CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
14/12/2015
Por Eva Martínez Cabañas
Según la revista Science, las cuerdas anudadas del pueblo inca eran documentos administrativos con información contable. Los guardianes de los nudos, o quipucamayu, eran los responsables de su actualización y custodia, aunque su uso estaba ampliamente difundido y cualquier funcionario podía interpretarlo. Su nombre proviene de la lengua quechua, ya que khipu significa “nudo”. Esta maravillosa y antiquísima herramienta mnemotécnica fabricada con cordeles de lana de distintos colores y nudos fue inventada alrededor del año 1500 en la cordillera andina como método contable y anotación histórica. ¿Con nudos? Sí, con nudos.
Constan de una cuerda horizontal de la que cuelgan otros cordeles anudados con diferentes colores, torsión, forma, tipo, distancia entre nudos, posición y tamaño. En ellos pueden encontrarse cuerdas sin anudar, cuerdas que cuelgan de otras secundarias y hasta cuatro tipos distintos de nudo: simples, largos, en forma de ocho y en forma de ocho con vuelta extra. Como si hiciéramos punto o macramé, señoras… Descifrar el código completo de estos preciosos libros de cuerdas sin duda nos aportarían mucha información sobre el imperio inca.
Representaban números en un lugar determinado, y así ponían en lo más alto la decena de millar, después iba la unidad de millar, y así hasta llegar a la unidad en el extremo inferior de la cuerda. El cero era la ausencia de nudo. Así se registraba la contabilidad del ganado, los impuestos laborales, resultados de cosechas, el calendario, o el censo de la población. El color identificaba lo que representaba el número almacenado, y así sabemos que se utilizaba el blanco para la plata, el amarillo para el oro, el rojo para los guerreros…
También se utilizaban como forma de escritura e incluso para llevar mensajes a otros lugares. Algunos investigadores los han catalogado de escritura en tres dimensiones frente al resto de escrituras bidimensionales antiguas y actuales, ya que los quipus registraban la sucesión temporal de los acontecimientos amarrando datos como quiénes fueron sus reyes, con quién se casaron, el número de hijos que tuvieron, o las tierras que conquistaron durante su reinado. ¿Con nudos? Que sí, con nudos. En algunos lugares funerarios incas se han encontrado algunos con setecientas treinta cuerdas agrupadas en veinticuatro sectores, lo que equivale exactamente al número de días y meses que completan dos años. Los libros de cuerdas también varían en tamaño y complejidad, pues aunque cuentan como mínimo con tres cuerdas, su número máximo de cordeles puede llegar hasta dos mil.
Tras la conquista española, se incentivó inicialmente el uso de los quipus tanto por la administración colonial como por la iglesia, y fue el virrey Francisco de Toledo quien los incorporó entre 1570 y 1581 al sistema administrativo del Virreinato. En el culto católico se utilizaban para memorizar oraciones.
Aunque en 1583 el III Concilio de Lima prohibió su uso, las comunidades desoyeron esta prohibición y continuaron utilizándolos. En 1622 el párroco de Andahuaylillas, Juan Pérez Bocanegra, escribió en su “Ritual formulario” cómo los indígenas iban a confesarse con quipus que registraban sus pecados. Sabemos que estas memorias portátiles fueron usadas por lo menos unos ciento cincuenta años después de la Conquista, pues las pruebas de carbono 14 han desvelado que la mayoría de los conservados datan de esta época.
Sin embargo, acabó suprimiéndose su uso, ya que los conquistadores temían que algunos quipucamayocs permanecieran fieles a sus gobernantes nativos, enviándoles mensajes secretos. La Iglesia, por su parte, en su campaña de convertir a todo el mundo al catolicismo, también acabó considerándolos objetos de idolatría. Así que los condenó a la hoguera y los definió como obra del diablo.
Ya decía el cura de don Quijote antes de quemarle sus libros: “Tome vuestra merced, señor licenciado: rocíe este aposento, no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten, en pena de las que les queremos dar echándolos del mundo”.
