CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
20/05/2013
CIPRESES CONTRA EL FUEGO
por Eva Martínez Cabañas
El nombre que aparece en su DNI es Cupressus sempervirens L. pero todos lo conocemos como ciprés, que es un nombre corto que huele a resina. Es una especie mediterránea que crece orgullosa hacia el cielo pero con los pies bien plantados en la tierra. Y como sempervirens significa siempre vigoroso, nos muestra su fortaleza y verdor durante todo el año, sin dejarse amedrentar por hielos, sequías o contaminación. Es un verdadero fortachón que puede llegar a alcanzar hasta 30 m. Y su aspecto es alto, estrecho, delgado, firme como una vela…
Generalmente lo plantamos con fines ornamentales, pero también se emplea en ebanistería, talla, como cortavientos, pantalla acústica o en la fabricación de buques, llegándose incluso a afirmar que la antiquísima arca de Noé se construyó con su madera.
Su resina se aplica en heridas de lenta cicatrización y en baños de pies para combatir la transpiración. Sus piñas se usaban antiguamente en ungüentos para precaver el aborto, curar la debilidad del útero y para el vientre; riñones, afecciones del sistema nervioso, varices, trastornos de la menopausia y hemorroides. En vahos, la esencia de ciprés es empleada para tratar la tos, y sus hojas cocidas son utilizadas como tisanas.
Y dicen los antiguos que es un árbol sagrado. Los griegos y los romanos lo relacionaban con las divinidades subterráneas. Por esta razón, En Europa es símbolo de duelo y adorna los cementerios con silenciosa discreción. Además es muy resistente al calor extremo, como la mítica salamandra de la que el sabio inventor Leonardo Da Vinci llegó a afirmar que se alimentaba de fuego.
Hace 20 años, un grupo de investigadores plantaron 946 cipreses en el barranco de la Herbasana de Jérica, entre Castellón y Valencia, con el propósito de estudiar sus reacciones a distintos factores ambientales. Formaban parte de un proyecto de cooperación europea denominado CypFire. En junio del pasado año un horrible incendio acabó con todo lo que tenía vida en el barranco. En total ardieron 20.000 hectáreas de monte, a excepción del grupo de cipreses. Solo se quemaron 12 árboles, y las hojas del resto solo perdieron el 10% de su humedad, conservando intacto su verdor y la vida misma.
El director del Departamento de Árboles Monumentales de la Diputación de Valencia comunicó la noticia a uno de los botánicos más prestigiosos del mundo, Francis Hall, adjuntándole la fotografía del milagro. Desde entonces, lo han visitado ingenieros, forestales, científicos, curiosos, bomberos e incluso un equipo internacional de investigadores procedentes del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentación (INIA).
Las teorías de los expertos son varias. El ciprés produce muy pocas ramas muertas y la capa de mantillo que crea es escasa, mantiene la humedad y en él apenas crecen arbustos. Por eso, el fuego no encontró qué quemar a ras de suelo (a pesar de que el barranco no se había limpiado en una década). De la misma manera, el fuego no se propagó por las copas, ya que su follaje es tan denso que corta el flujo de aire y, sin el oxígeno, las llamas no pueden propagarse. Con esta verde armadura el fuego no tuvo más remedio que inclinar la cabeza y pasar de largo ante este batallón de guardas forestales.
Así que se puede combatir el fuego con árboles, que siempre están ahí y son los más interesados en abatirlo. Las barreras de cipreses pueden ser la solución en sitios de difícil acceso para los medios de extinción, en zonas residenciales o como refuerzo a cortafuegos tradicionales. Los ecologistas advierten que no es aconsejable introducir especies ajenas al hábitat autóctono, ya que alteran el ecosistema y perjudica al resto de plantas. Así mismo, la hojarasca del ciprés acidifica y empobrece el suelo, impidiendo que crezca nada debajo.
A mí me parece que es mejor un monte con árboles “extranjeros” que uno calcinado durante muchos años. Sé poco de ecosistemas, y no defiendo la práctica discriminada de especies foráneas, pero en este caso, el ciprés podría salvar montes, vidas humanas y multitud de animales, que no es poca cosa.
En fin, esperaremos los estudios definitivos de los expertos y daremos por terminada la historia de los 946 cipreses. El tiempo dirá si es buena solución o no. Por cierto, ¿conocéis la canción “El guarda forestal” de los sevillanos Pony Bravo?
Hasta el lunes que viene.
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