CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
21/10/2013
Por Eva Martínez Cabañas
Olivier Messianen, compositor y organista francés del siglo XX afirmó: “Uno de los grandes dramas de mi vida consiste en decirle a la gente que veo colores cuando escucho música, y ellos no ven nada, nada en absoluto. Eso es terrible. Y ellos no me creen. Cuando escucho música yo veo colores. Los acordes se expresan en términos de color para mí. Estoy convencido de que uno pude expresar esto al público”.
Pues bien, esta increíble capacidad que poseen algunas personas se denomina sinestesia, y se entiende como la percepción de una misma cosa a través de dos sentidos diferentes.
Sinestesia es un término que deriva de dos palabras griegas: junto y sensación. No he podido encontrar una cifra común que determine el tanto por ciento de personas que cuentan con esta facultad, pero sí puedo decir que los datos hallados no exceden del 10% de la población.
La neurofisiología nos cuenta que los sinestésicos son personas que al ver o escuchar una imagen también perciben sensaciones gustativas o texturas determinadas reales, no figuradas. Un sinestésico puede percibir cierto sabor al tocar la superficie de un mueble, percibir que come triángulos al introducir un alimento determinado en su boca o apreciar el color amarillo junto a la letra S. Esta fusión de sentidos provoca que las palabras tengan sabor, la música sea de colores o las palabras se degusten en la boca produciendo emociones placenteras junto con la experiencia sensorial.
En algunos casos la sinestesia sucede incluso cuando alguno de los sentidos está dañado. A este fenómeno se le denomina “Colores marcianos”. El término proviene de la primera persona estudiada: un sujeto parcialmente daltónico que afirmó ver colores alienígenas tras contemplar colores desconocidos para él junto a ciertos sonidos
La mixtura sensorial es diferente y personal para cada individuo, y solo se da de forma unidireccional. Dicen los neurólogos que suele ser una condición hereditaria y no es una habilidad que pueda aprenderse o adquirirse. Los sinestésicos también suelen poseer una memoria prodigiosa que les permite recordar hechos con un nivel de detalles asombroso, así como otras habilidades poco frecuentes. Suele localizarse más a menudo en autistas y en algunos tipos de epilépticos, en artistas, personas creativas y, con mayor frecuencia, en mujeres que en hombres.
Las investigaciones muestran que la sinestesia ocurre mucho más frecuentemente de lo que se pensaba. Hay catalogados hasta sesenta tipos, y el más común el ver colores al oír o leer letras o números. Algunos poseen una profunda sensibilidad musical y pueden identificar sonidos a nivel inconsciente. Otros se deleitan visualizando muchos colores o sabores.
El primero en hablar de ello fue el doctor G.T.L. Sachs en 1812. Él y su hermana eran albinos y también experimentaban sensaciones visuales al escuchar determinados sonidos. Sachs realizó la primera descripción de este fenómeno. Hoy en día, los estudios realizados afirman que las percepciones no se deben a un efecto de la memoria o un excesivo lenguaje metafórico, sino a un efecto sensorial real y genuino.
Al margen de esta capacidad o logro sensorial, estos efectos también pueden provocarlos algunas drogas como la mescalina, el ácido lisérgico o el LSD, que aumenta las capacidades sinestésicas del cerebro a la vez que lo destruye irremediablemente.
Nos cuentan desde la Universidad de California, en Estados Unidos, que la sinestesia se debe a una activación cruzada de áreas adyacentes del cerebro, las cuales procesan diferentes informaciones sensoriales. Este cruce se produce por un fallo en la conexión de nervios entre las distintas áreas, causado al desarrollarse el cerebro en el útero materno.
Y tiene su origen en la infancia. Según un estudio realizado por la investigadora Daphne Maurer, todos los bebés menores de cuatro meses presentan sinestesia. Normalmente a medida que avanza el desarrollo se produce lo que ella denomina una poda neuronal, que elimina estas conexiones adyacentes. Cuando este proceso no se da o no se completa, la persona puede experimentar sinestesia. Las investigaciones también afirman que se trata de un rasgo dominante ligado al cormosoma X que nos transmite nuestra madre.
Según el neurólogo norteamericano Richard Cytowic, esta capacidad es involuntaria y automática, ya que no se puede suprimir la experiencia. Es localizable en el espacio porque una vez establecida perdura a lo largo de los años y es consistente, genérica, duradera y de importancia emocional.
Y es que volvemos a lo de siempre: Nuestro cerebro solo emplea un 10% de su capacidad real. Sería realmente fantástico poder contemplar el mundo de una manera holística a través de todos nuestros sentidos. Leía una vez que las palomas y los periquitos se reconocen entre ellos gracias a los colores irisados que poseen en la zona del cuello, esos que a nosotros nos recuerdan a los arcoíris de los charcos de gasoil o a las pompas de jabón.
Los humanos vemos la realidad que nos rodea de manera única y muy variada. Esto me lleva a hacer una pequeña reflexión: Sería interesante que nos escucháramos con más frecuencia los unos a los otros. Pero de una manera real y enriquecedora. Si las experiencias cambian en virtud de lo que somos capaces de percibir y la forma en que lo hacemos, las emociones y experiencias que nos provocan también son múltiples. ¿Os imagináis lo que provocaría que integrásemos con naturalidad la realidad propia de los demás junto a la nuestra? Nuestro mundo se ampliaría, sería más generoso y aprenderíamos a querernos por lo que somos. Esto los niños sí que saben hacerlo...
Por cierto, en literatura se llama sinestesia a una figura retórica que mezcla diferentes sensaciones de los sentidos para asociarlas y expresar así emociones en un poema o relato.
Rojo chillón... Canción triste...
Y Decía Juan Ramón Jiménez, poeta español del siglo XX:
“Dos cosas despertaron mis antojos
Extranjeras no al alma, a los sentidos:
Marino, gran pintor de los oídos,
Y Rubens, gran poeta de los ojos...”
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