CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
21/12/2015
Por Eva Martínez Cabañas
Hay
ocasiones en que algún rincón secreto de no sé qué habitación del alma se
vincula silenciosamente a una obra artística. Entonces te magnetizas, escuchas
su mensaje implícito, entiendes el porqué, y hasta deseas conocer a la persona
que imaginó aquello que te está conmoviendo. Es automático e ineludible, y basta
una estatua, un cuadro, un graffiti, una frase…
Siempre
que nieva tengo cinco años, dijo Neorrabioso y me enamoré. Me adentré en el
acero y el vacío de La memoria del tiempo de Richard Serra y me enamoré. Contemplé
la obra de Bansky y de nuevo me enamoré. Y lo mismo sucedió con La
consagración de Jacques-Louis David, la serenidad de La Gioconda, la poesía
de Wislawa Szymborska, la familia Buendía, o con los dibujos de mis sobrinos.
Dicho
así pienso que no soy muy fiel, y entonces recuerdo el poema de Cristina Peri
Rossi:
“A
los veinte años, en Montevideo,
escuchaba
a Mina
cantando
Margherita de Cocciante
en
la pantalla blanca y negra de la
Rai
junto
a la mujer que amaba
y
me emocionaba
A
los cuarenta años escuchaba a Mina
cantando
Margherita de Cocciante
en
el reproductor de cassettes
junto
a la mujer que amaba,
en
Estocolmo,
y
me emocionaba
A
los sesenta años, escucho a Mina
cantando
Margherita de Cocciante
en
Youtube, junto a la mujer a la que amo,
ciudad
de Barcelona
y
me emociono
Luego
dicen que no soy una persona fiel”.
Mi
último gran amor artístico ha sido Juan Muñoz. Sucedió paseando por Oporto.
En
el Jardim de Cordoaria me topé con una llamativa composición de bronce de esas
que denominan “a pie de calle”. Se trataba de una grada donde varios hombres de
rasgos asiáticos se desternillaban de risa a tamaño natural y a mandíbula
batiente. Aquellos chinos me hicieron reír a mí también. Había otras composiciones
iguales, creo recordar que eran cuatro, y la placa de la obra decía que se
titulaba Trece riéndose unos de otros. No sabía quién era el autor, pero al
poco tiempo un documental en La 2 de Televisión Española me regaló su biografía.
Juan
Muñoz fue un arquitecto madrileño que nació el día de mi cumpleaños pero del
año 53, y está considerado uno de los escultores y artistas de instalaciones
más importantes. Lamentablemente su corazón se paró en Ibiza en 2001 mientras
descansaba junto a su familia.
Realizó
exposiciones en las ciudades más importantes del mundo con obras como Doble Vínculo,
en el Museo Nacional Británico de Arte Moderno de Londres. Esta alegoría
arquitectónica no deja indiferente a nadie, y es una obra de teatro estática
que nos cuenta historias sin palabras y de alma a alma.
Se
trata de una estructura que incluye una secuencia de escenas escultóricas que
nos inquietan. El suelo cuenta con ilusiones ópticas y trampantojos que solo
son descubiertas desde arriba, así como ascensores que suben haciendo descender
el techo. Me pregunto lo que se les podría haber ocurrido a Muñoz y a Escher trabajando
juntos… Lástima, el tiempo y el espacio los separó de esta simbiosis
imaginaria.
Juan
Muñoz es todo un ilusionista, un jefe de pista que grita “Pasen y vean”. Con su
obra reflexionamos, nos sorprendemos, nos reflejamos en el espejo, y somos el
observador silencioso que contempla el extraño comportamiento humano, el
espacio que ocupa, su forma de comunicarse, o la relación que establece con su
comunidad.
Dibuja
la realidad humana en 3D, en espacios arquitectónicos sacados de un sueño, y siempre
con cierta tensión porque las emociones impregnan las figuras como rociadas con
spray. Nos habla de soledad en medio de la multitud, de dolor, de risas, de
desigualdades… Sus representaciones son tremendamente reales, y adoptan cambios
de tamaños junto a los muebles, escaleras, pasamanos y balcones.
Sus
personajes son enanos, orientales, muñecos de ventrílocuos, niños, bailarinas…
hasta que descubres que tú mismo formas parte de la acción. Particularmente me gustan
sus “escenas de conversación”, que son grupos de figuras que conversan, incluso
sentados en la pared, y que te implican en la reunión cuando menos lo esperas.
Creo que debe ser casi imposible visitar sus exposiciones y no acabar hablando
con alguna figura.
Aquí
finaliza un homenaje del tamaño de una semilla, pero que surge del corazón y la
admiración. Gracias por tu espejo, amigo, que como dijo George Bernard Shaw
“Los espejos se emplean para verse la cara; el arte para verse el alma”. De
haberte conocido me hubiese encantado crear contigo chinos de plastilina, porque
tú también sabías que el mundo en muchas ocasiones es un patio de recreo.
Fuentes:
Wikipedia, RTVE.es, Museo Reina Sofía, El País, ABC, Fundación Juan Muñoz.
Foto: EsulturaYArte.com
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