CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
13/04/2015
Por Eva Martínez Cabañas
Hoy hablaremos de cómo el rey don Alfonso fizó á Villa Real é la pobló yendo camino de la frontera, según cuentan las crónicas de Alfonso X el Sabio. Hasta aquí parece una historia del oeste americano, pero una cosa está clara, mis queridos convecinos: somos CIUDAD gracias a nuestra ubicación fronteriza, y REAL debido a los intereses territoriales de un monarca. Sé que no es muy poético pero es la verdad.
Todo ocurrió en la Baja Edad Media y durante el mal llamado periodo de Reconquista. Fue esta una época histórica que no apoyaba el término “tolerancia religiosa", y donde los reinos musulmanes y cristianos se disputaban a caballo, sangre y espada el territorio de la península. Este larguísimo proceso de luchas tuvo lugar entre 722 y 1492, año en que los Reyes Católicos arrebataron al emir Boabdil el último reino nazarí: Granada la bella.
Para contar esta historia también es preciso mencionar que en la época existían unas instituciones religiosas y de carácter militar que manejaban poder y fortuna a partes iguales. Entre ellas estaba la orden de Monreal, Cesaraugustana (que significa zaragozana) o la portuguesa orden de Avis. Las ordenes principales fueron la de Calatrava, Santiago y Alcántara, que surgieron en Castilla en el siglo XII, y la orden de Montesa, que se manifestó en el siglo XIV en la corona de Aragón. Estas cuatro fundaciones se enfrentaron impávidamente a los distintos reyes cristianos.
Las crónicas cuentan que en el décimo año del reinado de Alfonso X, el rey tuvo noticias de cómo el califa de Granada había roto los viejos tratados de tregua. El califa se llamaba Muhammad I y era su enemigo Nº 1. Por otra parte, se habían iniciado revueltas en el reino de Murcia y en Jerez, por lo que el monarca convocó en la frontera a todos los nobles aliados. Llegó hasta la población conocida como Pozo Seco o Pozuelo de Don Gil (que los historiadores no se ponen de acuerdo sobre el nombre primigenio de nuestra ciudad). Esta aldea era término fronterizo con las tierras de la orden de Calatrava, enemigo Nº 2 del rey cristiano.
La orden de Calatrava fue la organización donde se refugiaron los templarios españoles tras su masacre a manos de la iglesia católica. La institución tenía su sede en Almagro, y su fortaleza era el Castillo de Calatrava la Nueva, ubicado en la actual Aldea del Rey. Por cierto, en este castillo se invistió Doctor Honoris Causa por la Universidad de Castilla-La Mancha al escritor Umberto Eco.
¿Recuerdan la cruz roja en los botellines de la cerveza Calatrava? ¿No? Este símbolo lo pueden encontrar fácilmente en las localidades de Miguelturra, Almagro, Valdepeñas y en todos los pueblos de la zona denominada Campo de Calatrava, una comarca natural situada en el centro de la provincia de Ciudad Real. Es la misma forma que tienen “las flores”, ese exquisito dulce frito que degustamos en Semana Santa y que nos deja los dedos rebozados de azúcar. Y aunque pueda parecer que me salgo del tiesto, estas cositas también forman parte de nuestra historia. Lo cierto es que los calatravos transformaron la cruz templaria en su intento de pasar desapercibidos, aunque esta continuó siendo roja sobre manto blanco. ¿Y recuerdan las velas de los barcos de Colón? En fin, los templarios portugueses crearon la Orden de Cristo, que lucía los mismos colores, aunque su cruz era más cuadrada.
