CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
03/08/2015
Por Eva Martínez Cabañas
¿Qué
tienen en común películas como Albert Nobbs, Víctor o Victoria, Mulán o Tootsie?
Pues que su temática semeja nuestra historia de hoy. Sin embargo esta última,
aunque menos conocida, es real y todo un ejemplo de superación, vocación y
empeño.
Encendemos
motores…
James
Barry nació entre a finales del siglo XVIII en Belfast, Irlanda del Norte, y su
biografía documentada no comienza hasta 1809, cuando ingresó en la Universidad
de Edimburgo para estudiar medicina. Se doctoró en 1812.
Era
de baja estatura, pelo rubio rizado y voz atiplada, y fue uno de los cirujanos
más destacados del ejército británico. Trabajó como asistente de hospital, sirvió
en la batalla de Waterloo (donde Napoleón terminó con su sueño de grandeza) y ejerció
su profesión en India y Sudáfrica.
En
Ciudad del Cabo trabajó para mejorar el suministro de agua potable, higiene y prevención;
y realizó con éxito una de las primeras cesáreas de las que se tiene noticia. También
denunció la forma inhumana en la que eran tratados los enfermos mentales, y
organizó colonias para leprosos. Por su dedicación fue nombrado Inspector
Médico de la colonia británica, y llegó a ser médico personal del gobernador.
En
1828 viajó como cirujano militar a Isla Mauricio, Trinidad, Tobao, Santa Helena,
Malta, Corfú, Crimea, Jamaica, y en 1831 a Canadá.
Decían
de él que tenía una personalidad polémica, y que no tardaba en pasar de educado
y solícito a demostrar su fuerte carácter. Llegó incluso a batirse en duelo a
pistola, por lo que fue sometido a juicio militar. En la isla de Santa Helena puso
el grito en el cielo ante las condiciones en las que se encontraban los
enfermos, por lo que se creó enemigos entre los oficiales, que hicieron todo lo
que pudieron por desprestigiarlo. Así fue degradado a cirujano de campo y
destinado a las Indias Occidentales en 1838.
Gracias
a su impecable trabajo, en este último destino fue promocionado de nuevo. En
1845 contrajo la fiebre amarilla y regresó a Gran Bretaña. Se jubiló en
Marylebone, Inglaterra, donde falleció el 25 de julio de 1865.
Pero
el asombro surgió tras su muerte, en la funeraria.
La
empleada Sophia Bishop preparaba el cadáver cuando descubrió que se trataba de una
mujer. Al principio pensó que se debía a un error administrativo, ya que el cuerpo
femenino revelaba incluso haber dado a luz en algún momento de su vida. Tras
comprobar la documentación y verificar que se trataba del cuerpo del doctor
Barry, hizo público su hallazgo.
Fue
entonces cuando algunas personas que habían trabajado con él afirmaron haber
sospechado su verdadero sexo. Sin embargo, aprovechando que no se le realizó la
autopsia al cuerpo (ya que había muerto de disentería en la epidemia que flageló
Londres aquel verano), el ejército inglés negó el escándalo, y fue enterrado en
el cementerio de Kensal Green, con el nombre de James Barry y su rango militar:
Inspector General de Hospitales (que equivale a General de Brigada).
Durante
más de un siglo se ocultó el expediente del médico, pero a mediados del siglo
XX por fin se hicieron públicos los detalles. Su verdadero nombre era Margaret
Ann Bulkley, y se cree que la razón de su transformismo se debió a que en aquel
tiempo la medicina y el ejército estaban vetados a las mujeres.
No
tenemos muchos más datos, así que querida doctora Bulkley, conocida su historia
sirva este pequeño reconocimiento para restituir su derecho a elegir profesión.
También deseo declararle mi más sincera admiración por su empeño en querer cambiar
el mundo. No debió ser fácil… Gracias por su tesón, doctora, ha sido un placer
conocerla (y un abrazo para los puristas del leísmo).
¿Una
cita para finalizar? Mejor otro día, que hoy no tengo muchas ganas de pensar, o
como escribió Leonardo Da Vinci (con efecto espejo en sus apuntes de
trigonometría) “Etcétera porque la sopa se enfría”. Les prometo que no lo he
hecho a propósito. Hasta otro día.
Fuentes: Blog
Enroque de Ciencia, Wikipedia, Muy Interesante.es.
Foto: Listas.20minutos.es
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