CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
26/05/2014
Por Eva Martínez Cabañas
En
enero de 2013, el programa Animal Planet, de la cadena televisiva Discovery
Max, emitió en Estados Unidos un documental monográfico donde el biólogo marino
Paul Robertson trataba de frenar la supuesta utilización de un radar
ultrasónico por parte de la
Marina estadounidense. Robertson afirmaba que esta tecnología
era causante de la destrucción de millones de cetáceos que aparecían en las
playas muertos y con sangre en los oídos.
El
documental, llamado “Sirenas, ¿realidad o mito?, también mostraba otro hecho no
menos impactante: el hallazgo de una nueva especie de mamífero marino
encontrado en el estómago de un tiburón. El equipo de biólogos de Robertson había
recuperado el 30% de un humanoide con cola de pez y restaurado su cráneo, proponiendo
la teoría del Simio Acuático como explicación del hallazgo. El programa tuvo
treinta dos millones de espectadores, y en los días siguientes las redes
sociales no hablaban de otra cosa.
Como
si se hubiese pulsado un importante botón, dos agencias del gobierno de Estados
Unidos: la administración Océanico-Atmosférica de estados Unidos (NOAA), donde
Robertson había trabajado, y el Departamento de Estados Unidos para la Seguridad Nacional ,
hicieron declaraciones públicas a la prensa cuestionando las afirmaciones de la
película, incluidas las acusaciones sobre el peligroso radar.
Ante
la magnitud del descubrimiento, el equipo de Robertson sacó el cuerpo marino de
Estados Unidos, pero el gobierno sudafricano se lo arrebató sigilosamente en
Ciudad del Cabo.
En
diciembre de 2013, se emitió un segundo documental llamado “Sirenas, la nueva
evidencia”, donde el biólogo afirma que el primer documental no ha conseguido frenar
las peligrosas pruebas de la
Marina , y que el radar continúa trabajando en los fondos
marinos. También se muestra el impactante video de dos cartógrafos de fondos
marinos que trabajan para empresas petroleras y de gas, quienes filmaron a una
extraña criatura abismal con dedos palmeados.
Hace
poco, la cadena Discovery Max emitió el primer documental en España. También se
ha emitido en otros lugares del mundo. En Israel, el alcalde del pueblo litoral
de Kiryat Yam ha prometido una recompensa de un millón de dólares a quién
aporte una prueba 100% fiable que demuestre la existencia de estos seres. El
mandatario explica que desde niño ha oído contar numerosos avistamientos de
estos seres, y especialmente desde 2009, fecha en que se construyó un paseo
marítimo.
Si
os apetece ver estos documentales, podéis encontrarlos fácilmente en YouTube.
Las
sirenas aparecen por primera vez en pinturas rupestres del Paleolítico tardío,
en plena Edad de Piedra y en lugares como Egipto o Australia. De esto hace unos
30.000 años. ¡Increíble!
Posteriormente,
la mitología griega las convirtió en leyenda. Todas las divinidades griegas
fueron importadas de los devas, que eran los primitivos indios anteriores al
hinduismo, pero como estos habitantes arios de las elevadas llanuras asiáticas
no conocían el mar, se cree que fueron los fenicios quienes introdujeron el
culto en los griegos.
En
la antigua mitología helena, Océano es hijo del Cielo y de la Tierra. Se casa con su hermana Tethys y, entre otros
hijos, tienen a Aqueleo. Este último se casa con la musa Calíope, quien da a
luz a sus tres hijas: las Sirenas. Sus nombres fueron Leucosia (Blanca), Ligea
(Armoniosa) y Partenope (Ojo de Virgen). La diosa Ceres las convirtió en
monstruos, mitad mujer y mitad pájaro, ya que estas habían presenciado
indiferentes el rapto de su hija Proserpina. Las sirenas huyeron a unas islas
situadas en Italia. El oráculo predijo su muerte: “cuando un hombre pasase
delante de ellas sin detenerse”, así que estas se esforzaban en atraer a los
navegantes con armoniosos cantos y dulce música
de liras y flautas.
