CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
20/10/2014
Por Eva Martínez Cabañas
Paracelso fue un minero, minerólogo, alquimista, astrólogo y médico
suizo medieval. Le dio su nombre al zinc. Produjo numerosos medicamentos,
descubrió las características de muchas enfermedades, defendió con insistencia que
la cirugía la debían practicar los médicos y no los barberos, introdujo el uso
del láudano en las operaciones, fue el primero en identificar una enfermedad
producida por el trabajo, enumeró los cuatro sabores básicos, y de él se pensaba que podía transmutar
plomo en oro. Su verdadero nombre fue Theophrastus Phillippus Aureolus
Bombastus von Hohenheim, pero como no le gustaba ni a él, se lo cambió por el
de Paracelso, que significa igual o mejor que Celso, que era un médico romano
del siglo I.
“Lo que se forja con el fuego es alquimia, ya sea en un horno o en la
estufa de la cocina”, decía nuestro maestro alquimista.
Le interesaba el
orden cósmico, que buscó en la astrología, y pensaba que el humano era un
microcosmos que llevaba el firmamento en su propio metabolismo. También opinaba
que únicamente un hombre virtuoso puede ser buen médico, y que la medicina estaba
compuesta por astronomía, ciencias naturales, química y amor.
Se ganó bastante
enemigos y obtuvo fama de mago, pero también contribuyó a que la medicina fuera
más científica y se alejase de las teorías de la escolástica, una corriente
religiosa y filosófica que subordinaba la razón a la fe.
Fue uno de los
grandes alquimistas de la historia. Se le atribuye la idea de los cuatro
elementos: Tierra, Fuego, Aire y Agua; y la de los seres etéricos que cuidan de
cada uno de ellos: ondinas, salamandras, gnomos y sílfides. A estos seres los
llamó Elementales, y es en sus libros donde aparecen reflejados por primera
vez.
Podríamos decir que los Elementales son campos cuánticos en un estado
preorgánico y formados de materia elemental. En la mitología se los representa
con figura humanizada para poder identificarlos, como a los ángeles, aunque son
energía pura y carecen de cuerpo físico. Son tan antiguos que habitaban la Tierra cuando esta aún
estaba formándose.
En los cuatro reinos o elementos, las salamandras cuidan la masa de
gases, la materia incandescente, y los volcanes. Los silfos se ocupan de la
evolución de los gases, los vientos y las tormentas. Las sirenas, ninfas y
nereidas atienden el agua y los animales que la habitan, la lluvia, lagos,
mares y ríos. Los gnomos, hadas y duendes se preocupan de rocas y montañas, árboles
y demás flora, de los animales que habitan la tierra, valles, desiertos, bosques,
selvas...
Desde antiguo, las distintas culturas los han representado de manera muy
similar, tal y como nos muestran los antiguos egipcios, sumerios, celtas,
polinesios, africanos y otros pueblos, sin importar si estaban geográficamente
alejados o la época en que vivieron. Las imágenes que se conservan así lo atestiguan.
Los elementales se comunican con los seres humanos energéticamente y poseen
una vibración electromagnética muy alta que les permite trasladarse de un lugar
a otro a velocidad de la luz. Participan en ritos consagrados a la agricultura
o a aplacar las fuerzas de la naturaleza, y son muy traviesos, inconscientes e
inocentes, como niños pequeños.
Y ahora un ligero toque mágico de geografía...
Islandia es un país localizado en el noroeste de Europa, muy cerca de la
gélida Groenladia. Cuenta con una gran actividad volcánica y geológica debido a
la dorsal mesoatlántica, una enorme placa tectónica ubicada en el fondo
oceánico Atlántico. Gracias a la actividad de esta placa cuenta con montañas,
glaciales, desiertos, y numerosos ríos glaciales. A pesar de su latitud, su
clima es templado gracias a los efectos de la corriente oceánica del Golfo, que
desplaza una gran masa de agua cálida desde el golfo de México hasta el
Atlántico Norte, arrastrando con ella flora y fauna marina.
Históricamente es tierra de vikingos y escandinavos, y hoy en día cuenta
con asistencia sanitaria universal, educación superior gratuita, impuestos muy
bajos, y es uno de los países más acaudalados y desarrollados del planeta.
Pues bien, aunque pueda parecerles bastante peculiar, Islandia ha creado
un organismo estatal cuya principal competencia son hadas, elfos y otros seres de
carácter féerico. La institución oficial se llama Álfaskólinn, y está dedicada
a la investigación y análisis de seres de fauna sobrenatural como trolls,
hadas, enanos, elfos, gnomos...
También cuentan con una escuela para aprender sobre los elfos, y la formación que imparte se complementa con trabajos
de campo, organizando excursiones a lugares donde aparecen estos seres.
Y por supuesto cuentan con un museo élfico, que reparte a los visitantes
mapas que reflejan los caminos, viviendas y otros datos de interés sobre estos
seres; aconsejando evitarlos si no se les conoce, ya que adoran hacer fechorías
a los extraños.
A finales de los años 90 se realizó una encuesta para averiguar cuántos
islandeses creían en la existencia de estos espíritus de la naturaleza. El
54,4% de los encuestados afirmó creer en su existencia, y curiosamente el
restante 45,6% afirmó no estar seguro, pero tampoco querían ponerse a mal con
ellos por si acaso existían.
“Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”
decía El Principito de Saint-Exupéry.
A muchos homo sapiens sapiens (cuyo significado en español es “hombre
que sabe, que sabe”), la mente le dice: No puedo verlo, entonces no existe. Pero
la realidad muestra que aun así tenemos pensamientos y emociones que no podemos
cuantificar; y que creemos en Dios, en ángeles
y en otros seres que no podemos experimentar con los sentidos físicos.
La misma ciencia nos dice que si no se puede pesar o medir el tema no es
interesante. Entonces, ¿qué hacemos con esa sensación de que existen más cosas
de las que podemos ver? ¿La ignoramos? No, no...
El inconsciente colectivo es un término que debemos al psiquiatra suizo
Carl Jung, quien en el siglo pasado manifestó la existencia de un fundamento
común a los seres humanos de todos los tiempos y lugares, con el que se expresa
un contenido de la psique que está más allá de la razón. Digamos que es la caja
donde guardamos todo aquello en lo que creemos a nivel de grupo.
En Islandia se ha requerido en numerosas ocasiones de la señora comisionada
del organismo mágico para resolver cuestiones de carácter “elemental”, ya que
los elfos se enojan cuando se les molesta. Los casos más habituales tienen que
ver con percances, accidentes o retrasos que ocurren en obras y construcciones,
al retirarse grandes rocas, excavar en colinas o al talar árboles.
La mejor forma de evitar catástrofes es hablar con ellos, solicitarles
permiso a la hora de hacer cambios, y ofrecerles rituales mágicos para
reconocer su existencia y buen hacer.
Dijo el poeta William Blake: “Un Espíritu y una Visión no son, como
supone la filosofía moderna, un nubloso vapor, o una nada: se hallan
organizados y articulados meticulosamente, más allá de lo que pueda producir la
naturaleza mortal perecedera”.
¿Qué pienso yo al respecto? Lo mismo que Peter Pan, of course. Pero yo
no bato palmas, más bien aplaudo.
Fuentes: Wikipedia, Atenea 33, Senderos de sabiduría mágica, Mitología,
leyendas y universo poético.
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