lunes, 7 de marzo de 2016

UNA MARCA, DOS CÓDIGOS Y TRES DAMAS PIRATAS


CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
07/03/2016
Por Eva Martínez Cabañas






Bueno, bueno…

Creo que la semana pasada aprendimos algunas cosas sobre la piratería en el Siglo de Oro, pero olvidé mencionar a mi pirata preferido: el literario John Silver el Largo. Quince hombre en el cofre del muerto ¡Y una botella de ron! cantaba el ebrio Billy Bones antes de que Perronegro le entregara la marca negra.
 
-Pero ¿qué es la Marca Negra, capitán? -pregunté.
-Es un aviso, compañero. Ya la verás, si me marcan. Pero ahora tú abre bien los ojos, Jim, y te juro por mi honor que iremos a partes iguales. -Todavía siguió divagando durante un rato, su voz fue debilitándose, y, cuando le hice beber su medicina, que tomó como un niño, me dijo-: Si ha habido un marino con necesidad de estas drogas, ese soy yo… -y se durmió profundamente. Dice la novela La isla del tesoro.

La black spot era un aviso que recibía el pirata de mano de un compañero y que le advertía que iba a ser juzgado, depuesto, o sentenciado a muerte. Era un pequeño fragmento de papel circular pintado de negro por uno de sus lados y con el mensaje escrito en el otro. Esta práctica fue una maravillosa invención del escritor escocés Robert Louis Stevenson, y en realidad no formaba parte de ningún código pirata.

En las películas de Piratas del Caribe conjuraban la palabra Parlamento para llegar a un acuerdo, y enseñaban un as de picas al que era condenado por traidor o chivato; y es que hasta los mafiosos, pandilleros y piratas se rigen por ciertas normas de conducta.

El charter party era el contrato del barco donde se concretaban las normas y castigos que se aplicarían en la convivencia marítima. Esta carta, como buen documento administrativo, incluía el lugar y fecha del acuerdo, el nombre del barco, los objetivos de la operación, como se repartiría el botín, la compensación que tendrían los piratas heridos, y el acuerdo de obediencia a los superiores.

Cada barco o flota pirata establecía sus propias normas, y algunas de estas reglas disponían mantener limpias las armas, la pena por deserción o robo a compañeros, el derecho a voto y a provisiones frescas o licores fuertes, la prohibición de jugar a cartas o a dados por dinero, la hora en que se apagarían las velas, la pena por abandonar el barco o quedarse encerrado durante la batalla, la prohibición de pelearse a bordo junto, las condiciones para los duelos en tierra, o el descanso de los músicos el sábado.

Ante un delito los imputados podrían entregarse a las autoridades sitas en Jamaica o Isla Tortuga, y en faltas menores se abandonaría al pirata en una isla siempre abastecido con una botella de agua, un arma, un poco de pólvora y algunas municiones. Esta acción se llamaba marooning, que significa abandonar o aislar.

La solemnidad del juramento ante el documento se completaba poniendo una mano en una botella de ron y otra sobre una Biblia, un crucifijo o un hacha de abordaje, y el lobo marino firmaba con su nombre, o una cruz si era iletrado.

Ser pirata estaba penado con ser colgado por el cuello hasta la muerte, por lo que el miedo a ser capturado obligaba a los firmantes a quemar estos contratos o a arrojarlos por la borda. Así evitaban que sirvieran de prueba incriminatoria, pero se tiene constancia de un código firmado por los tripulantes de la flota del corsario y filibustero inglés Henry Morgan, y de un segundo emitido por el pirata galés John Roberts. En este último se establece la prohibición de embarcar a mujeres o a niños.

Sin embargo tenemos constancia de que existieron tres mujeres piratas.

Jack Rackham, también conocido como Jack el calicó, fue un marino y capitán pirata nacido (posiblemente en Cuba) en 1682 y muerto en Jamaica en 1720. Fue conocido por su diseño personal de la Jolly Roger (dos espadas cruzadas bajo una calavera), por llevar coloridas ropas de calicó (un tejido de algodón realizado con hilos cruzados a modo de tafetán) y por haber llevado a bordo a dos de las más famosas piratas: Anne Bonny y Mary Read.

Anne Bonny, conocida con el diminutivo de Boon, nació en Irlanda en 1698 y fue hija de un hombre de leyes llamado William Cormac, y de la criada de su esposa, cuyo nombre es dudoso pero sabemos que se apellidaba Brennan. Al conocerse el adulterio, Cormac decidió emigrar con la niña y su madre biológica a Charleston, en la norteamericana Carolina del Sur. Anne tuvo una buena vida pero un carácter muy rebelde, y tras continuos enfrentamientos con su padre dejó el hogar para buscar fortuna en New Providence, actual Nassau y una de las islas Bahamas.

Su carácter violento le llevó a tener continuadas disputas con jóvenes de ambos sexos, y con solo trece años fue acusada de matar con un cuchillo de cocina a una sirvienta llamada María Vargas, y tras disputarse ambas un amante comerciante.

A los dieciséis años la muchacha conoció en el puerto a un marinero llamado James Bonny y se casó con él a escondidas de su padre, que la desheredó. Sin embargo el matrimonio dejó Charleston y viajó a la lejana isla, pues sospechaba que su yerno quería apropiarse de sus plantaciones. La joven se enfadó tanto que, antes de marcharse con su marido, quemó algunos de los planteles de su progenitor. Anne se hizo célebre por su fuerte carácter, sus malos modales, su atractivo físico y por ser frecuentemente cortejada cuando su marido se embarcaba.

