miércoles, 18 de septiembre de 2013

YO SÍ CREO A MARCO POLO



CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
09/09/2013
Yo sí creo a Marco Polo
por Eva Martínez Cabañas



YO SÍ CREO A MARCO POLO


Cuentan que en el lecho de muerte de Marco Polo, su familia le pidió que confesase que había mentido al contar sus fabulosos relatos sobre China. Marco se negó diciendo: “Solo he contado la mitad de lo que vi”.

Y es que sus historias atesoraban templos dorados, minas de rubíes, refinadas cortes, sorprendentes costumbres y misteriosos objetos. Dicen que a su regreso, Marco Polo introdujo en Italia algunos productos chinos como helados, piñatas, o espaguetis. Pero a pesar de las novedades y riquezas que trajo consigo, los venecianos del medievo lo tacharon de fantasioso.

El padre y el tío de Marco, Nicolás y Mateo Polo, eran dos prósperos mercaderes venecianos dedicados al comercio con Oriente en pleno siglo XIII. Ambos emprendieron un viaje de negocios a Constantinopla siguiendo el itinerario de la ruta de la seda. En aquel viaje llegaron a tierras gobernadas por mongoles, a quienes los europeos llamaban tártaros. Como la presencia de extranjeros constituía un hecho insólito en el territorio, el emperador mongol Kublai Khan los mandó llamar. Por cierto, Kublai Khan era nieto del Gran Genghis Khan, quien unificó las distintas tribus mongolas y conquistó China, Asia Central, Rusia, Irak, Siria y Anatolia... Los Polo regresaron después de catorce años con riquezas y una carta de Kublai Khan para el Papa, en la que solicitaba cien sabios sacerdotes para que enseñasen el cristianismo en su imperio. Al regresar a casa, Nicolás supo que su esposa había muerto tras dar a luz a su hijo Marco. 

En el segundo viaje a China, los hermanos Polo llevaron consigo al muchacho y la respuesta del Papa. Los esfuerzos del pontífice católico para satisfacer los deseos del khan fracasaron estrepitosamente: solo consiguió convencer a dos frailes para viajar hasta Oriente, y en el camino abandonaron a los Polo fingiendo estar enfermos.

El jovencísimo Marco se preocupó en escribir un diario de la expedición. En su escrito no se extendió demasiado en molestias personales, sino que narró con detalle todo lo que llamaba su atención.

En el golfo Pérsico pasaron por pueblos ocultos detrás de altas paredes de barro para protegerse de los karaunas, unos bandidos que asaltaron la caravana de los Polo en medio de una tempestad de polvo y arena.  Marco relata que aquellos hombres habían “adquirido el conocimiento de las artes mágicas y diabólicas, merced a las cuales producen oscuridad… [de suerte que] las personas no pueden verse unas a otras, de no estar muy cerca”.  Muchos de sus compañeros fueron “capturados y vendidos, y otros fueron muertos”.  Marco, finaliza la aventura diciendo: “Pasemos ahora a otras cosas”.

En Badajshán (Tayikistán) escribe: “En esta provincia nacen las piedras preciosas llamadas balax, que son bellas y de gran valor. Nacen en las rocas de la montaña... El rey la manda horadar solo para él, y nadie puede ir a esa montaña para buscar los balax, so pena de muerte; tampoco se pueden sacar del país… porque si el rey permitiera extraerlas, llegarían a abundar tanto que perderían su valor”.

En Cachemira (India) habla de "carneros salvajes muy grandes, cuyos cuernos miden sus buenos seis palmos.  Con estos cuernos hacen los pastores grandes cuencos para comer". 

Con la esperanza de evitar las regiones donde los cruzados y los musulmanes combatían, la caravana se dirigió al norte. En el mar Negro, el muchacho se sorprende al descubrir un manantial del que brotaban grandes cantidades de petróleo, “un aceite que no se usaba como alimento, sino como ungüento para tratar la sarna del hombre y el camello y para quemarlo en lámparas”. 

Al llegar a Mongolia, nos cuenta: “Los tártaros prósperos se visten con paños de oro y seda, con pieles de cibelina, de armiño y de otros animales, siempre de la manera más rica”. “Son valientes en la batalla, casi hasta la temeridad…  Soportan toda suerte de privaciones, y [si es preciso] pueden vivir un mes entero de la leche de sus yeguas y de las piezas que por azar lleguen a cazar...  Los varones aprenden a pasar a caballo dos días con sus noches, sin desmontar; así duermen mientras los caballos pacen. No hay pueblo en el mundo que los supere en fortaleza ante las dificultades, ni de mayor paciencia en las penurias de toda especie...” “Si las circunstancias lo imponen… pueden viajar diez días sin encender una hoguera ni comer como es debido.  Se alimentan de la sangre de sus caballos; les abren una vena y beben de sus propias monturas”.

Marco adoptó enseguida las costumbres tártaras y aprendió a leer y conversar en cuatro idiomas, llegando a ser consejero y emisario de Kublai Khan. Conoció así las diferentes regiones chinas. Mientras, su padre y su tío se dedicaron a los negocios y actuaron como consejeros militares del emperador.

Marco describe así la ciudad de Kinsai: “Abundan las piezas de caza de todo género, esto es, corzos, ciervos, gamos, liebres, conejos, perdices, faisanes, codornices, gallinas, capones y tantos patos y ocas que no alcanzan las palabras...” “Hay en todo tiempo, en dichas plazas, toda clase de hierbas y frutas y, sobre todo, unas peras grandísimas que pesan cinco kilos cada una, blancas por dentro como una pasta y olorosísimas.  También hay duraznos amarillos y blancos muy delicados… Cada día llega [del mar] gran cantidad de pescado... y también abunda el del lago... de diversas clases según las estaciones del año”.

