Ciudad Real Digital
Barricada Cultural
06/05/2013
INTELIGENCIA NATURAL
por Eva Martínez Cabañas
Decía Antoine de Saint-Exupéry que lo esencial es invisible a los ojos. Y a menudo es tan literal, tan natural y tan desconocido que me pregunto hasta qué punto somos conscientes de la realidad que nos rodea.
La micorriza, que es la mitad invisible del bosque como diría Juan Carlos Ortega, es una bella historia de colaboración y eficacia. Se origina debajo de la tierra. En lo profundo. Los hongos del suelo se asocian con las raíces de árboles y otras plantas para mejorar la vida de ambos organismos. La mayoría de las personas ignoran este acuerdo sin firmas ni documentos, así como los maravillosos logros que produce.
El hongo coloniza las raíces, llegando a ser parte de ellas, y se extiende por el suelo como una alfombra benevolente que absorbe nutrientes y agua. La planta protege así sus raíces de enfermedades, incrementa su resistencia y se ancla mejor al suelo. A cambio de su trabajo, el hongo recibe su sueldo: un aporte de hidratos de carbono como azúcares y almidones que no produce por si mismo al no poder realizar la fotosíntesis. La tierra también se enriquece, ya que segregan ácidos orgánicos bastante potentes que disuelven piedras calizas y liberan calcio y otros minerales útiles en la producción de humus.
La Universidad de Columbia en Vancouver (Canadá), descubrió que, a través de las micorrizas, el agua y los nutrientes tienden a fluir de los árboles con exceso de comida a los que no tienen suficiente. Los árboles jóvenes con mayor acceso a estas redes crecen más sanos. Encontraron que una red de micorrizas cubría toda la superficie del bosque y que cada árbol se conectaba con varias docenas de otros árboles. ¡Y algunos estaban a más de 30 m. de distancia! Además, las redes de micorrizas pueden conectar plantas de distintas especies. ¡Internet biológico!
¿Os acordáis de Barbol, el ent de El Señor de los Anillos? ¡Cómo me gusta a mí ese árbol andante que protege a los suyos!
Las plantas tienen relaciones complejas entre ellas. Esta afirmación nos exige un cambio de mentalidad. Tenemos que aprender a ver y a respetar lo que nos nutre. Y es que, aunque puedan parecer indefensas y pasivas, su capacidad de interactuar y comunicarse es admirable, sobre todo a la hora de defenderse de sus depredadores.
Wouter van Hoven, zoólogo de la universidad de Pretoria (Sudáfrica) encontró varios antílopes llamados kudus muertos por inanición. Y en una zona acotada donde podían alimentarse perfectamente y lejos de cualquier amenaza. Al examinar los estómagos de los animales, encontró restos de hojas de acacia, su alimento natural. Pero con unos niveles de taninos (una toxina vegetal) demasiados altos. Organizó a sus colaboradores y, en nombre de la ciencia, golpearon durante dos horas las ramas y hojas de una acacia. Tras la paliza, tomaron muestras del árbol y comprobaron que el nivel de taninos había aumentado un 250% Al analizar las hojas de los árboles de alrededor, que no habían sido apaleados, hallaron los mismos niveles de taninos. Van Hoven no sabía cómo, pero los árboles se estaban comunicando.
Los biólogos norteamericanos Ian Balwin y Jack Schultz dieron con la solución en un estudio con arces. Ante la presencia de herbívoros hambrientos, los árboles emitían etileno, una molécula de comportamiento hormonal que provoca en los árboles de alrededor un aumento del nivel de taninos en sus hojas. ¡Guau!
Una planta de Sudáfrica, Orphium frutescens, solo libera polen cuando el zumbido del insecto que se acerca entona la nota musical Do. Esta pequeña serenata sabe tocarla la abeja carpintera, consiguiendo así el dorado polen de la planta.
También sabemos que el maíz, al sufrir un ataque de orugas, emite un gas que atrae a avispas que se alimentan de orugas; y que la col consigue hacer algo parecido cuando es atacada por larvas.
Y es que las plantas saben defenderse y mejorar la especie. Uno de los venenos más poderosos del planeta, la ricina, se encuentra en un “inofensivo” arbusto, el ricinus communis. Las plantas de tabaco eligen el polen mejor preparado genéticamente, y la Steudnerifolium caladium finge estar enferma para evitar las larvas de las polillas. ¡Y luego nos creemos listos! ¿Os acordáis cuando en Master and Commander el capitán del barco imita al insecto palo para defender su barco?
Hoy pido respeto por la naturaleza en su más amplio sentido, porque nos supera con creces en inteligencia, belleza y adaptación; y porque, a pesar de nuestra ceguera, se permite el lujo de cuidarnos como una madre buena y amorosa. Le debemos la vida, multitud de enseñanzas y acomodo ¿Qué más podemos pedir? Yo ya estoy echando raíces…
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