CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
08/12/2014
Por Eva Martínez Cabañas
Los tapices que encontramos en los museos son lienzos en los que se han
sustituido las pinturas al óleo por hilaturas. Labores de telar cargadas de
paciencia, arte, imaginación, y un puñado de pequeños relatos que coinciden en un
único paño. Son precisas alegorías de dos dimensiones que nos narran con detalle
ciertos sucesos históricos; su fragilidad ha escapado inexplicablemente a la
corrosión que imprimen los siglos, y así nuestros ojos no pueden menos que
sorprenderse ante estas gruesas telas expuestas en la pared.
Antiguamente servían para abrigar los muros de los castillos, con el
tiempo fueron ornamentándose con fines decorativos, e incluso maestros como
Rubens o Rafael se permitieron plasmar sus obras en ellos.
Muchas de estas tapicerías suelen mostrarnos cruentas batallas de
hombres, armas y bestias. Cada cual ocupando su lugar, como piezas estratégicas
en un juego de mesa en el que gana el bando del señor que encargó la labor. Toda
una guerra bordada en sedas y algodón… Y así, los estáticos inquilinos de hilo se
encuentran organizados por clases. Señores, caballeros, equinos, escuderos, lanceros,
las naves que arriban... Todo tan proyectado que nos da casi pena el revuelo
que espadas entrecruzadas, caballos derribados y salpicaduras de guerra que
también se bordaron con emoción.
Pero si miramos el continente, descubrimos con los ojos de ver las
mitades invisibles, como diría Juan Carlos Ortega, los pasos dados entre el
momento en que se adquirió la tela hasta la inauguración de su colgadura. Enchufo
mi imaginación y observo a un grupo de personas creando patrones de papel,
trasladándolos al lienzo a través de puntos de carboncillo, jugando con la
perspectiva y el color, escuchando los relatos de la batalla en la que no
estuvieron, y confeccionando con grandes telares y mayor paciencia un preciso
relato con el que engalanar el castillo y el orgullo local.
La escritora y activista por los derechos humanos Maya Angelou dijo en
cierta ocasión: “Todos debemos saber que la diversidad contribuye a un
exquisito tapiz y debemos comprender que todos los hilos del tapiz tienen el
mismo valor sin importar el color”.
Rebusco curiosidades en mi personal caja de tapices históricos y me
encuentro con el de Bayeux, en Normandía: una preciosa pieza del siglo XI que
es considerada la obra textil más importante del mundo medieval.
Nos muestra una recreación de la Batalla de Hastings, donde el rey Eduardo de Inglaterra,
que no tenía hijos, envió a su cuñado Harold a Francia para entregar la corona
de sucesión a su primo Guillermo. A su regreso a Inglaterra, Harold se queda
para sí la corona, Eduardo muere de un flechazo, y Guillermo organiza una
armada para dar muerte al traidor y a sus tropas.
El asombroso tapiz cuenta esta historia de ambición y venganza mediante
el bordado de más de 600 personas, 190 caballos y mulas, 35 perros, 500
animales de todo tipo y más de 100 árboles, edificios y barcos. ¡Han leído
bien!
No sabemos de su autor o autores, aunque la tradición francesa lo atribuye
a la reina Matilde, esposa de Guillermo el Conquistador, y a las doncellas de
esta. Sin embargo, una hipótesis menos romántica y mejor documentada dice que fue
un encargo del arzobispo de Bayeux, también conde de Odón y hermanastro de
Guillermo. Con él pretendía celebrar la consagración de su nueva catedral. Además
el reverendísimo señor aparece bordado reiteradas veces en el tapiz con cierto
protagonismo.
También me vienen a la cabeza los tapices de la Colegiata de Pastrana,
en Guadalajara. Se trata de una serie de 6 tapices flamencos del siglo XV que narran
la conquista del norte de África por el rey Alfonso V de Portugal y su hijo. Los
encargó el propio rey a un prestigioso taller flamenco que los confeccionó en
lana y seda. Cuatro de los tapices miden 11x4 m. aproximadamente y todos cuentan
con gran valor histórico. En su parte superior unas larguísimas leyendas nos
explican las escenas, a excepción de uno de ellos, que perdió esta parte.
Una réplica de estos tapices se encuentra en un precioso palacio
fortificado de chimeneas cilíndricas conocido como de los duques de Bragança.
Está ubicado en la ciudad de Guimarães, en Portugal. ¿Has visto los originales?
¿Cómo son? –me preguntó emocionada la guía turística-. Son iguales pero más
viejos –le respondí distraída-. Vaya una respuesta… pero es la verdad…
En último lugar me gustaría hacer mención a una obra artística mucho más
actual conocida como tapiz de Coruscant. Es un bordado colectivo ideado por el
diseñador e ilustrador londinense Aled Lewis e inspirado en los antiguos
tapices medievales. El artista reunió a amigos y familiares para reconstruir personajes
y escenas de la saga “La guerra de las galaxias” a base de hilo y aguja. Todo
ello en un lienzo de 9 m .
y bordado en sencillo y elegante punto de cruz.
Por si fuera poco, el borde de la labor recrea citas de las películas
escritas en alfabeto Aurebesh, un idioma galáctico de uso común en la saga que
por lo visto puede escribirse de izquierda a derecha y de arriba abajo. El
tapiz está valorado en 20.000 dólares y se exhibe en una galería de arte de Los
Ángeles llamada Gallery 1988.
Y es que tanto las palabras como las
imágenes son magníficas herramientas para crear mundos y contar historias. En
cierta ocasión, la escritora Isabel Allende resumió muy bien esta idea al
afirmar que “Escribir una novela es como bordar una tapicería con hilos de
muchos colores: es un trabajo artesanal de cuidado y disciplina”. Así pues,
bordemos con palabras y escribamos con hilos… Hay muchas maneras de hacer las
cosas…
Fuentes: Blog Arel-Arte, Wikipedia, El universo.com, El dínamo cultpop,
Blog Pessoas en Madrid, Mi nube.
Foto: carmenga31.blogspot.com
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