CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
21/09/2015
Por Eva Martínez Cabañas
Sé que me gusta a hablar de
historias ocurridas hace mucho tiempo. Hablar de ellas es como lavarle la cara
al pasado, hacerle hueco a antiguos acontecimientos que marcaron el curso de quienes
somos ahora. Nunca escribo en orden cronológico pues no creo en el tiempo, y
aunque siempre he huido de derramamientos de sangre y tragedias, me sorprendo cocinando
mis trocitos salteados de Ciudad Real Célebre, que solo tienen como objetivo
difundir lo que otros han conservado e investigado. Así pues hoy regreso al prolongado
litigio medieval entre pozueleños y calatravos.
Ciudad Real y Miguelturra,
la eterna batalla… Recuerdo a mi culipardo abuelo tomando el pelo a mi abuela
por ser churriega. Tú sí que sabías curar con risas, Daniel. Llevo los
acontecimientos escondidos en mis células, en los chistes y cuentos de mi
infancia, así pues tecleo crónicas del pasado para recuperarlas y amarlas.
Además, Evita, ¿no ves que
tu casa está justo en la línea fronteriza que separa una población de otra? No
ves que la Tierra habla de sus viejas historias, de lo que guarda en su
recuerdo, del dolor que esconde y de todo lo que hay que perdonar. Por este
motivo comienzo mi cuento de hoy hablando de lo que sucedió hace mucho tiempo
en este llano y solariego territorio manchego.
Cuenta la Historia que en
pleno Medievo fueron muchos los enfrentamientos entre Villa Real y las cercanas
poblaciones calatravas. Los pozueleños o villarealengos disponían de
autorización del rey para buscar leña, pastos y otros recursos más allá de sus
límites, pues tenían gran escasez, y obviamente sus fieles enemigos calatravos
respondían a los saqueos con violencia y desquites.
En el siglo XIV estos
enfrentamientos generaban duras represalias por parte de ambos bandos, y así ardió
Miguelturra en una ocasión y se aniquiló prácticamente la villa en varias más.
Sin embargo siempre remontó su vuelo como el pájaro Fénix. No fueron grandes
batallas, pero sí crueles escaramuzas que se repetían continuamente en saqueos
recíprocos, luchas a porrazos, piedras, y herramientas de labranza. ¿Recuerdan
que ya desmigamos la batalla de Malas Tardes?
Pero esto es una historia de
amor… y de odio.
Alrededor del año 1340 y
siendo maestre de Calatrava Garci López de Padilla, el poderoso y acaudalado vecino
de Miguelturra Alvar Gómez regresó a sus tierras para encontrarse a su padre
asesinado, a sus hermanas deshonradas y con su casa saqueada. El causante había
sido el jefe de sus enemigos: Remondo Núñez de Villa Real, que había
capitaneado el saqueo a Miguelturra, así que juró vengarse de él. Y tal era su
odio que todos los años él y sus hijos tenían a bien conmemorar la desgracia.
Sin embargo, cuenta la leyenda que llegó un año en el que el primogénito de
Alvar, de nombre Sancho, reiteró su promesa de venganza sin demasiado
entusiasmo, y esto extrañó al padre. La causa de su cambio de talante se debía
a que el joven se había enamorado de Blanca, la hija de Remondo, y ambas familias
desconocía la relación entre ambos.
Cuando estos amores se
hicieron públicos, los vecinos de las dos villas pensaron que aquellas era la
mejor manera de reconciliar a ambas familias, y acabó interviniendo en el
conflicto Fray Ambrosio, prior del convento franciscano de Villa Real, que se
apiadó de la desgracia de los jóvenes.
Sin embargo Alvar Gómez y
Remondo Núñez no estaban dispuestos a ser familia y encerraron a la novia y
reprendieron al muchacho respectivamente.
El joven Sancho no vio otra
solución que raptar a su novia, así que el fraile quiso casarlos antes de que
emprendieran su huida. Y así lo hizo, de noche, y tras salir Blanca de Villa
Real por la puerta de Alarcos para reunirse con su amado en el humilladero. El
humilladero era el nombre que se le daba al lugar devoto marcado con una imagen
o cruz, y que se situaba a la entrada de algunos pueblos en la vereda de un
camino.
Sin embargo, una vez casados
la pareja no pudo emprender su viaje de huida, ya que apareció Remondo Núñez
con sus hombres armados. Tras apartar al fraile, que protegía con su cuerpo a
Blanca, dio muerte con la espada a su propia hija. Sancho a su vez mató al
padre de su novia y cayó atravesado por las lanzas de los hombres de este.
“El manto de la noche me
esconderá de ellos, con tal de que me quieras que me encuentren aquí. Más vale
que acabe mi vida por su odio, que prorrogar la muerte sin tener tu amor…” nos
dice Shakespeare en su Romeo y Julieta.
Se enterró a los dos jóvenes
en el lugar, y los vecinos de Villa Real colocaron al día siguiente sobre la tumba
una cruz conmemorativa que los recordara, a la que se originariamente se conoció
como Rollo del humilladero. La actual cruz de hierro forjada es un sencillo
monumento sobre una columna corintia apoyada en una escalinata circular a la
que damos el nombre de Cruz de los Casados. Se realizó el 19 de febrero de 1929,
y la podemos encontrar al final del paseo principal del Parque Gasset de Ciudad
Real.
En 1987, Neftalí Mulas
Fernández (1927-1992), que fue un culto profesor de lengua y literatura que
enseñó en el instituto “Santa María de Alarcos” de Ciudad Real y miembro de la
Asociación Mundial de Escritores, escribió en prosa la obra “La Cruz de los
Casados”. Por haber sido don Neftalí mi profesor me gustaría añadir que fue un
hombre afable, que amaba las letras, escribía con pasión y compartía sus anécdotas
de viajes y experiencias vitales con generosidad. Lo recuerdo de estatura
pequeña, peinado siempre hacia atrás con brillantina, con su traje de chaqueta,
conversación fácil y “perdiendo el tiempo” con adolescentes atolondrados que
apenas llegaban a escuchar sus anécdotas de soltero empedernido y la riqueza de
sus proyectos literarios. Gracias por todo, don Neftalí, me hubiera gustado aprender
de sus enseñanzas durante más tiempo, y creo sinceramente que esta ciudad no ha
hecho justicia a su talento. Sin embargo, esta ex alumna guarda su recuerdo en el
corazón.
Pero la vida sigue rodando y
rodando, por lo que para terminar me gustaría hacerles una moderna
recomendación.
En 2015 se ha publicado un
precioso cómic que recuerda la historia. Sus autores son Raúl Sierra y José
Luis Sobrino Pérez, y ha colaborado con ellos la Concejalía de Cultura del
Ayuntamiento de Miguelturra. Su título es “La Cruz de los Casados” y Serendipia
editorial es quien se ha encargado de su publicación. Un precioso relato en
imágenes para todos los que amamos la historia.
Ya me marcho, pero sin duda
nos encontraremos en el camino. Hasta otro día.
Fuentes: Ciudad-Real.es,
Elsayon.blogspot.com, El Crisol de Ciudad Real.
Foto: Wikipedia.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario