CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
7/10/2013
Por Eva Martínez Cabañas
Como
nuestro Vázquez habrá colgado una preciosísima foto que ilustre lo que quiero plantearos
(ya sabéis que él prefiere un solo fotograma a mil palabras), ya os habréis
hecho una ligera idea de lo que quiero contar este lunes. Que no es que quiera
quitarle importancia a los extraños sucesos que ocurren en nuestra provincia (de
eso ya está pendiente David), pero estas pequeñas cosas me hacen reír y me gusta
compartirlas.
Pues
bien. Vamos a contar cómo estas rocas provocadoras parecen decir ¡Eh, mírame!
¡Mira lo que hago…!
Y
es que se mueven lentamente. Mucho más despacio que el ritmo que imprimen los
caracoles al subir por el tallo. Mucho más lento que el paseo celeste del Sol
hasta el ocaso; y mucho más parsimonioso que la capacidad que tienen las niñas
de nuestros ojos para captar el movimiento.
Aunque,
a día de hoy el movimiento de las rocas no se ha visto ni se ha filmado, estas
orgullosas piedras se encargan de dejarnos testimonio de su hazaña de una forma
contundente y clara: con una estela o surco medible, muy visible, y que a veces
tiene forma curva o se cruza con otro surco. ¡El espectáculo es mejor que una
ópera de cuatro horas!
A
estas rocas se las conoce con el nombre de piedras viajeras o piedras rodantes.
Se mueven lentamente por la superficie agrietada de la playa de un lago seco y,
digan lo que digan, es un fenómeno geológico de lo más extraño. ¿Será que
buscan a Mahoma? (perdón por el chiste). En su movimiento no intervienen
humanos o animales. Tampoco el viento parece ser el responsable, ya que piedras
de 300 kg
necesitarían vientos de casi 300
km/h para desplazarse.
Aunque
pueden encontrarse en otros lugares del planeta, el sitio emblemático para
contemplar el pétreo espectáculo es Racetrack Playa, un lago seco estacional
que está situado al norte de las montañas Panamint, en el parque nacional del valle
de la Muerte
en California, Estados Unidos.
Ahora
vamos con nuestro momento “aprenda idiomas como quien no quiere la cosa”: en
inglés estas piedras se conocen con el bonito nombre de sailing stones (yo las
hubiera llamado Rolling Stones… Oh, yeah!) Por cierto… “playa” es el nombre que
se utiliza en inglés para denominar los lagos secos.
Bueno,
el caso es que en el valle de la
Muerte las piedras se mueven…
Los
nativos de la zona dicen que las mueven los espíritus, y los primeros
exploradores y buscadores de oro opinaron que las movía algún tipo de campo
magnético terrestre.
Racetrack
Playa se encuentra a 1.130 m .
sobre el nivel del mar, tiene 4,5
km . de longitud de norte a sur y 2 km de este a oeste. Es
excepcionalmente plana, y dos islas de roca carbonatada descansan en su
superficie. La playa está seca durante casi todo el año y no tienen vegetación.
Tiene dos estaciones de lluvia, una en invierno y otra en verano. Y es en esta
época, sobre todo en invierno, cuando el agua desciende desde las montañas
hasta la playa. Se forma entonces un lago poco profundo que se evapora
rápidamente y deja un lecho de barro, que cuando se seca y resquebraja forma grietas
en forma de polígonos geométricos.
En
este seco escenario, las rocas comienzan su actuación. Las que poseen
superficies irregulares dejan surcos con estrías. Las que poseen superficies
más lisas simplemente se deslizan. Dicen que, en ocasiones, una roca se da la vuelta,
imprimiendo al terreno una parte diferente de sí misma que modifica el tamaño y
el aspecto del rastro ¡Cómo me gustan estas cosas! ¿Cómo narices se dan la vuelta.
Supongo que ahí el viento sÍ que les sopla en la oreja…
A
lo largo de varios meses pueden desplazarse decenas de metros. Su estela o
senda parece no responder a un patrón lógico, ya que en apariencia lo hacen en
distintas direcciones, aún luego de moverse un tramo en paralelo. También
presentan distinta longitud de trayecto aunque las rocas tengan un tamaño
parecido. ¿Os acordáis de la tercera entrega de Piratas del Caribe, cuando las
piedras de la playa cobran vida y acaban moviendo el barco de Sparrow?
El
geólogo George M. Stanley desarrolló una teoría en 1955: el movimiento es
consecuencia de una acción conjunta del viento, el hielo y el barro o arcilla.
Cuando la fina capa de agua que cubre el lago se congela, las piedras quedan
atrapadas en el hielo. Luego las placas de hielo se funden, flotan sobre una
película acuosa que lubrica el contacto con la arcilla resbaladiza haciendo que
todo el conjunto (aquí se incluyen las rocas) sea desplazado por el fuerte
viento. Este ciclo se repite año tras año, depositando las rocas a cientos de
metros de su situación original. La brevedad de estos desplazamientos hace el
movimiento imperceptible.
En
los años noventa se colocó dispositivos GPS en varias rocas (yo les hubiese colocado
una cuerda). Esto pareció corroborar la tesis de Stanley, ya que las piedras se
movieron ligeramente después de algunas tormentas.
Hala…
ya nos han espachurrado el misterio…
Sin
embargo, a estas piedras dan ganas de colocarles un dorsal con un número sobre
el lomo… ¡La carrera va a comenzar, señores y señoras! ¡Apuesten por su roca
preferida! Eso sí… tendremos que volver en unos meses para medir lo que se han
movido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario