CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
07/12/2015
Por Eva Martínez Cabañas
“La nada: ese inmenso cajón, alacena o lago de que Dios ha exiliado a todas las cosas; bosque en el que se escucha el balido de todo los pájaros habidos y por no haber. Desgraciado de aquel que no tiene su nada, habrá de conformarse con lo que le den los demás, sacando de sus bolsillos o de sus terribles armarios; vivirá como nuncio, como vicario, como ministro, pero jamás con soberanía, porque no tendrá nada. La mía es el recuerdo, las escamas de los pescados que platean en los mares de medianoche y del mediodía en que el sol nada-; la nada por crear. O bien el largo olor a vida de la nada.”
Estas inspiradoras palabras pertenecen a Ángel Crespo Pérez de Madrid, a quien el Ayuntamiento de Ciudad Real quiere rendir tributo aportando su nombre a la clausurada Casa de la Cultura, con una placa conmemorativa en su casa natal, y mediante un premio literario que también tomará prestado su nombre de poeta. Gran iniciativa. Y por unanimidad. Enhorabuena.
Obtuvo el premio de los Lectores y Libreros Italianos por su traducción de “La Divina Comedia”, la Medalla de Oro della Nascita di Dante en Florencia, la Medalla de Plata de la Universidad de Venecia, el Premio Nacional de Traducción por traducir el “Cancionero” de Petrarca, el premio Ciudad de Barcelona de Poesía en Castellano por su libro poético “El bosque transparente”, y el Premio Nacional a la Obra de un Traductor.
Nació en la calle Ciruela de Ciudad Real el 18 de julio de 1926, en el seno de una familia terrateniente. Además de un gran poeta, fue ensayista, traductor y crítico de arte español. Su padre fue funcionario de Telégrafos, y hasta que finalizó la Guerra Civil vivió en Ciudad Real y en Alcolea de Calatrava, donde su madre poseía varias fincas.
A causa de la guerra no asistió a la escuela, pero recibió educación en su propio domicilio gracias a un profesor de francés, amigo de sus padres, que se hallaba refugiado en la casa.
Leyó a Jean Henri Fabre, las leyendas de Hermes, a Verne, Salgari, Rice Burrougs, los clásicos castellanos, mitología griega, a Rubén Darío, Berceo, Espronceda y al duque de Rivas, entre otros.
Amó la naturaleza y la reflejó en su obra. Sus primeros poemas los publicó en la provincia y, tras terminar el bachillerato en nuestra ciudad, se marchó a Madrid a estudiar Derecho siguiendo los deseos de su padre. Es en la capital donde se relacionó con los fundadores del postismo, un movimiento marginal surrealista que en sus inicios quiso ser la síntesis de todas las vanguardias literarias que le precedieron.
Realizó el servicio militar en Tetuán como universitario en Marruecos, y realizó viajes con amigos musulmanes a Tánger, Chauen y varias cabilas del protectorado, estableciendo contacto con judíos sefardíes y su romancero.
Al finalizar su obligación regresó a Alcolea para preparar oposiciones a notaría. Allí escribe “Una lengua emerge”, publicado en 1950 y que fue el primer libro de lo que se ha llamado su realismo mágico.
En la década de los sesenta se implicó en la lucha clandestina estudiantil contra la dictadura escribiendo poesía de intención comprometida. Fundó y dirigió la sección literaria del diario Lanza de Ciudad Real junto con su amigo Fernando Calatayud, y empezó a publicar crítica de arte en la prensa universitaria. Al lado de Carlos Edmundo de Ory organizó la Exposición “16 artistas de hoy, y durante este periodo visitó frecuentemente Valdepeñas y al poeta Juan Alcaide, quien terminó afianzando su vocación de poeta.
Más tarde regresó a Madrid para trabajar como abogado y, junto con Gabino Alejandro Carriedo y Federico Muelas, fundó la revista de poesía “El pájaro de paja”. A lo largo de su vida él solo fundó y dirigió otras tantas revistas, como la “Deucalión”, que patrocinó la Diputación de Ciudad Real, “Poesía de España” o la “Revista de cultura brasileña”.
Se convirtió en una figura destacada de la cultura española de la postguerra, y en 1956 se casó con María Luisa Madrilley, un año después nació su hijo Ángel, y tras varios años de matrimonio ambos cónyuges se separaron.
Pilar Gómez Bedate fue su segunda esposa y, tras viajar a Italia, en 1964 decidió abandonar definitivamente su carrera como abogado. En 1967 se vio obligado a partir de España a causa de su oposición al régimen franquista, y aceptó la invitación de la Universidad de Puerto Rico para enseñar Literatura Comparada en el recinto universitario de Mayagüez.
Se doctoró en la Universidad de Upsala, en Suecia con una tesis sobre “El moro expósito” del Duque de Rivas, y enseñó como profesor invitado en las universidades de Leiden (Holanda), Venecia y Washington. Participó en numerosos congresos internacionales, e impartió conferencias y lecturas de su obra en Dinamarca y Suecia. Un año más tarde realizó un viaje de estudios con Pilar, invitados ambos por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Brasil. Allí conoció a Joáo Guimaráes Rosa, al que tradujo, y a Rosa Chacel, que por aquel entonces vivía en Copacabana. Tradujo en verso “La divina comedia” de Dante, y el “Cancionero” de Petrarca, y con el tiempo su poesía se fue volviendo más doctrinal.
En 1988, instaurada la constitución democrática, regresó a España y se instaló en Barcelona, donde trabajó como profesor invitado en la Universidad Central, en la Autónoma, y fue nombrado profesor emérito por la Universidad Pompeu Fabra. También retomó su temprana relación con la naturaleza al pasar largas temporadas en Calaceite, en la provincia de Teruel. Finalmente murió en Barcelona el 12 de diciembre de 1995, y está enterrado en Calaceite. Su archivo y biblioteca se encuentran en la Fundación Jorge Guillén de Valladolid.
Esta semana se cumplen veinte años de la muerte de este ilustre poeta, y por fin se va a reconocer su labor en la tierra donde nació y creció. Que ya decía Woody Allen “Las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas”.
Recorro las estanterías de mi casa buscando la “Divina Comedia” y descubro que tengo dos ejemplares, pues soy toda una artista en tener cosas duplicadas. El primero tiene la letra más pequeña del mundo, y el segundo está dividido en dos tomos. Ah, ninguno menciona al traductor. Lástima… A Petrarca no lo encuentro, pues bien se sabe que en ocasiones los libros son orgullosos y cuando los prestas, ya no regresan.
Pero lean paisanos lo que decía nuestro poeta:
La poesía es como una piedra en medio del camino.
El buen poeta tropieza en ella y cae.
El mal poeta nos la tira a la cabeza.
Gracias, gracias, gracias, don Ángel, por llenar el mundo de poesía buena y por nacer manchego, que esta tierra necesita de ángeles poetas para por fin despegar del suelo. Pues solo volando entre versos, agradeciendo con besos y vendiendo nuestros quesos (un saludo a Gloria Fuertes) podremos expandirnos como el universo. Gracias de nuevo, maestro.
Fuentes: Fundación Jorge Guillén.com, Cervantes.es, Poemas del alma.com, Wikipedia, narrativa breve.com
Foto: cvc.cervantes.es
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