CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
05/10/2015
Por Eva Martínez Cabañas
Una curiosidad: ¿Saben que el monte de la Atalaya antiguamente se llamó Montes de la Atalaya de Ben Cares? Fue un lugar estratégico en el Medievo, pues desde allí se vigilaba el camino que iba de Toledo a Córdoba, y viceversa. Ben Cares fue uno de los muchos nombres que se le dio al musulmán al que hoy conocemos como Aben Canes.
Así pues hoy hacemos uso de nuestra imaginación y nos remontamos al periodo histórico que conocemos como Reconquista, cuando cristianos y musulmanes luchaban entre sí por el poder y el territorio. Ahora gano yo, ahora ganas tú, te quedas esta villa, yo asalto este castillo.
En el siglo XII Castilla-La Mancha fue importante zona de paso entre Andalucía y Castilla así como línea fronteriza entre ambas fuerzas. Esta fue también la condición de nuestra ciudad, que en aquellos tiempos era villa y recibía el nombre de Pozuelo Seco de Don Gil.
Los almorávides, un grupo de monjes-soldado provenientes del Sáhara, empezaron a llegar a la península en los siglos XI-XII y tomaron asentamientos permanentes en Coria, situada en Extremadura, y en Calatrava, en La Mancha. Esto sucedió durante el reinado de Alfonso VII. Las ofensivas se intensificaron en época de Fernando II de León, quien recuperó la Mancha exceptuando su fortaleza principal: el castillo de Calatrava. Ya en el siglo XIII los almohades avanzaron por el valle del Tajo y volvieron a ocupar La Mancha hasta su derrota en la batalla de las Navas de Tolosa. Sin embargo poco a poco fueron perdiendo posiciones hasta ser expulsados de Extremadura y La Mancha.
Pues bien, En esta época el castillo de Calatrava fue gobernado por el musulmán Abul Hegiag Ben Alis, conocido como Aben Canes o Abul-Hegiag ben Cáliz, que nació en Cádiz y fue un valeroso caudillo musulmán muy célebre en tiempos de Alfonso VIII. Con setenta caballeros muslimes, que significa que eran musulmanes o árabes, defendió con bravura y valor la fortaleza de Calatrava.
Así lo señalan las crónicas:
“De este distinguido Moro se escribe: Cuando Alfonso (el octavo de Castilla) vio allegadas tan numerosas tropas (las que se reunían en Toledo, y con las que penetró por Sierra Morena, y obtuvo con ellas la renombrada victoria de la batalla de las Navas de Tolosa), se cumplió su gozo, y le fue viniendo mas y mas gente hasta entrar en la frontera de los Muzlimes, y puso cerco á la fortaleza de Calatrava que tenía en guarda el esforzado caudillo Abul Hegiag Ben Calis, con setenta caballeros Muzlimes que mantenían y aseguraban aquella frontera”.
Las tropas cristianas se dirigían a la batalla de las Navas de Tolosa cuando llegaron a las inmediaciones de Calatrava.
El sacerdote e historiador Inocente Ramón Hervás y Buendía nos cuenta:
“Su camino, así como el cauce del Guadiana, que los cristianos tenían que atravesar, habían los moros cubierto de puntas de hierro y abrojos acerados, para que ni caballos ni infantes pudieran pasar sin lastimarse los pies. Colocaron también en las almenas de la fortaleza gran número de banderas, máquinas y aparatos de defensa, para hacer ver al ejército cristiano que tras sus murallas se albergaba fuerte guarnición; mas como los ardides humanos nada son contra el poder de dios, la poderosa hueste cristiana supo vencer estos obstáculos sin sufrir molestia alguna, pasó el Guadiana y acampó al pie de Calatrava. Los árabes habían aumentado sus poderosas defensas y al abrigo de su ancho foso y fuertes y sólidas murallas se creían inexpugnables”.
Como Aben Canes se había hecho con casi todos los territorios fronterizos y tenía fama de valeroso, Alfonso VIII se lo pensó varias veces antes de asaltar la fortaleza. Sin embargo por fin se decidió a asediarlo, y el 30 de junio de 1212 se hizo con la plaza de Calatrava.
El árabe contraatacó con arrojo pero sus posibilidades de éxitos eran escasas, así que escribió varias cartas al emir solicitando ayuda. Nunca recibió respuesta, pues las cartas no llegaron a su destino debido a la traición del visir Aben Gamea. De esta manera los defensores del castillo fueron quedándose sin provisiones, fatigándose con los múltiples asaltos, y debilitándose por las heridas hasta que les fue arrebatada la fortaleza.
El derrotado Aben Canes partió por el camino de Salvatierra acompañado por sus hombres y su suegro. Su objetivo era sumarse a las tropas del emir, que se preparaban para combatir en las Navas de Tolosa.
Cuando Abu Said Aben Gamea, el visir traidor, supo de su llegada mandó apresarlos y maniatarlos. Allí se encontraban algunos de los principales caudillos andaluces. El visir también predispuso en su contra al emir, contándole que los detenidos habían defendido la plaza con desgana hasta entregarla a los cristianos, así que el emir ordenó que los prisioneros fueran llevados a su presencia. Sin escucharlos los maltrató y acusó de traidores, y ordenó que fuesen lanceados hasta su muerte. Cuentan las crónicas que el emir Anazir estuvo durante algunos días sin poder comer ni beber debido a la ira y despecho que sentía por la pérdida del castillo de Calatrava.
¡Dios, qué buen vasallo si tuviera buen señor! le gritaba el gentío al Cid Campeador a su salida de Burgos, ¿recuerdan?
La injusta suerte que corrieron Aben Canes y su suegro indignó a los caudillos andaluces, por lo que sus tropas fueron separadas del resto. Cuando llegó la hora de la batalla (16 de julio de 1212) estos encontraron la forma de vengar la injusta muerte de Aben Canes: en el fragor de la batalla volvieron las riendas de sus caballos, dieron media vuelta y abandonaron el lugar. Las demás tribus berberíes, que pensaron que el poderoso escuadrón de los andaluces huía, pensaron que la batalla estaba perdida, y también abandonaron el campo de lucha. Estas incomprensibles fugas molestaron a Alfonso VIII, que ordenó que no se hiciesen cautivos.
Y así termina esta triste historia.
La escritora Marilyn vos Savant, célebre por haber sido catalogada en el Libro Guinness de los Records como la persona con el cociente intelectual más alto del mundo, escribió “Un acto de justicia permite cerrar un capítulo; un acto de venganza escribe un capítulo nuevo”.
Actualmente la calle Aben Canes de Ciudad Real, en el barrio de la Morería, recuerda a este guerrero musulmán.
Fuentes: Bibliotecavirtualdeandalucia.es, Ciudad-real.es
Foto: www.castillodecalatrava.com
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