CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
15/06/2015
Por Eva Martínez Cabañas
Ojo,
señores y señoras. Hoy vamos a recordar una historia que da dolor de corazón y
hasta levanta ampollas en el alma... y no exagero ni un milímetro. Cuando el rey
Alfonso X el Sabio fundó Villa Real en 1255 ordenó construir una cerca
defensiva porque andaba batallando con los calatravos y los musulmanes. El
cercado tenía la forma de una elipse que me hace recordar a la matemática Hipatia
de Alejandría. Tenía una longitud de 4.600 m. y fue construida con piedra y
tierra amasada. Su altura era superior a 2 metros, su grosor de 2,20 metros, y
cuarenta y dos años después de su inicio todavía se estaba terminando. El eje
mayor de la elíptica iba de Norte a Sur, desde la puerta de Toledo hasta la de
Ciruela, y el menor abarcaba desde el postigo de Santa María hasta las puertas
de La Mata y Granada.
El
documento más antiguo que se conserva en relación a la muralla es de 1297 y
registra las cantidades de dinero empleadas en la construcción de torres y
muros, así como posteriores mejoras y reparaciones de carácter anual. En 1489
vuelve a repararse debido a los desperfectos a consecuencia de las batallas, y
en 1508 sabemos que de nuevo es reparada a causa de una anegación del río
Guadiana.
¿Se
acuerdan? Nos enseñó el poeta Nicolás Guillén: “Al corazón del amigo, abre la
muralla. Al veneno y al puñal, cierra la muralla”.
El
cercado tenía 130 torreones y 8 puertas principales: la de Toledo, Calatrava, Granada,
Mata, Alarcos, Ciruela, El Carmen y Santa María. Así mismo contaba con otras
puertas menores que facilitaban el tránsito de hombres y caballerías con las
aldeas colindantes. Desde el muro de piedra partían las principales calles en
forma radial, ya que el rey Sabio también se preocupó de reorganizar el trazado
urbano de la villa. Cuentan que diseñó el trazado con la espada, dibujando en
el suelo el hexágono que lo formaría…
Sabemos
por documentos muy antiguos que hasta el año 1600 solo se podía entrar a la
ciudad por las puertas de Toledo, de Alarcos, o por el portillo de Santa María.
El óvalo de piedra fue restaurado por primera vez en 1489, y por última vez en
el siglo XVIII.
En
1767 se derribó intencionadamente el primer tramo para acceder al Hospital de
las Carmelitas, y en 1853, 1860 y 1862 se desmontaron varios tramos entre las
puertas de La Mata y de Toledo para realizar obras municipales. La piedra se
utilizó para construir el casino, la plaza de toros y para desecar una de las
lagunas que existían extramuros de la puerta de Calatrava, conocida como las
lagunas de los Terreros. Otro trozo situado entre la puerta de Santa María y
Alarcos fue derribado para construir el matadero, y a finales de siglo es el
propio Ministerio de Hacienda quien pone en venta varios sectores de la vieja
muralla.
“¡Tun,
tun! ¿Quién es? El alacrán y el ciempiés… ¡Cierra la muralla!”.
En
1882 fue el Obispado de Ciudad Real quien solicitó sus piedras para construir
el seminario conciliar de la calle Alarcos, que se encuentra junto a esa moderna
pirámide illuminati en forma de rotondilla ridícula que nos recuerda lo pequeña
que es su cúspide.
El
tristísimo “honor” de derribar el penúltimo tramo le correspondió al Ministerio
del Ejército en los años 60 del siglo pasado. El panel de piedra estaba situado
entre la puerta de Toledo y el antiguo cuartel de artillería.
Los
últimos vestigios que conservamos son la Puerta de Toledo, hoy emblema de la ciudad,
y un único panel de unos 50 m. que antiguamente se encontraba entre las puertas
de la Mata y de Granada, al sur de la Ciudad.
Con
la llegada del siglo XX la ciudad se encontraba inmersa en sus propios
problemas de higiene, ya que no fue hasta el comiendo de la Guerra Civil que el
alcalde José Maestro acometió importantes obras de saneamiento. La falta de
alojamiento e higiene hicieron de la muralla un refugio perfecto donde cobijar miserias
y encontrar intimidad. Así la muralla llegó a convertirse en un insano foco en
la periferia de la ciudad.
Y entonces
sucedió la desgracia de la mano de la ineptitud y las circunstancias. El
gigante de piedra fue fusilado siendo víctima y muro al mismo tiempo. Cayó sin
miramiento ni alternativa posible. La ceguera derribó la muralla medieval y
hasta el Guadiana debió llorar de vergüenza en su escondite secreto.
En 1931 el
arquitecto municipal y el secretario del Excelentísimo Ayuntamiento de Ciudad
Real determinaron por decreto la demolición, y así se lo notificaron al
presidente de la Cámara Oficial de la Propiedad Urbana. Se avisó a los
propietarios, pues distintas partes de la muralla estaban en manos privadas,
pero por circunstancias desconocidas no se tiraron. Sin embargo, al año
siguiente se acuerda, tras la aprobación del plano de alineaciones de la ronda
de circunvalación, dar un plazo de quince días para hacerla desaparecer.
En
fin, ni abrir ni cerrar, amigo Guillén. Ya no tenemos muralla.
Fuentes:
Ciudad-Real.es, Wikipedia, Blog El sayón, Ciudadreal.wordpress.com, Monumental.miciudadreal.net,
la Tribuna de Ciudad Real.es, La Tribuna.es.
Foto: ciudadreal.wordpress.com
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