lunes, 1 de diciembre de 2014

CIUDAD REAL CÉLEBRE: LA PUERTA DE TOLEDO


CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
01/12/2014
Por Eva Martínez Cabañas






En una lámina de piedra colocada en el matacán sur de la Puerta de Toledo reza una inscripción latina cuya traducción es:

“Señor, te rogamos visites este lugar y apartes de él todas las acechanzas del enemigo. Que tus santos ángeles guarden la paz de sus habitantes, y que tu bendición sea siempre con nosotros. Sálvanos, Dios todopoderoso, y concédenos tu luz. Por nuestro señor Jesucristo, tu hijo. Hecho en la era de 1366. Reinando el ilustre rey don Alfonso”.

Y así, los ángeles del cielo hacen guardia en la puerta, librándonos de peligros y acechos desde hace casi siete siglos. Es mucho el trabajo que tienen, ya que la protectora muralla se vino abajo por falta de reparación, tornándose invisible como los ángeles.

Señoras y señores, dice un aforismo popular: “Hay que cuidar el instrumento, pues el concierto es muy largo”, y creo que se trata de un importante aprendizaje para sustituir el popular “Que lo haga otro”.

Hoy en día nuestra joya sin cadena es símbolo de la ciudad. Está declarada Monumento Nacional desde 1915 y aparece en el escudo de Ciudad Real junto al llamado arco del Torreón, del que hablaremos en otra ocasión, si así les place.

La puerta de Toledo fue construida en el Camino Real que comunicaba las ciudades de Toledo y Sevilla, y su principal objetivo era defender la ciudad del asalto de calatravos y almohades.

El monumento está formado por dos sólidos torreones de planta rectangular y dos arcos muy perfilados y peraltados. Este término arquitectónico viene a decir que la curva del arco está levantada mucho más de lo que corresponde al semicírculo.

Destaca en la puerta un escudo de piedra colocado en el matacán de su cara norte, una plataforma con orificios situado en la parte alta que se utiliza en las fortificaciones para observar y atacar al enemigo. A través de estos agujeros les lanzaban piedras, proyectiles y todo tipo de objetos. También sobresale una inscripción en el matacán de la cara sur, así como unas pequeñas columnas colocadas en los arcos externos.

Dentro de la puerta encontramos el portazgo, cuya función era cobrar peaje a las personas, animales o mercancías que entraban a la ciudad. Así encontramos una pequeña puerta que conducía al rastrillo, que era el vano enrejado que cerraba a cal y canto castillos y otros baluartes.

En los pasados años el Ayuntamiento de Ciudad Real inició el proyecto de restauración y ordenación del entorno del monumento. La obra fue financiada por la Fundación Cajamadrid, y su equipo contó con la ayuda de dos restauradores especialistas en arquitectura medieval: Carlos Clemente e Ildefonso Ramírez. Tras dos años de estudios previos, se ha ido restaurando el monumento, eliminando los efectos de la contaminación provocada por el tráfico y patologías e intervenciones poco afortunadas en la piedra. También se ha reordenado el tráfico circundante, se ha adecuado el entorno inmediato y se ha dejado la puerta a su altura original, recuperando el camino a Toledo que apareció al descubrir los cimientos. En la restauración también se han eliminado humedades, se ha instalado una cubierta ventilada con drenaje y… se han descubierto valiosos hallazgos arqueológicos.

En las dos claves de las bóvedas se han encontrado cuatro bustos de finos rasgos que la contaminación y humedad habían escondido de nuestras miradas, así como restos de enlucido y de dibujos en azul cobalto del despiece de la sillería. También se ha podido comprobar que la puerta contaba con una planta superior abovedada que hoy está desaparecida. Esta bóveda albergó la maquinaria del rastrillo y el cuerpo de guardia hasta principios del siglo XIX. Tras los importantes hallazgos, Idelfonso Ramírez opinó que la puerta de Toledo es un monumento con más valor de lo que pensábamos, y que es “ex novo” (nuevo) en sí, con una arquitectura pura y limpia, dentro del gótico, que ayudará a entender a otro tipo de puertas.

Aunque todavía se están estudiando las caras encontradas, los expertos las han datado en época de Alfonso X el Sabio. De esta forma se hace evidente que el monumento no fue construido en el siglo XIV, tal y como creíamos, sino que pertenece a la primera mitad del siglo XIII.

Con el descubrimiento surgió la teoría de que, al menos, una de las caras pertenecía al monarca fundador, y que las otras tres podrían ser del infante Fernando de la Cerda, que murió en Villa Real en 1275 con unos cinco años de edad. Sin embargo, los cuatro rostros son de adulto. Según la opinión de Ramírez, las caras no pueden ser sino del rey fundador, quien no hubiese consentido en que nadie le robara protagonismo en tan importante monumento.

Dos de los rostros están tocados con las coronas del reino de Castilla y los otros dos con la del Sacro Imperio, ya que el rey fundador fue uno de los principales aspirantes a ser nombrado emperador, ya que era miembro de la familia alemana. Sin embargo no consiguió el ansiado título.

Según los arqueólogos, el monumento se levantó con arquitectura visigoda para dejar constancia de que el territorio había sido reconquistado a los árabes y haciendo referencia al antiguo imperio visigodo, al que el monarca aspiraba gobernar. En cuanto a la inscripción de Alfonso XI en la parte inferior del monumento, el experto añade que se trata de un añadido posterior del siglo XIV.

Ramírez también señala que los sillares de cantería provienen de Alarcos, y que esta utilización de las piedras del primer emplazamiento de la ciudad no se llevó a cabo por cuestiones económicas, sino con la clara intención de trasladar la capitalidad de Alarcos a Pozo (o Pozuelo) Seco de Don Gil, ya que tanto la cruenta batalla que se libró en el cerro como la excesiva altura en la que se encontraba el municipio facilitaron el declive del mismo.

El caso es que con esta meticulosa restauración ha pasado lo mismo que cuando hacemos limpieza en el desván y encontramos verdaderos tesoros olvidados. Estas reliquias nos ayudan a reconstruir nuestra historia y la de nuestros ancestros. Y así, perfilamos lo sucedido en otros tiempos y cambiamos posibles errores. Pues ya decía el filósofo y escritor Jean-Paul Sartre: “Incluso el pasado pude modificarse; los historiadores no paran de demostrarlo”.



Fuentes: Ciudad-Real.es, Ciudad Real Monumental, El Crisol de Ciudad Real, Wikipedia, ABC, Mi Ciudad Real.es.


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