una calcificación en la glándula Pineal en forma de
cristales de fosfato de calcio. Es conocida por los científicos como “arenilla
del cerebro”.
Está unida, vía ganglio cervical
superior, a la retina formando así parte de nuestro sistema visual; y aunque
está sepultada en el interior del cerebro, reacciona a la luz solar y a la
artificial. Cuando llega la oscuridad, transforma la luz recibida en una
secreción hormonal llamada melatonina (que participa en una gran variedad de
procesos celulares, neuroendocrinos y neurofisiológicos), que a la vez procede
de otra sustancia que también se encuentra en esta glándula: la serotonina. El
déficit de melatonina suele ir acompañado de insomnio, depresión y aceleración
del envejecimiento.
Rick Strassman, psiquiatra e
investigador de la
Universidad de Nuevo México, nos habla en su libro DMT: La
molécula espiritual, y en varios documentales que podemos ver en Youtube,
sobre este principio activo. Y lo compara con la ayahuasca amazónica, que es un
potente alucinógeno utilizado por chamanes y curanderos dentro de un contexto
espiritual y de sanación. Strassman solicitó voluntarios que estuvieran
interesados en el proyecto científico, y el 70% de estos calificaron la
experiencia como uno de los cinco aprendizajes espirituales más significativos
de sus vidas.
Nos dice Strassman: Me fui
interesando en la glándula Pineal como una posible fuente de algún químico
alucinógeno en el cerebro. Es un órgano extremadamente misterioso y es muy
pequeño. Aparentemente existe algún tipo de correspondencia visual relativo a
la luz y el color en la glándula Pineal. También tiene una larga historia,
en el contexto de la literatura mística. Ha sido descrito como el tercer ojo o
el crown chakra y este tipo de cosas y se habla de que puede ser activado
cuando se adquiere un nivel elevado de conciencia mística.
De manera esotérica, la Pineal está relacionada con
el sexto chakra según la tradición védica anterior al hinduismo. En India se
conoce como la Ventana de Brahma, en China la denominan el Ojo Celestial, y
es llamada el Palacio Niwan por los taoístas.
El filósofo y matemático
sueco René Descartes, la calificó en el siglo XIX de “tercer ojo”, al
considerar que allí se asentaba el alma racional.
Existe otra leyenda que
cuenta que el Creador introdujo la
Pineal en nuestro organismo para poder fundirnos con Él. Sin
embargo, el Portador del Mal atrofió la glándula para convertir al ser humano
en esclavo.
En nuestros días, la
calcificación de la Pineal
se ha achacado principalmente a estresante estilo de vida que llevamos y a
nuestra nociva dieta moderna. Sobre todo se atribuye al consumo de ciertas
sustancias químicas como el flúor, una sustancia tóxica y reactiva
que consumimos habitualmente en el agua que bebemos, pastas de dientes,
enjuagues bucales, sal fluorada, suplementos dietéticos, y que además
utilizamos como antiadherente en superficies poliméricas de fluoruro (hojas de
afeitar o sartenes), en fertilizantes, vidrio, hidrocarburos fluorados o
refinerías de petróleo. También colaboran en la calcificación los suplementos de
calcio, el mercurio (presente en empastes dentales, pescados de gran tamaño, langostinos,
o eco bombillas que se rompen), plaguicidas o pesticidas químicos, edulcorantes
como el aspartamo, azúcar refinada, grasas, harinas refinadas, refrescos con
gas, cafeína, tabaco, alcohol, productos químicos de limpieza, ambientadores, y
aditivos que comienzan con la letra E (ya sabes: si no puedes decir el
nombre de una sustancia, lo más probable es que sea nociva).
Con el objeto de
descalcificarla y abrir nuestro tercer ojo, los maestros espirituales nos
aconsejan practicar una buena alimentación, meditar, escuchar música de altas
frecuencias, o visualizar estereogramas; así como practicar a diario cierta
filosofía de vida para permanecer en estado de armonía y paz. Om mani padme
hum... La joya está en el loto, dice el famoso mantra budista. Parece fácil...