CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
18/05/2015
Por Eva Martínez Cabañas
En
el siglo XIII el rey Alfonso X de Castilla a quien apodaban el Sabio vino a
otorgar la calidad de villa a una aldea fronteriza y en guerra con los
calatravos y los almohades. Así mandó amurallarla, fortificarla y la impulsó en
su crecimiento.
Pues
bien, como pasaba mucho tiempo en la zona por causa de esos asuntos, también mandó
construir en la villa un castillo fortificado donde alojarse: el alcázar de
Villa Real. Estaba situado tan cerca de la muralla, que esta incluso formaba parte de su recinto. Estaba emplazado
en la zona que actualmente conocemos como Ronda de la Mata, muy cerca del único
tramo de muro que conservamos.
Varios
hechos históricos ocurrieron en esta fortaleza.
Desde
el alcázar de Villa Real salieron los embajadores de Alfonso X hasta Francia
con el objeto de pedir a Luis IX la mano de su hija para el primogénito
castellano, el infante Fernando. Este último murió repentinamente en el alcázar
en 1275, cuando se disponía a entrar en batalla contra los almohades. Ese mismo
año se terminaron las obras de construcción de la fortaleza. Y fue allí donde
el hermano del príncipe Fernando, Sancho IV el Bravo, se hizo proclamar
heredero de la corona.
En
el siglo XV, siendo Ciudad Real partidaria de la reina Isabel, el maestre
calatravo Rodrigo Téllez Girón se apoderó de alcázar por sorpresa causando
grandes daños desde esta posición. Como no podían desalojarlo, los vecinos
acudieron a los Reyes Católicos exponiendo la situación. Los monarcas enviaron al
conde de Cabra y a don Rodrigo de Manrique, cuyas tropas consiguieron expulsar
al maestre enemigo.
En
1431, a Juan II le sorprendió un terremoto mientras dormía la siesta en este
alcázar. Las crónicas de la época dan testimonio del acontecimiento de esta
manera: “En martes a 24 días del mes de Abril, quanto a la hora de vísperas,
hizo un terremoto que cayeron algunas almenas del Alcázar e muchas tejas, e
abrióse una pared en el Monasterio de San Francisco, e cayeron dos piedras de
la bóveda de la Capilla de la Iglesia de San Pedro. El rey estaba durmiendo, e
como sintió el terremoto, salió a muy gran priesa al patio del Alcázar e desde
al campo”.
El
monarca Alfonso XI recibió allí a los embajadores del rey de Marruecos,
enviados en 1344 por este último como muestra de reconocimiento tras haberle
devuelto dos de sus hijas a las que el castellano había hecho prisioneras en la
batalla de Tarifa.
El
alcázar ciudadrealeño fue heredado por el ta-ta-ta-ta-taranieto de Alfonso X, Enrique
IV de Castilla, quien en 1455 se lo entregó como dote a su mujer, Juana de
Portugal. Según una Real Cédula que se conserva en el Archivo Municipal, la
reina ordenó al corregidor Juan de Bobadilla la construcción de una torre,
aprovechando la madera y el ladrillo de las casas que con este objeto le dio
encargo de comprar y derribar. Sin embargo, el historiador local Luis Delgado
Merchán afirma que: “Por el simple examen de lo que queda, no se puede ocultar
que el llamado “torreón” ni lo es, ni ha sido nunca, ni es otra cosa que un
trozo de muralla en donde hay una puerta que ni aún puede decirse que fuera la
principal del palacio. Además de esto, si doña Juana de Portugal hubiese
construido esta torre, habría puesto en ella sus armas y no las de Castilla y
León, que aún puede descubrir cualquier persona que lo busque”.
Los
Reyes Católicos residieron en algunas ocasiones en la fortaleza, y tras la
jugarreta del maestre convinieron otorgar la fortificación a personas fieles que
lo custodiasen y defendiesen, y lo donaron a Fernando de Cervera, natural de la
ciudad y aposentador real. Así da testimonio del hecho una carta datada en
Valladolid a 15 de agosto de 1475. Así pasó a ser propiedad particular. Aposentador
era el cargo antiguo que ostentaba quien tenía como oficio dar aposento.
El
arco llamado del Torreón que conservamos ha llegado a nuestros días gracias a
Antonio Lara, marqués de Villamediana, que en el siglo XIX fortificó esta
puerta debido a su estado ruinoso.
En
cuanto a los pasadizos subterráneos y la amplia cueva con los que contaba el
alcázar fueron lodados en 1950.
Lo
único que conservamos hoy en día el arco apuntado de uno de sus torreones que
hoy conservamos como monumento. Está restaurado y ubicado en la zona verde
conocida como Torreón del Alcázar. Su único adorno es un bocel cuyo saliente
bordea el arco, y algunos de sus sillares muestran las marcas con las que
firmaban su trabajo los canteros del Medievo. También nos quedan los túneles
subterráneos del castillo que aunque sellados, fueron descubiertos con motivo
de la construcción de un parking en la zona. Las obras actualmente se
encuentran paralizadas.
Señoras
y señores, fortaleza es la muralla de un castillo, y también ponerte de pie
cuando te has caído, dice un aforismo anónimo.
Hasta
otro día.
Fuentes:
Ciudad-Real.es, Ciudadreal.wordpress.com, MiCiudadReal.es
Foto: Ciudadreal.es
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