CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
27/01/2014
Por Eva Martínez Cabañas
De
acuerdo, el merito de la primera enciclopedia se lo atribuimos muy
merecidamente a los ilustrados Diderot y D’Alambert, pero es que el trabajo de
nuestro protagonista de hoy tuvo gran importancia en su época; fue llevado a
cabo diecisiete siglos antes y además incluía desatinos muy divertidos. La
mezcla bien merece una misa… digo unas líneas…
Caius
Plinius Secundus nació en Como, Italia, sobre el año 23 y falleció por curioso
en el 79. Fue escritor, naturalista, científico y militar, y gozó de gran
reputación en su época. Todos lo conocían como Plinio el Viejo.
Escribió
lo que tituló Historia Natural, un auténtico compendio de todo el saber de la
antigüedad que cuenta con más de veinte mil entradas; y que fue una importante
recopilación del conocimiento universal hasta finales de la Edad Media. En esta enciclopedia
encontramos geografía, medicina, cosmología, mineralogía, fisiología animal y
vegetal, historia del arte… Todo lo que necesitaba saberse del mundo.
Plinio
estudió leyes en Roma y marchó a Levas, Germania, para cumplir con su formación
militar. Allí llegó a ser comandante de caballería. A su regreso a Roma estudió
letras y desempeñó varios cargos oficiales al servicio del emperador César
Vespasiano Augusto.
Fue
autor de tratados de caballería, historia romana y crónicas históricas, pero
hoy nada nos queda de estos ellos. Pero sí conservamos su Historia Natural. Está
dedicada al emperador Tito, hijo de Vespasiano, y está escrita con abundante
vocabulario y un estilo claro.
Mucho
de lo que conocemos de él se lo debemos a las cartas de su sobrino, Plinio el
Joven. Una de sus cartas, dirigida a Bebbio Macro (Epístolas, III, 5), nos da a
conocer cómo era su tío. “En verano y en invierno, entre la medianoche y las
tres, ya estaba levantado, y salvo breves interrupciones dedicadas
metódicamente al descanso, su actividad continuaba incansablemente hasta la
noche; también durante la comida, o cuando viajaba, tenía junto a sí a un
lector, para evitar la menor pérdida de tiempo. Y nunca renunciaba a tomar
apuntes: solía decir, en efecto, que no había libro tan malo que no contuviera
algo útil y digno de ser aprendido”.
Historia
Natural fue publicada por su sobrino en el año 79. Añadió a la obra un catálogo
de fuentes y un sumario general de su contenido. La enciclopedia está plagada
de datos científicos y también de curiosidades.
Plinio
el Viejo no buscaba causas ni hechos que llevaran a la obtención de
conclusiones científicas, e incluía creencias mágicas, datos ficticios,
exageraciones, fábulas y afirmaciones sin fundamento. Sin embargo, su reunión
metódica de datos influyó notablemente en obras posteriores, llegando a ser
considerada en el siglo XIX una de las grandes obras de la antigüedad clásica.
Historia
Natural está compuesta por treinta y siete libros. El primero explica el
contenido de la obra y nombra a unos quinientos escritores estudiados y el
nombre de sus obras. Los libros siguientes tratan de geografía, astronomía,
antropología, zoología, botánica, medicina general, medicina animal,
mineralogía, usos del vivir humano y artes plásticas.
Plinio
el Joven la definió como "obra amplísima y erudita, y tan varia como la
naturaleza".
Y
Decía Plinio el Viejo en su enciclopedia: “Mientras los animales sienten cada
uno su propia naturaleza y según ella obran y resuelven sus dificultades, el
hombre, por sí solo, nada sabe si no lo aprende; por sí mismo tan solo sabe una
cosa: llorar. La condición esencial de la vida humana consiste en aprender lo
que debe el hombre saber y conocer: los lugares en que habita y los hombres
entre los cuales vive, los aspectos y los fenómenos del cielo y la tierra y,
sobre todo, el mundo vegetal y animal de donde se procura el sustento cuando
está sano y los remedios y medicamentos cuando enferma”.
Así
pues, entre sus páginas podemos encontrar arte de manipular metales y piedras,
la arquitectura de Vitruvio, escritos sobre numerosas pinturas y esculturas de
la antigüedad o juicios de otros autores. Y también un remedio para curar el
dolor de oídos preparado a base de hiel de toro, jugo de puerro y leche humana.
De la misma manera, podemos hallar una divertidísima y preciosa recopilación de
subespecies humanas; que es a la vez tan irreal para un antropólogo como
inspiradora para un contador de cuentos.
Entre
esas subespecies destacamos a los arimaspios (con un único ojo en mitad de la
frente), los monoscelos (que solo tienen un pie cada uno, pero son muy ágiles y
saltan con una rapidez asombrosa), los astomos (que carecen de boca y viven
solo del aire y oliendo aromas agradables), los pigmeos (que viven a los pies
del Himalaya y están especialmente preocupados por los ataque de grullas), los
cabezas de perro (que viven en la
India y que en vez de hablar acostumbran a ladrar), los gimnosofistas
(filósofos capaces de resistir todo el día mirando directamente al Sol sin
parpadear), los andróginos (africanos de doble naturaleza que tienen conocimiento
carnal unos con otros de manera intercambiable y por turnos), o los filisios
(cuyo aliento es una ponzoña y veneno mortífero para todas las serpientes).
Ficción
y realidad en la misma enciclopedia… No está mal.
Plinio,
el Viejo era prefecto en Puerto Miseno cuando encontró la muerte a causa de la
erupción del volcán Vesubio, que sepultó Pompeya y Herculano. En aquel entonces
nadie en Roma sabía lo que era un volcán ni sus terribles consecuencias, por lo
que Plinio el Viejo prefirió presenciar y dar testimonio del espectáculo de
fuego, cenizas y humo antes que salir corriendo.
La
última jornada de su tío es narrada con muchos detalles por Plinio, el Joven;
en una carta dirigida a su amigo el historiador Tácito (Epístolas, VI, 16):
“A
la una de la tarde, su hermana le llamó la atención sobre una gigantesca nube
de forma extraña que apareció en el horizonte. Lleno de curiosidad, se disponía
a subir a una embarcación ligera para estudiar el fenómeno de cerca cuando le
llegaron las primeras peticiones de socorro. Hizo entonces echar al mar los
cuadrirremes para poner a salvo al mayor número posible de personas, y se
dispuso a dirigirse al lugar de peligro, en el fondo del golfo. Desde cubierta
no cesaba de hacer observaciones sobre el importante y pavoroso fenómeno,
dictando notas a su escribiente. Habiendo atravesado el golfo bajo una lluvia
de cenizas y casquijos de lava, y siendo ya inaccesible la costa de Herculano y
Pompeya, llegó a Stabia, a casa de su amigo Pomponiano, y descansó allí
tranquilamente, después de haberse bañado y de haber cenado. Pero a la mañana
siguiente, cuando también aquella pequeña ciudad fue atacada de lleno por la
furia del volcán y todos trataban de ponerse a salvo en el mar, Plinio, al
llegar a la playa, cayó atacado de un colapso cardíaco, abrumado por los
vapores sulfúreos que contaminaban el aire”.
Y
así terminaron sus días de explorador y recopilador del conocimiento.
Decía Plinio el Viejo: Ningún día sin una línea. Pues que así sea…
Fuentes:
Wikipedia, Biografías y Vidas, Aprendemos Hoy, MCN Biografías, Historia Natural
(Plinio el Viejo).
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