CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
06/10/2014
Por Eva Martínez Cabañas
Antes de la batalla de Malas
Tardes los miguelturreños eran conocidos como calatravos, y los vecinos de
Ciudad Real ostentaban el gentilicio de pozueleños. El pantalón del uniforme
del ejército comunal de Villarreal era de color marrón o pardo, y así los
antiguos ciudadrealeños fueron llamados culipardos por la vecina localidad, ya
que jocosamente esa noble zona era la que destacaba en su huida. El término
churriego, utilizado para los vecinos
de Miguelturra, significa "mal hecho" o "contrahecho".
Esta escaramuza se libró en 1328 en
el pago del mismo nombre, que estaba situado entre Villareal y la aldea de
Miguel Turra, que por supuesto son las actuales Ciudad Real y Miguelturra. En
estas tierras sembradas de viñas se enfrentaron a fuego y espada las milicias
urbanas de Villarreal contra los caballeros y religiosos calatravos. O dicho de
otra forma, las huestes del rey, quien estaba muy relacionado con la iglesia,
contra las de una parte de la iglesia, que quería los poderes del rey. ¿Ha
quedado claro, no?
Todo empezó por lo de siempre: política,
poder y sometimiento de un territorio. La Orden de Calatrava, que era una acaudalada institución
militar y religiosa, había renovado y concedido más privilegios a la incipiente
Miguel Turra. Con ello quería hacer prosperar la aldea y debilitar y despoblar
la cercana Villareal, a solo 3
km . de distancia, ya que esta había sido fundada por el
rey Alfonso X, el Sabio.
En esta época, el infante Felipe
(que era hermano de Alfonso X y que llegaría a ser arzobispo de Sevilla, abad
de la Colegiata de Valladolid y de la Colegiata de San Cosme y San Damián de
Covarrubias antes de casarse con una princesa noruega), intentaba contener con
todos los medios de los que disponía a Garci López de Padilla, un ambicioso noble
y señor feudal de la Casa
de Padilla que llegó a ser Gran Maestre de la Orden de Calatrava.
Entonces las cosas se
complican...
El calatravo López de Padilla fue
derrotado por la taifa de Jaén y por los musulmanes granadinos. Y fue entonces
cuando una parte de su misma Orden aprovechó el momento de debilidad y se
levantó contra él bajo el mando del clavero Juan Núñez de Prado. Antiguamente,
el clavero era un caballero de alcurnia encargado de la protección de un
castillo o convento. Se trataba de un puesto de relevancia dentro de la
institución. Algunos de los caballeros insurrectos eran de Villarreal.
Quesada, alcaide del alcázar de
Villarreal, acogió a estos freires disidentes (así eran llamados los caballeros
profesos de una orden militar) tras las murallas de la villa (esas que entre
todos dejamos que se cayeran). Pidió refuerzos a otras ciudades reales como Baeza,
Córdoba y Toledo, e informó al infante Felipe de la delicada situación.
Al enterarse el maestre calatravo
López de Padilla de la traición y ataque de parte de su comunidad, reunió a los
freires que le eran fieles y quemó y arrasó las viñas y campos de trigo de
Villarreal como si fueran tierra de infieles, asediando la villa para presionar
a las autoridades a que entregaran a los freires desleales protegidos tras las
murallas. Los vecinos que intentaban cultivar sus campos eran azotados,
apaleados y enviados al Sacro Convento de Calatrava la Nueva.
Como los refuerzos solicitados a
otras ciudades del realengo no llegaban, las tropas del rey contraatacaron por
sorpresa para romper el sitio de Villareal, bajo el mando del clavero Diego
Sánchez de Viezma. El campo de batalla fue el pago de Malas Tardes. Perdieron
los calatravos y su maestre huyó herido.
Crecidos en la victoria, las
huestes reales, formadas por freires calatravos sediciosos y la milicia urbana
de Villarreal, marcharon hacia Miguel Turra y asaltaron y saquearon la aldea.
Se enfrentaron a hombres escasamente armados, mataron a mujeres, ancianos y niños,
y quemaron y arrasaron casas, una torre fuerte y el palacio de Clavería.
Posteriormente, el clavero y
algunos freires rebeldes acudieron a las Cortes de Valladolid pidiendo justicia.
Acusaron formalmente al maestre López de Padilla de desabastecimiento y
desatención de las fortalezas de Alcaudete, Locubín, Susaña, Chist y Mathet,
entre otras; de haber huido en combate en la batalla de Baena, abandonando a
los freires que le acompañaban; de autoritarismo y crueldad en el trato con sus
freires; y de haber atacado lugares y vasallos de realengo, particularmente a
los de Villarrreal.
El maestre fue citado ante el
tribunal real, pero este huyó a Alcañiz, principal señorío aragonés de la Orden de Calatrava. Ante la
traición, Alfonso XI ordenó a los freires presentes que organizaran un cisma
algo irregular, donde se eligió como nuevo maestre a Juan Núñez de Prado. El
depuesto maestre intentó hacer valer sus derechos ante la
Orden del Císter, quien acabó reconociendo la legitimidad de
su cargo y restituyó su maestrazgo. No obstante, renunció a él en 1929, presionado
por el respaldo que el rey castellano prestaba a Juan Núñez de Prado.
La contienda entre calatravos y
seguidores del rey se resolvió cuando Alfonso XI de Castilla, llamado el
Justiciero, accedió a la mayoría de edad y asumió la corona. Este fue biznieto
del rey Alfonso X el Sabio, e hijo de Fernando IV, el Emplazado.
Y aquí se acaba la historia de la
rivalidad entre dos pueblos vecinos a causa de sus impulsores y dirigentes. Hoy
en día, churriegos y culipardos nos llevamos bien y hasta nos mezclamos. Y
conservamos con orgullo los apodos que la Edad
Media nos legó, que como afirma el escritor Paulo Coelho, “El
mejor guerrero es aquel que consigue transformar al enemigo en amigo”.
Fuentes: Miguelturra.es, blog Los
archivos del bardo, Wikipedia, blog El sayón.
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