Las
Nereidas eran las cincuentas ninfas del Mar Mediterráneo, que vivían en las
profundidades del océano y emergían para ayudar a los marineros. Muchos siglos
después de los griegos clásicos, los pintores, escultores y escritores sin
demasiados conocimientos en lengua griega confundieron a las Nereidas con las
Sirenas. A las primeras le otorgaron talentos musicales e instintos crueles,
mientras que otorgaron a las Sirenas su mitad de pez, y su bondad con los
marinos. Los tritones sufrieron las mismas alteraciones, y estos hombres
marinos con el tiempo fueron descritos como monstruos con cola de pescado y
largos cabellos y barbas color del mar.
En
el siglo IV a.C. Platón las describe como las cantoras de las Islas de los
Bienaventurados.
Posteriormente,
en el siglo I, el naturalista griego Plinio el Viejo, quien recopiló en su
Enciclopedia numerosos seres ficticios dándolos por reales, rehusó sin embargo dar
crédito a las sirenas, encontrando en los animales la causa directa del origen
de esta leyenda marina. Asegura en su libro sobre aves: “No creo en las
sirenas, aunque Dinon, padre de Clearco, autor célebre, asegura que existían en
la India y que
seducían a los hombres con sus cantos a fin de cortarlos en pedazos así que se
dormían”. En otro lugar declara: “Las sirenas acuáticas son verdaderos pescados
que recuerdan vagamente nuestras facciones y que se cogieron varias en las
costas de Galia”.
En
la Edad Media
se retoman con fuerza las leyendas griegas, y se nombra en numerosas ocasiones
a ondinas y náyades (ambas ninfas acuáticas de espectacular belleza que habitan
en lagos, ríos, estanques y fuentes), o a las sirenas y nereidas.
Según
el fraile Vincent de Beauvais (siglo XIII): “Para desembarazarse de las sirenas
es menester arrojar al mar botellas vacías: las sirenas se entretienen en
correr tras ellas y entretanto uno se escapa. Más vale aún evitar el oírlas, y
para esto se deben estopar los oídos lo mismo que se tapa una abertura en un
buque”
En
el antiguo Oriente las sirenas eran las esposas de los dragones marinos, y
servían de mensajeras de confianza entres sus cónyuges y los emperadores de la Tierra. En el 1000 a .C, las sirenas
aparecen en Asiria (ciudad al norte de la antigua Mesopotamia y actual Irak). En
algunos cuentos antiguos chinos, las sirenas aparecen como una especie cuyas lágrimas
se convierten en perlas, y pueden tejer una tela muy ligera, hermosa,
transparente y valiosa. Es por esto que los pescadores siempre piensan en
capturarlas, pero ellas lo dificultan mediante su canto.
En
España, existen también bonitas leyendas como el de “La Sirenuca ”, una sirena
cántabra que tuvo origen humano. Su madre, harta de que desobedeciera para ir a
los peligrosos acantilados, gritó en una ocasión “Permita Dios que te vuelvas
pez”, y así sucedió. Desde entonces alerta con su canto a los marineros que se
acercan peligrosamente a las escarpadas costas.
En
el País Vasco se cuentan las historia de las Itxaslamiak, o Lamias en
castellano, unas mujeres con larga cola de pez, que peinan sus cabellos con
peines de oro, de los que dependen totalmente. Quien quiera capturarlas debe
robarle el peine, aunque esto les enfurece hasta tal punto que pueden ahogar al
ladrón o traer mal tiempo a las costas. En ocasiones se enamoran de los
pescadores vascos.
En
Extremadura las sirenas viven en los ríos, de los que salen para ahogar a los
hombres después de seducirlos con sus cantos. Se cuenta que existe una sirena
que nada por las aguas del Tajo en Garrovillas, y otra que cada noche de San
Blas sale de la fuente de Luná, en Usagre, para atraer y ahogar a sus víctimas.
Para
finalizar, en literatura podemos
recordar a las sirenas de la
Odisea de Homero, a Jasón y los argonautas, el precioso
cuento del siglo XIX “La Sirenita ”,
de Christian Andersen, los cuentos árabes de “Las mil y una noches”, o “La
vieja sirena”, de José Luis Sampedro. Todas ellas bellas, sabias y rodeadas de
misterio.
Fuentes:
Wikipedia, El País, Muy Interesante, Tejiendo el mundo, El rincón de Irenia, El
Mundo.es, ¡Despierta! y Mistery Planet.
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