Volviendo al camino y reconociendo que me encanta pasear campo a través, he de decir que mientras el rey Alfonso esperó a que llegaran sus apoyos, se puso a trabajar y ordenó que aquella aldea se llamase en lo sucesivo Villa Real, la repobló con gentes de la comarca y de la malograda Alarcos, ordenó el trazado de sus calles, y mandó cercarla con nuestra malograda muralla, que sobre todo fue suya. Luego hizo levantar en el norte de la muralla una puerta labrada de piedra en el camino que llevaba (y lleva) a Toledo, y una vez que terminó sus asuntos partió hacia Córdoba y Sevilla para plantarle cara a las tropas moras andaluzas. Mucha energía…
Como curiosidad, me gustaría contar que el rey Alfonso X el Sabio tuvo tres hijos naturales antes de contraer matrimonio. Con su esposa, la reina Violante de Aragón, tuvo otros diez retoños (la reina estuvo a punto de ser repudiada por estéril, pero quedó embarazada tras reposar en la ciudad de Alicante tras su conquista en 1248. Según el testamento del rey, estando casado tuvo otros dos hijos de madre desconocida, y así llevamos quince. El primogénito varón y heredero al trono de Alfonso X se llamaba Fernando de la Cerda. Pero este príncipe falleció en nuestra Villa Real en 1275, cuando se dirigía a hacer frente a los invasores islámicos de Andalucía. El segundogénito de Alfonso X se llamaba Sancho, y según el derecho de usos y costumbres era él quien debía gobernar. No obstante, para el derecho romano la sucesión correspondía al hijo de Fernando de la Cerda, es decir, al nieto de Alfonso X. El rey quiso apoyar a su hijo Sancho como recompensa por su lucha contra los musulmanes, pero su esposa Violante de Aragón, y el rey francés Felipe III acabaron convenciéndolo de que se decantarse por su nieto. Sancho el Bravo, que tenía mal perder, se enfrentó a su padre y le arrebató el poder. Alfonso X acabó desheredando y maldiciendo a su bravo hijo, y tras su muerte, este se convirtió en Sancho IV de Castilla con ayuda de los enemigos de su padre.
Volviendo a la Carta Puebla, Alfonso y Violante de Castilla, con la grandeza de España, en Burgos a 20 de febrero de 1255, dieron licencia y facultad para fundar y poblar la villa de Villa Real, dando a sus moradores las aldeas de Ciruela, Villar del Pozo, Figueruela, Poblet y Albalá, y privilegiándolas en que no pagasen portazgos en parte alguna a excepción de Sevilla, Toledo y Murcia.
Escribió El Sabio: “Y para que este privilegio sea firme y estable, lo mando sellar con mi sello de plomo” ¿Pues no era oro lo que manejaban los reyes? Actualmente el documento original se custodia en el archivo del Ayuntamiento de Ciudad Real.
Fue el rey Juan II de Castilla quien ciento sesenta y cinco años después de la Carta Puebla convirtió Villa Real en Ciudad Real. Lo hizo para reconocer su apoyo al rey contra las órdenes militares. Esto sucedió en el año 1420. Juan II, era ta-ta-ta-taranieto de Alfonso X el sabio. Podemos contemplar su estatua en los jardines del Torreón, un monumento ecuestre de bronce realizado por el escultor Sergio Blanco, que fue más conocido por su carrera musical dentro del grupo Mocedades. “Muy noble Ciudad Real muy leal” reza el lema sobre el escudo de la ciudad.
En el siglo XV Ciudad Real vivió un periodo de apogeo gracias al aumento de población y la producción de vino, lana y cuero. Los Reyes Católicos ubicaron en la ciudad las principales instituciones administrativas. En 1483 situaron en la ciudad El Tribunal del Santo Oficio (aunque preferíamos siete centrales nucleares, majestades) y en 1494 la Real Chancillería, que impartía justicia en el reino. Sin embargo, tras la expulsión y conversión de judíos y musulmanes llegó el progresivo declive.
En 1691 Ciudad Real fue nombrada capital de la comarca de La Mancha, hasta que en 1750 la localidad de Almagro le arrebató el título, al haber sido durante mucho tiempo sede administrativa de la orden de Calatrava. En 1833 se creó la provincia de Ciudad Real con nuestra ciudad como capital.
Y aquí se acaba el cuento manchego de la Carta Puebla. Perdón por mezclar las churras (ovejas de lana basta) con las merinas (las de lana fina). ¿Vamos a terminar sin una cita, verso o apotegma? No. Es marca de la casa. Dice un refrán anónimo a la vez que simpático: “Reyes y gatos son bastante ingratos”.
Hasta otro día.
Fuentes: Historia de Ciudad Real, Obra Social y Cultural de Caja Castilla-La Mancha, Ciudad-Real.es, Ecured.cu, Wikipedia, Ciudadreal.wordpress.com y CiudadReal.es/turismo/historia.
Foto: Ciudad-real.es
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