A Marco Polo también le impresionaron los baños públicos de agua sin calentar, adonde los chinos concurrían a diario.  Al parecer consideraban los baños de agua fría “muy conducentes a la salud”. 

También describe los gremios de artesanos de Kinsai y señala que Kublai Khan no imponía la antigua ley china según la cual todo hombre debía seguir ejerciendo el oficio de su padre: “Cuando adquirían riqueza, se les permitía evitar el trabajo manual, a condición de conservar el establecimiento en buen estado y de dar empleo a personas que practicasen los oficios paternos”.

Con el paso de los años la familia Polo empieza a plantearse el regreso. Marco explica: “Cada vez estaban más empeñados en ello, [sobre todo] cuando pensaban en la edad muy avanzada del khan, cuya muerte, de producirse antes de su partida, podría despojarlos de aquella asistencia general, única con que podrían contar para vencer las dificultades de un viaje tan largo…” “Así que Nicolás Polo aprovechó la ocasión un día, al notar que el Khan estaba más contento que de costumbre; se postró a sus pies y solicitó, en nombre propio y de su familia, el gracioso permiso de Su Majestad para partir”. Por lo visto, el khan contestó que “por la consideración que les tenía, debía decididamente rechazar su petición”, así que los Polo se convirtieron en prisioneros.

Pero la suerte se puso de su parte… A la corte llegaron unos emisarios solicitando una nueva esposa para el rey de Persia, pariente del khan. Se eligió para ello a la princesa china Kokacín. Los Polo escoltaron su caravana por tierra y más tarde la acompañaron por mar hasta alcanzar su destino. Tan lejos de China, el khan no tuvo más remedio que acceder a sus deseos y dejarlos partir. Por cierto, cuando Kokacín llegó a Persia el rey había fallecido, por lo que decidieron casarla con su hijo.

A su regreso a Venecia, y tras veinticuatro años de ausencia, los Polo habían adquirido “cierto matiz tártaro indefinible, tanto en el aspecto como en el acento”, y fueron recibidos con tanto interés como incredulidad. Aunque mostraron sus riquezas, la gente no creyó sus historias de princesas, joyas y costumbres inimaginables.

Como Venecia estaba en guerra, Marco se alistó como capitán de una galera y fue capturado por los genoveses. En prisión relató sus historias a su compañero de celda, el escritor Rustichello de Pisa. Cautivado con el relato, el escribano persuadió a Marco para que pidiera a Venecia los libros de notas que había compilado durante todos aquellos años. Así Rustichello escribió la historia y de paso agregó algún que otro embellecimiento literario de su propia cosecha. El libro que surgió de esta unión carcelaria se conoce en castellano como Los viajes de Marco Polo. Lamentablemente el original se perdió, y las copias que circularon por Europa presentan contradicciones, errores de traducción y exageraciones. Los Polo no fueron los primeros europeos en llegar a China por tierra. Sin embargo, el libro de Marco es el primer testimonio que tenemos sobre las costumbres de la China del siglo XIII y de sus países vecinos.

Tras su liberación, Marco vivió en Venecia como un rico mercader. Se casó, tuvo tres hijas y fue miembro del Gran Consejo de la República de Venecia. Falleció a los setenta años de edad.

También fue sin duda una celebridad gracias a sus relatos. Aún así sus conciudadanos lo acusaron de “contar patrañas”. Y hoy en día todavía encontramos algunos historiadores que piensan que Marco no llegó tan lejos en su viaje, y que solo contó la información que escuchó de boca de otros. Los escépticos argumentan que su relato falla, ya que no menciona la escritura china, los palillos para comer, el té, los pies vendados de las mujeres o la impresionante Gran Muralla.

Sin embargo, la mayoría de historiadores opina que Marco dijo la verdad, ya que solo estuvo en la región norte de China y durante la dinastía Ming. En aquel momento la muralla defensiva no se había terminado, lo cual explica que no la mencionase. En cuanto al té, Marco convive con la élite gobernante mongola, la cual no lo consumía demasiado, a diferencia de sus súbditos chinos. Sin embargo sí hace mención a las bebidas preparadas a base de leche y típicamente mongolas. Lo mismo ocurre con el tema de los pies vendados. Los mongoles no vendaban los pies a las niñas. También quitan importancia a que no mencione la escritura china, ya que muchos europeos la conocían gracias al comercio.

Pero la polémica continúa… Los archivos chinos de la época no mencionan a Marco Polo, a pesar de haber servido como emisario especial del Kublai Khan, lo cual resulta insólito en aquel tiempo. Sin embargo, otros estudios concluyen que Marco sí es mencionado en archivos chinos con el nombre de Po-Lo.

En fin, debe ser que soy bastante crédula, pero si alguien de lejanas tierras me regala mi primer helado, yo me creo la historia de su procedencia a pies juntillas. Curiosamente, los avatares de los pioneros son difíciles de “digerir” en cualquier siglo. A la mayoría de las personas les cuesta dejar paso a lo nuevo y cambiar sus creencias, legado familiar la mayoría de las veces. Y así, prefieren ignorar ideas diferentes antes que revisar las propias.


Así que, en el día de hoy, me nombro a mí misma defensora de la verdad de Marco Polo, el Veneciano. No se me ocurre nada mejor ni más honorable que hacer a estas horas. Y es que me encanta Marco Polo. Es uno de mis personajes históricos preferidos y además se parece a Gary Cooper. En casa tengo una vieja película de 1938 que lo demuestra. Me ha gustado mucho recordar su historia.

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