lunes, 24 de noviembre de 2014

CIUDAD REAL CÉLEBRE: GENERAL AGUILERA


CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
17/11/2014
Por Eva Martínez Cabañas






El general Aguilera es Hijo Predilecto de Ciudad Real y tiene una calle a su nombre en el centro de la ciudad, la cual conecta la plaza Mayor con la del Pilar y forma parte del núcleo comercial y financiero de la ciudad. Por ella hemos paseado multitud de veces saludando a conocidos y amigos, y sin embargo solo nuestros mayores y un puñado de curiosos saben a quién homenajea su  placa azul desde las alturas.

Y eso no puede ser. En nuestra amalgama cultural vamos a hacerle un huequito a los personajes ilustres y monumentos de nuestra tierra. Solo unos poquitos datos, pero los suficientes para saber que nuestra ciudad es rica en historias y personajes interesantes.

Comenzamos con nuestro general.

Se llamaba Francisco Aguilera y Egea, y nació en Ciudad Real el 31 de marzo de 1857. Fue un militar de prestigio en una época de colonialismo y un político antidictatorial en tiempos de represión.

Alcanzó el generalato durante su participación en la Guerra de Cuba (1895-1898), siendo muy joven y por méritos de guerra. Este conflicto por la independencia de los cubanos contra el dominio español terminó con la rendición del ejército colonizador ante el avance militar estadounidense junto a los mambises, que eran los integrantes del ejército independentista cubano.

Años después ascendió a general de división en la Guerra de Marruecos, y más tarde a teniente general. En las campañas que se desarrollaron en el norte de África entre 1909 y 1914. Su brigada y posterior división solía encabezar las acciones ofensivas, y nunca sufrió una derrota.

Este enfrentamiento tuvo su origen al sublevarse las tribus y cábilas de la región montañosa del Rif contra las autoridades coloniales de España y Francia. Cábila es una palabra de origen árabe que hace referencia a las tribus de árabes y bereberes del norte de África, independientes tanto política como socialmente, así como al territorio donde se asentaban. Cada una de ellas estaba gobernada por un gobernador llamado caíd.

Las cábilas del noroeste del Magreb estaban bajo gobierno del sultán de Marruecos, aunque según contaba el embajador británico en España, Arthur Nicholson, era ficticia ya que las tribus de la zona eran independientes y belicosas. En 1909 estas tribus agredieron a los trabajadores españoles de las minas de hierro del Rif, muy próximas a Melilla, por lo que intervino el ejército español.

Nuestro general tomó parte en la Guerra de Melilla (1909), un conflicto que enfrentó a las tribus del Rif en los alrededores de esa ciudad. Su hecho más destacado fue el desastre del Barranco del Lobo, donde las tropas españolas fueron derrotadas por los rifeños. En España, las protestas contra el envío de tropas de reserva desde la península desembocaron en la llamada Semana Trágica de Barcelona, ya que la mayoría de estos reservistas eran padres de familia de clase obrera.

Y también participó en la Batalla de Tetuán, un enfrentamiento que tuvo lugar en 1859 y 1860 por la posesión de la plaza. De un lado estaba el Ejército de Marruecos, del otro el Ejército Español de África. Tras una semana de luchas la victoria fue para las tropas españolas, que controlaron así los ataques a las ciudades de Ceuta y Melilla y se hicieron con su objetivo. El general Aguilera se ocupó la plaza de Tetúan desde 1911.

El general Aguilera abandona el ejército, y en 1917 comienza su trayectoria política al ser nombrado ministro de Guerra. Un año después fue nombrado senador vitalicio, y llegó a ser presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina. Así mismo fue promotor de numerosos cambios y reformas, como la instalación en Ciudad Real del regimiento de artillería, gozando además de gran popularidad y prestigio.

Llegó al ministerio con el encargo de acabar con el problema de las Juntas de Defensa, unas organizaciones corporativas militares legalizadas durante el reinado de Alfonso XIII donde los oficiales con destino en la península ejercían presión sobre el poder civil. Intervenían activamente en la vida política, y reclamaban el aumento de sus salarios argumentando la pérdida de poder adquisitivo por la I Guerra Mundial. Así mismo solicitaban ascensos por los méritos de guerra obtenidos por sus compañeros destinados en Marruecos. Estas Juntas de Defensa militares fueron abolidas diez meses antes del golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera.