La mayoría de quipus fueron destruidos. Sin embargo, una orden religiosa de monjes guerreros rebeldes conservó algunos de ellos con el propósito de descodificar sus secretos. Se trataba de la Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos, más conocida como la Orden de los Mercedarios. Además de los tradicionales votos de pobreza, obediencia y castidad aplicados al resto de órdenes religiosas, estos se comprometían con un cuarto voto a liberar a otros más débiles en la fe, aunque su vida peligrase por ello.
Por lo tanto su principal trabajo fue rescatar y redimir a los cristianos cautivos en manos de los musulmanes. Se trataba del cuerpo de élite de la Iglesia, de las fuerzas especiales con licencia para matar, y era tal la libertad que gozaban en Lima, lejos de la doctrina romana, que incluso se permitían el lujo de tener hijos. Hasta tal punto llegó su anarquía, que el mismísimo rey Felipe II amenazó con disolver la orden si no acataba la autoridad eclesiástica.
En Lima existe un monasterio Mercedario construido en 1535. Su archivo antiguo atesora un libro escrito por un monje del siglo XVI en el que se describen los quipus como un sistema de escritura. El monje también asegura en su libro haber lograrlo leerlos. En total se han hallado más de setecientos quipus. Los más antiguos pertenecen a la cultura Wari, que floreció aproximadamente desde el siglo VII al XIII. Estos no tenían nudos, sino cuerdas de colores que colgaban de la principal en diferentes puntos. El quipu más antiguo encontrado hasta el momento fue hallado en 2005 en las ruinas de la ciudad de Caral. Se ha datado en el año 2500 a.C. aproximadamente.
En la población peruana de San Cristóbal de Rapaz, la comunidad nativa conserva un quipu que nadie sabe leer, y en Ayacucho existe una tabla quipu elaborada por mercedarios. En esta versión los cordeles anudados se encuentran sujetos a una tabla. Lo conserva la maestra local, y al tener numerosas anotaciones en español, se ha considerado la piedra Rosetta inca. La tabla presenta guano de murciélago, suciedad y texto borroso, pero gracias al escáner multiespectral aportado por un profesor de Utah, Estados Unidos, se ha conseguido rescatar la mayoría de palabras. Este tipo de escáner, que fue diseñado por la Nasa para explorar otros planetas, en esta ocasión ha acabado explorando nuestro propio pasado.
Pero a mi entender, lo más sorprendente es que uno de estos quipus, custodiado por el Museum für Völkerkunde de Berlín, presenta un mapa estelar dimensional con la posición exacta de las estrellas principales de las Pléyades y del planeta Venus, que pasa delante de este sistema de soles cada ocho años. El estudio fue publicado por Alberto Sáez-Rodríguez, integrante de la Dirección de Planificación Económica y Estadística “Pueblos Amistad”, de la Universidad de Rusia en Moscú.
Hay que añadir que la comunidad antropóloga todavía no ha conseguido descifrar de manera precisa todos los secretos de estos documentos textiles, por lo que a día de hoy siguen considerándose un maravilloso enigma sin resolver. Yo por mi parte solo puedo añadir que aunque en líneas generales siempre me impresiona el conocimiento de nuestros ancestros, en este caso debo decir con absoluta seguridad que yo de mayor quiero ser inca. O maya… ¿Conocen su calendario o sus multiplicaciones a base de líneas? Para más información los curiosos pueden dirigirse a la generosa internet.
Para terminar, vayamos de la teoría a la práctica: Si desean aprender a hacer nudos quipus les recomiendo el vídeo de YouTube “Quipus, nudo ancestral, amarrando memoria”.
Hasta otro día.
Fuentes: ElMundo.es, Wikipedia, Es.slideshare.net, documental Expedientes Misterio de la Antigüedad, de Discovery Max, MásLibertad.com, PueblosOriginarios.com.
Foto: Plataformadescaruanda.blogspot.com
Se encontró un quipu del 2500 a.c., con lo cual dificilmente se habrian inventado en el 1500.
ResponderEliminarDiferente es que vuestros ancestros hayan destruido y escondido nuestra historia, cultura, y tecnologia en general. Mas cuidado al hablar de los hijos del sol.