CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
28/03/2016
Por Eva Martínez Cabañas
En 1899 el comisario de la Oficina de Patentes y Marcas de Estados
Unidos, Charles H. Duell, afirmó con rotundidad Todo lo que podía inventarse
ya se ha inventado. Estaba tan convencido de esto que pidió al Congreso americano
que cerrara la Oficina de Patentes, pues no tenía sentido mantenerla abierta
por más tiempo.
En contraposición a la rigidez de este señor, nuestra querida Real
Academia Española (RAE), que regula nuestra lengua junto a otras veintiuna
academias de países hispanohablantes, debe haberse cansado de tanto limpiar,
fijar y dar esplendor, y ha considerado oportuno introducir en el diccionario
palabras como Almóndiga, Toballa, Bluyín, Palabro, Murciégalo, Asín, Dotor,
Culamen, Pechamen o Muslamen. A mí no me gustan mucho estos términos de lija,
pero supongo que equilibran el yin y el yan, lo hermoso y lo feo, lo olvidado y
lo popular. Una palabra bien elegida puede economizar no solo cien palabras sino
cien pensamientos, dijo el matemático y físico Henri Poincaré.
Siempre nos han dicho que el lenguaje es un elemento vivo que se
transforma con el uso y las costumbres de la zona donde se emplea y, en estos
tiempos, en los que el desaparecido señor Duell nos imaginaba aburridos, nos ha
sorprendido hace poco el nacimiento de una nueva palabra: Petaloso, cuyo inventor ha sido un niño de ocho años.
En un colegio del municipio italiano de Copparo trabaja una profesora
de primaria llamada Margherita Aurora. Al corregir un examen de adjetivos que
había puesto a sus alumnos, descubrió que el pequeño Matteo describía una flor
como petalosa (llena de pétalos). Señaló la respuesta como errónea, pues la
palabra no está en el diccionario italiano, pero sin embargo le gustó el
término. Gramaticalmente es correcto, pues combina la palabra Pétalo con el
sufijo -oso, que significa lleno de, así que llegó a la conclusión de que el
niño había inventado una nueva palabra, y lo ayudó a escribir una carta dirigida
a la Academia de la Crusca (la RAE italiana) solicitando su inclusión en el
diccionario.
Al poco tiempo el colegio recibió una carta de la institución destinada
a Matteo, y la ilusionada profesora la abrió delante de sus alumnos. La
Academia describía la nueva palabra como hermosa y clara. La palabra que
inventaste está bien formada y podría ser utilizada en el idioma italiano,
escribió Maria Cristina Torchia, consejera lingüista de la Crusca. Sin embargo,
también añadió que para que una palabra pueda oficialmente formar parte de la
lengua italiana, un gran número de personas debían conocer su significado y
utilizarla. Si logras difundir tu voz entre muchas personas para que empiecen
a decir ¡Qué petalosa es esta flor, entonces petaloso/-a se habrá convertido
en una palabra en italiano” -añadió la experta.
La emocionada maestra escribió en su cuenta de Facebook: Esto vale
más que un millar de clases de italiano. Además compartió la carta recibida en
las redes sociales. De esta manera se ha desencadenado un movimiento que
pretende dar a conocer e integrar la nueva palabra en nuestras vidas. Hasta el
presidente del Consejo de Ministros de Italia tuiteó (otra nueva palabra que
significa escribir un texto en la red social Twitter) Gracias al pequeño
Matteo, gracias a la Accademia Crusca. Una historia bella, una palabra nueva:
petaloso. Tal ha sido la aceptación que, a través de esta misma red, la
Academia ha confirmado que la iniciativa de Matteo está siendo un éxito y que se
ha convertido en tendencia en internet.
Dijo el escritor Mark Twain: La diferencia entre la palabra adecuada
y la casi correcta, es la misma que entre el rayo y la luciérnaga.
Recientemente nuestra RAE también introdujo en el diccionario español otra
hermosa palabra: Serendipia.
La define como: f. Hallazgo valioso que se produce de manera
accidental o casual. El descubrimiento de la penicilina fue una serendipia.
Ya sabemos que el glorioso científico estudiaba cultivos bacterianos
cuando al volver de vacaciones descubrió que algunas de sus muestras estaban
contaminadas por un microser fúngico de nombre penicillium. Tiró las placas a
una bandeja, pero gracias a la visita de un antiguo compañero al que mostraba
su trabajo, pudo comprobar que junto al hongo contaminante también aparecía cierta
destrucción celular en la muestra.
Así pues, (y aunque ya se conocían las propiedades bactericidas de
este moho entre los antiguos griegos, indios, ceilandeses, serbios, rusos,
chinos, nativos norteamericanos y árabes, que lo utilizaban para curar heridas
de guerra en hombres y equinos), Alexander Fleming descubrió la penicilina en
Londres el 28 de septiembre de 1928.
La palabra serendipia deriva de la inglesa serendipity, un
neologismo inventado por Horace Walpole en 1754 a partir de un cuento
tradicional persa llamado Los tres príncipes de Serendip y cuyos
protagonistas solucionaban problemas gracias a increíbles casualidades. En el
año 2001 el término fue rescatado en la película Serendipity, dirigida por
Peter Chelsom.
Así pues, aparco mi carromato de buhonera, hago sonar mis pulseras, y
grito al viento para todos aquellos que quieran escuchar: Inventemos nuevas palabras, creemos nuevos seres de la nada, transformemos
nuestro mundo mediante soluciones que hubieran dejado sin aliento al rígido señor
Duell. Abran, señoras y señores, las puertas de la oficina de patentes y las de
su percepción, pues cosas asombrosas están por venir. Porque hoy, como cada
lunes, vengo a mostrarles las maravillas de la ciencia, de la naturaleza, de la
historia, e incluso la de nuestros propios pensamientos. No todo está perdido.
Vean. Un nuevo mundo empieza con cada amanecer.
Hasta otro día.
Fuentes: Bbc.com, LaVanguardia.com, Wikipedia, Cultura.ElPaís.com,
20Minutos.es
Foto: RTVE.es
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