Su declive político se inicia al mantener Aguilera un duro debate con el Senado a causa del expediente derivado del Desastre de Annual y su depuración de responsabilidades. 

El desastre de Annual (1921) fue la derrota militar española en la Guerra del Rif de Marruecos por parte de las tropas de Abd el-Krim, que ocasionó 12.000 bajas en las tropas españolas (de las bajas del otro bando no tengo datos) y acabó con 12 años de presencia española en Marruecos. Esta derrota provocó una crisis política que socavó la monarquía liberal de Alfonso XIII, y fue la causa directa del golpe de Estado y de la dictadura de Miguel Primo de Rivera.

El denominado desastre fue propiciado por la actuación temeraria del general Manuel Fernández Silvestre, comandante general de la zona de Melilla y subordinado de Dámaso Berenguer, motivo por el que este último fue procesado y separado del servicio por sus responsabilidades, aunque fue amnistiado y rehabilitado tras el golpe de estado de Primo de Rivera en el año 1923. Poco después fue nombrado jefe de la Casa Militar del Rey.

En el serio encontronazo con el Senado, Francisco Aguilera apoya al ejército y concretamente al general Berenguer, ya que se depuraba responsabilidades en el ámbito militar y se exculpaba a los políticos civiles. Escribió una carta muy dura al expresidente del gobierno, Joaquín Sánchez de Toca, que se convirtió en un auténtico escándalo cuando este último la hizo pública. Más tarde tuvo otro encontronazo con otro defensor civilista, el político José Sánchez Guerra, quien le propino una sonora bofetada en público que acabó con su prestigio.

Mantuvo una oposición de hierro frente a la dictadura de Primo de Rivera, siendo uno de sus principales líderes, y llegó a convertirse en símbolo de la oposición militar hacia el gobierno en la conocida como Sanjuanada de 1926.

Este intento de levantamiento se llevó a cabo la noche de San Juan. Aguilera contó con la ayuda del coronel Segundo García, el general Domingo Baten, el teniente coronel Bermúdez de Castro, el prestigioso general Valeriano Weyler, y un grupo muy heterogéneo de fuerzas políticas e intelectuales del país como Melquíades Álvarez, el conde de Romanones, la Alianza Republicana de José Giral, Ortega y Gasset, Antonio Machado, Vicente Blasco Ibáñez y Gregorio Marañón.

Según el manifiesto lanzado, con esta protesta se pretendía salvar la monarquía, manifestar la demarcación de la corrupción política, y dar un toque de atención a la desastrosa política que practicaba el gobierno autoritario del general Primo de Rivera. Los sanjuanistas fracasaron. Sin embargo, desde su posición de militar con prestigio, Aguilera siguió alentando la conspiración contra el gobierno dictatorial.

También estuvo implicado en el levantamiento de los artilleros o Sublevación de artillería de 1929. El conflicto tuvo que ver con las mencionadas Juntas de Defensa, ya que la Artillería solo permitía el ascenso por escalafón o “escala cerrada”, y rechazaba cualquier promoción por méritos. Primo de Rivera decidió terminar con este asunto unificando el régimen de ascensos en los diversos cuerpos del Ejército.

La reacción de los artilleros no tardó en llegar, y el Primer Regimiento de Artillería Ligera, con sede en el cuartel de la Misericordia de Ciudad Real, se levantó contra el gobierno de Primo de Rivera.

El plan consistía en que, levantadas las guarniciones comprometidas (que eran veintiuna guarniciones de artillería), las fuerzas obreras se lanzarían a la huelga general y los partidos políticos se echarían a la calle. Incluso se pensó en exiliar temporalmente al rey. Pero las únicas guarniciones que se sublevaron fueron las de Ciudad Real y Valencia.

En nuestra ciudad la sublevación comenzó a las 4:30 horas de la madrugadas del 29 de enero. En pocas horas todos los edificios y puntos estratégicos estaban tomados, cortándose comunicaciones y transportes. A la mañana, los vecinos se encontraron que la ciudad estaba ocupada, pero nadie se alarmó.  El propio Primo de rivera tuvo que tragarse la pasividad de los ciudadrealeños por defender un régimen que nadie se molestó en defender.

