PENSAMIENTOS Y PAMPLINAS
h
RICHARD SERRA
Existen
multitud de mundos dentro de este al que llamamos Tierra, Pachamama, Gea, Gaia,
Planeta Azul…
Está
Fámulor, el País de las Maravillas, los cuadros de Frida, la poesía de Neruda, las
fotos de las guías de viaje, las canciones de Silvio, la punta de un rotulador,
mis películas preferidas, los libros que me nutrieron…
En
fin. Toda una galaxia que cabe en el cascabel de un gato llamado Orión.
Richard
Serra crea mundos mágicos. Sitios sólidos que resuenan y son suaves al tacto. Nidos
de acero que huelen a metal, amplifican nuestra propia voz y nos hacen
perdernos dentro de nosotros, mostrándonos lienzos color óxido que nos llenan de
tentaciones pictóricas. Mundos que nos envuelven rotundamente. Mundos que nos aíslan
del mundo y que nos transportan automáticamente a sencillos castillos indestructibles
donde no necesitas armadura ni corona. Mundos que nos llevan a ver, oler,
tocar, escuchar, degustar el aire, emocionarnos, admirar y respetar. A sentirnos
poderosos y frágiles dentro de catedrales sin santos ni señas.
El
museo Guggenheim de Bilbao (otro mundo prodigioso, escamado, irisado y con
forma de pez) alberga en una inmensa sala una de las obras de este artista. Se
llama La materia del tiempo… ¡y yo
estuve allí!
¡Sí!
¡Me caí en la madriguera!
Llegamos
a aquel paraíso en un autobús de cincuenta plazas pero, excepto Maribel y una
desconocida que se contagiaron de mis emociones de niña-enamorada-de-lo-nuevo,
los demás pasaron de largo y prefirieron otro maravilloso universo al que
llamaron Pintxos y Txacolís.
¡Guau….!
y Maribel me decía Explícamelo. Y yo
le decía No se puede. Siéntelo. Y
Maribel me miraba con ojos desconcertados y me volvía a insistir… Y la
desconocida nos seguía con una sonrisa. Y yo corría por la materia del tiempo.
Por suerte un par de niños hacían lo propio, y mi extravagante conducta de
madurita llamando la atención quedó difuminada. ¡Ja! ¡Los niños siempre nos
salvan!
Y
luego está la pieza del Reina Sofía.
Aquello
fue divertido. Íbamos Carol y yo de paseo por el museo (por cierto, pasamos mucho
frío, y eso que era verano). Bueno, el caso es que pasamos juntas unos días y
nos fuimos “a ver cuadros”. Al entrar en una sala, unos muchachos salían
diciendo Aquí no hay nada. Al pasar nos
encontramos con un bloque horizontal que se me hizo muy familiar. ¡Anda! ¡Esto es de Serra! exclamé. El
vigilante que guardaba la sala me puso cara de Vaya…
A esta le gusta el bloque… Y yo a él le puse cara de Pero qué haces aquí aburrido si esto no se va a romper y nadie se lo va
a llevar…
Luego me enteré de que la obra se llama Equal-Parallel-Guernica-Bengasi,
de 36 toneladas, y que en su momento el museo anunció que había perdido la
escultura. Serra realizó gratis un duplicado, y allí está expuesta desde
entonces.
¿Cómo
se puede perder algo de 36 toneladas?
Eso
sí que tiene merito.
Bueno.
Y con esto termino.
Gracias
señor Serra por dejarme entrar en la concha del caracol. Por permitirme el paso
al laberinto del Minotauro. Por mostrarme los mundos de su corazón.
Gracias
por pensar, sentir, hacer y compartir.
Gracias
por la magia de su magia, señor Serra.
Gracias,
gracias mil.
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