lunes, 22 de diciembre de 2014

AVENTURAS CONGELADAS


CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
22/12/2014
Por Eva Martínez Cabañas





Esta es la gélida y emocionante historia de Shackleton y Worsley. Uno intrépido explorador, el otro experimentado capitán de barco. Si ambos hubiesen ondeado la Rolly Roger al final del mástil, podríamos haber pensado que se trataba de otra Hispaniola en busca de una congelada isla del Tesoro, pero en esta ocasión la historia es “de carne y hueso” y la realidad supera a la ficción.

En cierta ocasión un ciclista de montaña afirmó: “El cansancio que sentíamos solo se comparaba con la satisfacción de haber concluido un recorrido más de este increíble deporte del ciclomontañismo, y es cuando piensas que en verdad más vale estar en la montaña y acordarse de Dios, que estar en el templo y acordarse de la montaña”. Seguramente, el aventurero Shackleton sentía algo parecido.

Quiero presentarles a los protagonistas…

Frank Worsley nació neozelandés, hijo de obreros, y navegó en barcos de vela transoceánicos de varias empresas navieras. Con una experiencia de veintisiete años surcando los mares, acabó siendo el capitán del barco de la expedición antártica de Shackleton. Años más tarde, durante la Primera Guerra Mundial, Worsley capitaneó un barco secreto de la marina británica, y fue el responsable del hundimiento de un submarino alemán. Se casó dos veces, pero no sabemos si tuvo hijos.

Ernest Henry Shackleton fue un aventurero irlandés que trabajó como tercer oficial en la Expedición Discovery, la cual batió un récord meridional a pesar de que perdió veintidós perros y sus miembros humanos padecieron ceguera de las nieves, congelación, y escorbuto. Regresó a la Antártida tres años después como líder de la Expedición Nimrod y, junto a sus compañeros, llegó al punto más al Sur pisado por el ser humano. La proeza le suposo a Shackleton el título de Sir por parte del rey Eduardo VII, y una amplia gira de conferencias y homenajes. Se casó una vez y tuvo tres hijos.

Una vez realizadas las salutaciones, comienza la aventura…

Tras acabar la carrera por la conquista del Polo Sur con la victoria de Amundsen, (parece que estoy dando los resultados deportivos) Shackleton organizó en 1914 una expedición llamada Expedición Imperial Transantártica con el objetivo de atravesar la Atlántida.

Contaba con dos barcos: el Endurance llevaría al equipo principal hasta la bahía Vahsel, y desde allí Shackleton y otros seis hombres cruzarían el continente en trineo, como Papa Noel. El barco Aurora se encargaría de transportar el equipo de apoyo hasta el estrecho de McMurdo, justo al otro lado de la Antártida. La misión de este segundo grupo consistía en crear puntos de abastecimiento (tal y como vemos en los documentales), ayudando así al grupo de Shackleton en la dura travesía polar. La expedición fue financiada por el gobierno británico y numerosas empresas privadas, ya que todos querían formar parte de la aventura. En el Endurance viajaban cincuenta y seis personas, y en el Aurora, veintiocho.

A pesar del estallido de la Primera Guerra Mundial, la expedición zarpó hacia el Norte. El Endurance era dirigido por el capitán Worsley, y el Aurora por el teniente Stenhouse. El segundo al mando del Endurance era Wild. El meteorólogo era el capitán Hussey y el doctor McIlroy estaba a la cabeza del equipo científico. Al cargo de los setenta perros estaba el veterinario Macklin, y Crean se ocupaba de los perros guía. También formaban parte de la expedición James, Hussey, Greenstreet y el biólogo Clark, así como el fotógrafo Hurley. El carpintero se llamaba McNish, y se conocen también los nombres de algunos de los perros: Shakespeare, Samson, Hercules, Smiler, Surly, Sire…

El Endurance zarpó desde las islas Georgia del Sur. Los bloques de hielo que encontraron en aquellas gélidas aguas dificultaron el ritmo de navegación, y las condiciones fueron empeorando a medida que se adentraba en el mar de Weddell, hasta que el barco quedó inmovilizado por el hielo.

Shackleton, consciente de que podían quedar atrapados hasta la primavera, ordenó abandonar el barco. El atrapado navío derivó lentamente hacia el norte en los meses siguientes: el deshielo primaveral había roto los grandes bloques de hielo. Así que hombres, provisiones y equipo fueron trasladados a campamentos en el hielo. La presión que ejercían las congeladas planchas de agua contra el casco del barco acabó por sumergirlo lenta e irremediablemente.