Los sublevados ignoraban lo que pasaba en el resto de España, pero a la tarde cuatro aeroplanos sobrevolaron Ciudad Real lanzando octavillas en la que se exigía su rendición, informando que España estaba “completamente tranquila” y amenazando con un bombardeo en caso de no deponer su actitud subversiva ante el régimen.

A las 3:00 de la madrugada del día siguiente, cuando los insurrectos se habían rendido y regresado al cuartel, llegaron a Ciudad Real efectivos de los regimientos denominados de Wad Ras y León, de zapadores minadores, y de un escuadrón de lanceros de Alcalá de Henares. El levantamiento ocupó las primeras páginas de la prensa nacional e internacional.

Los militares procesados estuvieron recluidos en la Casa de Ejercicios, situada en la calle Libertad de Ciudad Real, y contigua a la iglesia de los Padres del Corazón de María.

Alejandro Zamarro, uno de los procesados, cuenta en sus memorias el suceso recordando una manifestación de mujeres.

“Uno de estos días, cuando miraba hacia la calle, vi venir un tropel de mujeres jóvenes que se detuvieron ante el convento, queriendo manifestarnos de este modo su simpático interés y hacer comprender el sentir del pueblo por nuestro gesto”.

Cuando los presos pudieron recibir visitas, la ciudad les expresó su apoyo. Escribe Zamarro:

“Hidalgamente el pueblo de Ciudad Real seguía testimoniándonos su adhesión. Recibíamos innúmeras visitas que representaban las más diversas clases sociales”.

Y en Semana Santa hubo algún detalle de solidaridad con los procesados.

“Uno de nuestros artilleros, al pasar la Dolorosa por delante de la terraza del casino, en la que estaba el general Orgaz con los jefes y oficiales de Infantería y autoridades de Ciudad Real, cantó esta saeta: A la Virgen de Dolores / le pido con devoción / que a mis jefes y oficiales / los saque de la prisión”.

El consejo de guerra se celebró en el salón de sesiones de la Diputación Provincial. Hubo numerosos defensores para los acusados, y el día 26 de mayo se leían las sentencias. Se impuso pena de muerte para el coronel Paz y los capitanes Zamarro y Marcide, reclusión perpetua para los comandantes Moltó y Goicoechea, los capitanes Herrero, Barra y Soriano, y los tenientes Sánchez Ramírez, Warleta y Méndez-Iriarte, pero el Tribunal Supremo de Justicia Militar rebajó las penas de muerte y las reclusiones perpetuas. Al día siguiente fueron trasladados a Pamplona, donde permanecieron en prisión militar hasta que el gobierno del general Berenguer los amnistió tras la dimisión de Primo de Rivera.

En 1931 Manuel Azaña, que en aquel momento era presidente del Gobierno Provisional de la recién creada II República española, nombró a Francisco Aguilera capitán general “por los eminentes servicios que ha prestado a causa de la libertad”, y poco antes de suprimir dicho cargo de la nomenclatura militar española. El general Aguilera falleció en Madrid ese mismo año, el 19 de mayo, y a los 74 años de edad.

Para saber más, el director de la Biblioteca Universitaria de Ciudad Real, Antonio Galán Gall pone a nuestra disposición su novela “Duelos (y también quebrantos) del general Pancho Aguilera”.

El autor asegura que el contenido de la novela se inspira en el libro de Francisco Alía Miranda, “Duelo De sables: el general Aguilera de ministro a conspirador contra Primo de Rivera (1917-1931)”, lo que le permitió conocer a un militar nacido en Ciudad Real, que no concordaba en absoluto con las formas de “un espadón”, aquellos generales de los siglos XIX-XX dispuestos a forzar la voluntad del gobierno.

A juicio de Antonio Galán, el general Aguilera fue un militar totalmente moderno que pensaba que el ejército tiene que estar al servicio del pueblo.

En el Museo Municipal podemos contemplar el óleo que el pintor Ángel Andrade realizó al general.



Fuentes: Wikipedia, MCN Biografías.com, la Tribuna de Ciudad Real.es, Centro de Estudios de Castilla-La Mancha, Ciudad-Real.es.

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