En la isla conoció y se enamoró de Jack el Calicó. El marido de la joven denunció su infidelidad al gobernador Woodes Rogers, quien amenazó con azotarla públicamente. Entonces, los amantes reunieron una tripulación, robaron un barco atracado, y se dedicaron a correr aventuras y a asaltar las naves de los pescadores.

Cuentan que la muchacha quedó embarazada, por lo que dejaron al bebé en Cuba a cargo de unos conocidos de Jack. Más tarde capturaron un barco alemán donde viajaba un joven delicado que fue reclutado por los piratas y que llamó la atención de Anne. Resultó que el joven en realidad era una chica vestida con ropas masculinas, y ambas se hicieron amigas ocultando el secreto. La disfrazada joven se llamaba Mary Read, nació en Londres en 1697, ejerció la piratería durante un año, y murió en Jamaica con tan solo veinticuatro años de edad.

A Calicó le molestó la cercana relación que su pareja mantenía con el nuevo marinero, y Mary tuvo que confesar. Sin embargo se le permitió seguir formando parte de la tripulación y, como guinda romántica en este pastel de aventuras, se casó con uno de los tripulantes según el rito pirata.

La tripulación de Calicó obtuvo varios éxitos durante tres meses, pero luego se relajó y cayó en un exceso de celebraciones y borracheras. De esta forma el 20 de octubre de 1720 el gobernador de Jamaica envió al capitán Barnet y a su hueste a apresar su barco. Estos encontraron a los piratas ebrios, sin ofrecer resistencia, y así fueron apresados, sentenciados y ejecutados en la horca.

Mary y Anne aseguraron estar embarazadas, pues una ley establecía que no se podía ejecutar a una mujer embarazada hasta haber dado a luz. Una comadrona confirmó el estado de ambas y así permanecieron presas. El juicio tuvo gran repercusión en el Caribe, y el informe redactado en la época nos ha dejado la historia de estas mujeres.

A Anne, a pesar de ser una prisionera, se le permitió visitar a Jack en su celda, donde la joven le dijo: Lamento verte así, Jack. Pero si hubieras luchado como un hombre ahora no tendrían que colgarte como a un perro. Por otra parte se cuenta que las últimas palabras de Jack en el cadalso fueron las siguientes: Desdichado sea aquel que encuentre mis inumerables tesoros, ya que no habrá barco que pueda cargarlos todos.

Mary murió de unas fiebres en la cárcel, y Anne desapareció. Cuenta una historia que su padre convenció al gobernador para llevarla a un convento, aunque otra fuente asegura que dio a luz al segundo hijo de Jack en Carolina del Sur, donde volvió a casarse, tuvo más hijos, y murió octogenaria y anónima.

Si quieren conocer más sobre estas damas, la escritora Zoe Valdés publicó su novela Lobas de mar donde recrea su historia, y Alain Surget escribió Mary Tempestad con la misma temática. La gallega María Reimóndez también se sumó al homenaje con su obra Pirata.

En el videojuego de acción y aventuras Assassins Creed IV: Black Flag, desarrollado por Ubisoft, el personaje de Mary Read, disfrazada de hombre, utiliza el nombre de James Kidd para integrarse entre los piratas.

Pero todavía no acaba esta historia, pues nos queda mencionar a la pirata china conocida como Madame Ching.

Su nombre fue Ching Shih, y nació en la República Popular China (1775-18449). Fue prostituta antes de casarse con el pirata Cheng I (Zheng Yi), capitán de una flota pirata. Ambos lucharon junto al levantamiento de tres hermanos conocidos como Tay Son (1788-1802), que se rebelaron por disputas dinásticas en Vietnam. Los hermanos tomaron posesión del país asesinando a la familia Nguyen, pero uno de sus miembros sobrevivió a la masacre y formó un ejército y recuperó el poder en 1802.

Cheng I formó una gran coalición de barcos, y fue considerado en Asia como el pirata con mayor éxito de la historia. El matrimonio había adoptado en Vietnam a un niño al que llamaron Chang Pao (Zhang Bao) y, tras enviudar, Madame Ching se casó con su hijo adoptivo y lugarteniente, consolidando así su dominio sobre la flota. El gobierno perdió tantos barcos a manos de esta señora, que se vio obligado a confiscar barcos privados para hacerle frente, pero los verdaderos enemigos de Ching Shih fueron otros piratas, principalmente uno llamado O-po-tae.

Al reagruparse la flota gubernamental, la pirata se vio en la necesidad de pedir su perdón y el de su hijo-marido ante el gobierno chino, y este se lo concedió. Su hijo adoptivo y esposo pasó el resto de su vida en una cómoda posición de funcionario del gobierno, y ella dirigió en Cantón un burdel y casa de apuestas hasta su muerte.

Jorge Luis Borges incluyó el cuento La viuda Ching, pirata en su libro Historia universal de la infamia, lo que me da una excusa indiscutible para acabar con las palabras del escritor argentino:

La palabra Corsarias corre el albur de despertar un recuerdo que es vagamente incómodo: el de una ya descolorida zarzuela, con sus teorías de evidentes mucamas, que hacían de piratas coreográficas en mares de notable cartón. Sin embargo, ha habido corsarias: mujeres hábiles en la maniobra marinera, en el gobierno de tripulaciones bestiales y en la persecución y saqueo de naves de alto bordo.

Nada más que añadir. Hasta otro día.
 

Fuentes: Okodia.com, Wikipedia, ElPaís.com.
Foto: Taringa.net (Anne Bonny)
 

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