Durante casi dos meses, Shackleton y su equipo acamparon sobre una gran banquisa de hielo flotante a la deriva, confiando en que esta se acercase a la isla Paulet, a más de cuatrocientos kilómetros. Sabían que allí encontrarían almacenes de suministros. Después de varios intentos fallidos por alcanzar la isla a través del hielo, Shackleton decidió crear un nuevo campamento en otra banquisa. Lo llamaron Campamento Paciencia.

El bloque de hielo se hallaba a menos de cien kilómetros de la isla Paulet, pero no lograron alcanzarla. La nueva banquisa sobre la que navegaban se partió en dos, y Shackleton ordenó a su equipo embarcar en los botes salvavidas y poner rumbo a la tierra más cercana. Sí, ya sé que estáis sin respiración… Como yo…

Después de cinco angustiosos días en el agua, desembarcaron exhaustos en la isla Elefante, a más de quinientos cincuenta kilómetros del lugar donde naufragó el Endurance. Shackleton cedió sus guantes al fotógrafo, y este gesto le suposo la congelación de los dedos.

La isla Elefante era un lugar inhóspito y alejado de las rutas marítimas, por lo que Shackleton decidió que emprenderían un nuevo viaje en bote, de casi mil trescientos kilómetros. Su objetivo eran las estaciones balleneras de las islas Georgias del Sur: allí serían rescatados. Eligieron el mejor de los botes y el carpintero del barco le practicó algunas mejoras con trozos de otras barcas. Shackleton eligió cinco compañeros de travesía: Worsley, capitán del Endurance, se encargaría de la navegación; Crean, que rogó participar; los marineros Vincent y McCarthy y el carpintero McNish.

Navegaron sorteando amedrentadoras tormentas marinas que amenazaban constantemente con volcar la barca. La pericia de Worsley los llevó hasta las islas, pero vientos huracanados les impidieron llegar a tierra: los náufragos tuvieron que alejarse de la costa para evitar estrellarse contra las rocas del acantilado.

Al día siguiente consiguieron alcanzar la parte sur de la isla. Estaban exhaustos pero vivos. Tras un período de descanso, Shackleton decidió cruzar la isla caminando, por una ruta nunca antes transitada. Mientras el resto aguardaba en el punto de desembarco costero, Shackleton, Worsley y Crean anduvieron en treinta y seis horas los cincuenta y un kilómetros de terreno montañoso que los separaban de la estación ballenera.

Al alcanzar su objetivo, Shackleton envió inmediatamente un bote para recoger a los tres hombres que esperaban en la costa sur, a la vez que organizaba el rescate de los hombres de la isla Elefante, quienes llevaban aislados cuatro meses y medio. Los tres primeros intentos de ir a por ellos resultaron inútiles por culpa del deshielo que bloqueaba los accesos a la isla. Solicitó ayuda al gobierno chileno y este rescató a los veintidós hombres con un buque guardacosta de su armada. En Valparaíso, la multitud celebró el salvamento con vítores.

Pero todavía había más por hacer… el Aurora había sido arrancado de sus amarres por una tormenta y se encontraba en alta mar con dieciocho hombres a bordo. Diez habían quedado en tierra. Después de estar durante meses a la deriva, llegó a Nueva Zelanda. Shackleton, cual héroe de película, viajó para unirse al Aurora y rescatar a los diez hombres del equipo de tierra. El grupo había perdido a tres miembros.

Y así termina la historia de un rescate imposible, que sin embargo un puñado de hombres pudo contar. “Ya no quedan hombres así”, dice la gente… No es cierto. Yo conozco a uno y les cuenta sus proezas a los niños… Este artículo es para todos los aventureros que no temen a las montañas, a los abismos, a las aguas, al cielo, e incluso al espacio, pero en especial para Manuel Carpintero Manzanares, con todo mi cariño y admiración.

¿Pero qué sabemos de nuestros héroes después de vivir estas hazañas?

Cuando Shackleton regresó a Inglaterra, Europa seguía inmersa en la Primera Guerra Mundial, sin embargo nuestro aventurero sufría una afección cardiaca y era demasiado mayor para ser llamado a filas. Aún así, se ofreció voluntario para ingresar en el ejército, y pidió repetidamente que lo enviasen a Francia, a luchar en el frente. Pero como fue rechazado una y otra vez, después de acciones diplomáticas y múltiples conferencias, comenzó a organizar una última expedición polar. Sus problemas cardiacos y el exceso de alcohol le provocaron un ataque al corazón cuando recalaron en Río de Janeiro, Brasil.

El capitán Worsley falleció a los setenta y un años de edad de un cáncer de pulmón.

Descansen ambos en paz de penurias, congelaciones y desventuras, y que sigan conquistando mundos allá donde se encuentren. Gracias por sus aventuras, señores.


Fuentes: Wikipedia, Biografías y Vidas, BBC,  Historia de la Humanidad y Viajeros.com
Foto: eshackleton.com

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