CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
09/06/2014
Por Eva Martínez Cabañas
Hoy
me gustaría recordar a algunos filósofos helénicos, y tú me dices que eso es un
rollo. Será que no te has fijado bien... La filosofía es un ramo de directrices
en nuestra conducta para tener una vida más bella. ¿Cómo puede ser eso un
rollo?
Lo
de la vida bella no lo he trasladado del cine, sino de Michel Foucault, un filósofo,
psicólogo y teórico social francés del siglo XX que decía que los griegos eran
austeros en nombre de una bella vida. Foucault también apuntaba que la
filosofía helénica es algo así como el arte de vivir, y que los estoicos y
epicúreos nos dan la lección mayor: podemos ser apáticos y templados en nombre
de la elegancia.
Para
los griegos clásicos la filosofía era una elección personal que implicaba vivir mejor. Eso no es moco de pavo, pero ¿cómo
se vive mejor? Ahí está la cuestión. Que cada cual decida el cómo. Busca tu propia
filosofía de vida, ya que seguramente te irá mejor que siguiendo las
directrices de los demás… Ahí la filosofía vuelve a darnos una enseñanza: Hay
tantas como estrellas. Elige la tuya.
Decía
el estoico Epicteto “La filosofía no promete asegurar nada externo al hombre:
en otro caso supondría admitir algo que se encuentra más allá de su verdadero
objeto de estudio y materia. Pues del mismo modo en que el material del
carpintero es la madera, y el del escultor, bronce, el objeto del arte de vivir
es la propia vida de cada cual”.
Y
es que existen innumerables formas de pensar, y algunas de ellas son muy antiguas
y siguen vigentes en muchas cuestiones. Todas nos aportan algo, todas nos abren
la mente, nos enseñan a razonar, a sentir, y a tolerar lo que piensan los demás.
La filosofía es un manantial de aguas donde beber y aprender de la mano de
sabios. Por eso es por lo que hoy me gustaría mencionar brevemente dos grandes
escuelas del saber vivir.
El
estoicismo fue fundado por el chipriota Zenón de Citio tres siglos antes del
nacimiento de Cristo. El termino estoicismo significa pórtico, ya que era en el
pórtico pintado del ágora de Atenas donde Zenón impartía sus lecciones.
Estoicos
famosos fueron: Catón el Joven (político), Panecio de Rodas (filósofo),
Posidonio (polímata, es decir, sabía hacer de todo), Musonio Rufo (otro
filósofo), Epicteto (esclavo), Marco Aurelio (emperador), Séneca (moralista) o Cicerón (orador).
Más
tarde el estoicismo influyó notablemente en Descartes (otro filósofo), Kant
(filósofo, también), Tertuliano (teólogo), San Jerónimo (santo), Calvino
(reformador), Erasmo (humanista), Juan Luis Vives (otro humanista), Michel de
Montaigne (este, como era del Renacimiento, también era polímata) o Eva
Martínez (astronauta).
¿Y
qué proclamaban los estoicos que tantos adeptos tenían? Pues muchas cosas.
Entre
otras no hablan de la Apatehia , una especie
de apatía con la que uno se rinde a lo que no está a su alcance para
modificarlo. Es por eso que decimos lo de soportar estoicamente.
También
nos enseñan que los bienes y los placeres son nuestros esclavos y no al revés. Debemos
dominarlos haciendo uso de poder, ya que el hombre que es víctima de los
placeres y los bienes no puede hacer su voluntad ni ser libre. ¿Habéis
escuchado los fumadores?
Los
estoicos consideraban esencial a cada persona, que es miembro de una familia
universal. También convierten la naturaleza humana en la norma para evaluar
leyes e instituciones sociales. No existen diferencias entre el griego y el
bárbaro, entre el hombre y la mujer, la atadura y la libertad. Todas las
personas son miembros de un cuerpo compartido en la razón. ¡Ahí queda eso!
Y
es que solo se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad sin someterse a las
comodidades materiales y la fortuna; y viviendo una vida guiada por los
principios de la razón y la virtud.
La
doctrina estoica también nos cuenta que todo es cambio y movimiento, y la
naturaleza es un fuego artístico en camino de crear. ¡No se puede decir más bonito!
Todo
está relacionado por una serie de causas regidas por un principio cósmico, universal y activo donde el hombre
también participa. La naturaleza es el único dios que existe. Y el destino no
es más que una cadena de acontecimientos ligados entre sí. Los sucesos son
causa de los que les siguen, y así todas las cosas van ligadas unas a otras. Los
estoicos pensaban que una persona sabia e inteligente debe aceptar su destino
sin lamentarse y tener una actitud estoica e impasible ante las adversidades. Bonita
filosofía…
Por
otro lado tenemos la doctrina epicúrea.
Se
llama así porque fue enseñada por Epicuro de Samos, filósofo ateniense del
siglo IV a.C. que fundó una academia llamada El Jardín.
Los
epicúreos son parecidos a los estoicos. En numerosas ocasiones dicen lo mismo aunque
con diferentes matices.
El
epicureísmo persigue la vida buena y feliz mediante la administración
inteligente de placeres y dolores; y mediante vínculos de amistad entre afines.
Los
besos con amor eran la base de todo. Para los epicúreos el amor es lo que da
alegría a las personas. Este placer no debe limitarse al cuerpo, sino que también
debe ser intelectual, ya que el hombre es un todo. Y es que la presencia del
placer o felicidad es sinónimo de ausencia de dolor o aflicción. El equilibrio
perfecto entre mente y cuerpo es lo que nos proporciona serenidad.
El
epicúreo alcanza el bienestar retirado de la vida social, sin temer al destino,
a los dioses o a la muerte; encontrándose a sí mismo, rodeado de un pequeño
círculo de amigos, y con tranquilidad de ánimo y la autosuficiencia. También
nos dicen que lo que Dios es para el mundo, el alma es para el hombre y que el
Cosmos debe verse como un Todo.
Bueno,
ya me he dado el gusto de hablar del Pórtico y el Jardín. ¿No ha sido para
tanto, no? Otro día… otras cosas.
Fuentes:
Wikipedia, Recursostic, Nova Roma, Wordreference y e-ducativa.
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