CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
24/08/2015
Por Eva Martínez Cabañas
Decía el filósofo renacentista Michel Eyquem de Montaigne que “Nada parece tan verdadero que no pueda parecer falso”. Hoy nos viene que ni pintada esta reflexión, pues vamos a recordad un bello hallazgo histórico del que en los últimos años han surgido dudas muy serias.
Me refiero a un busto muy antiguo, es una de las obras más bellas del arte egipcio, y se ha llegado a conocer con el nombre de Mona Lisa de Amarna, la región donde se halló. Por supuesto estoy hablando del busto de Nefertiti.
La reina egipcia de carne y hueso (1370-1330 a.C) fue hija del faraón Ay, esposa de Akenatón, y suegra de Tutankamón (aunque algunos historiadores piensan que pudo ser su madre), así como un personaje fundamental en la historia antigua de Egipto.
La legendaria belleza de Nefertiti no es discordante con el ojo derecho vacío, ni con su cráneo ovalado; porque, señores y señoras: el busto de Nefertiti tiene una cabeza apepinada, alargada, rarísima... Los egiptólogos más tradicionales sostienen que se trata de una manipulación neurocraneal practicada en su etapa infantil a los miembros de la realeza (sin embargo esta extraña práctica no era propia de Egipto). Aun así, en las representaciones de la familia real se puede apreciar que todos los miembros, a excepción del faraón, tienen el cráneo ovalado. Los historiadores más atrevidos sostienen la teoría de que la forma de estos cráneos (también encontrados en la costa de Perú y en Australia) eran propios de una raza que cohabitó el planeta Tierra con nuestros antepasados humanos en la antigüedad.
Sean de la raza que sean, Nefertiti y Akenatón tuvieron seis hijas: Meritatón, Meketatón, Anjesenpaatón, Neferneferuatón-Tasherit, Neferneferura y Setepenra. Sé que se morían por conocer sus nombres…
El legado histórico-artístico que nos ha quedado de la realeza destaca sobre todo por las escenas familiares de Nefertiti y Akenón con sus hijas, ya que hasta ese momento el arte nunca había mostrado la intimidad real a su pueblo.
Tras la muerte de Akenón, le perdimos la pista a la reina, pues desaparece de grabados, vasijas o escritos. No obstante nos queda su bello busto pintado, ¿o no? “Lo que ha sido creído por todos siempre y en todas partes, tiene todas las posibilidades de ser falso”, nos enseñó el filósofo Paul Ambroise Valéry.
En principio el busto se atribuía al artesano y escultor real Tutmose, del siglo 1330 a.C. Fue descubierto en 1912 (el busto, no el escultor) en unas excavaciones dirigidas por el egiptólogo alemán Ludwig Borchardt.
Sin embargo, hoy en día se cree que en realidad es una copia de 1912 realizada para poner a prueba los pigmentos utilizados por los antiguos egipcios, según el historiador suizo Henri Stierlin. Se atribuye al artista Gerardt Marcas, por encargo del egiptólogo Borchardt.
En 2008 Stierlin publicó un libro titulado “El busto de Nefertiti: ¿una importora de la egiptología?”. Basa sus conclusiones en varios hechos irrefutables. En primer lugar el busto no tiene ojo izquierdo, y no pudo ser diseñado así porque en el antiguo egipcio se habría considerado un insulto. Además, los hombros están cortados verticalmente, y los antiguos egipcios hacían el corte horizontal. Stierlin también asegura que los rasgos recuerdan al Art Nouveau, y que los arqueólogos no se preocuparon de desarrollar ni siquiera un informe de las excavaciones donde fue supuestamente encontrada. “Borchardt sabía que era falso” –asegura el egiptólogo.
La obra está realizada en piedra, se encuentra recubierta de yeso, y los pigmentos de su pintura son muy antiguos, aunque no han sido datados con exactitud. El busto, icono de belleza femenina del arte universal, retrata a Nefertiti en su madurez, sin ocultar sus arrugas.
Stierlin continúa diciendo que el origen de la farsa del busto comienza durante una visita a las excavaciones de la familia real sajona. Estas se encontraban situadas a orillas del río Nilo. La realeza se interesó por el bello busto, y hasta le hicieron fotografías. Los arqueólogos presentes no se atrevieron a aclarar que no era una obra auténtica…
En fin, el caso es que el busto de nuestra princesa de Éboli egipcia puede que sea falso, falsísimo. Sin embargo, es indiscutible que posee una belleza extraordinaria.
El filósofo Blaise Pascual nos regaló este pensamiento: “El espíritu cree naturalmente y la voluntad naturalmente ama; de modo que, a falta de objetos verdaderos, es preciso apegarse a los falsos”. Colorín, colorado, el cuento de Nefertiti se ha acabado.
Fuente: Wikipedia, Blog Luz para Todos, Blog La Túnica de Neso, Emol.com, Europa Press.es, Mas Libertad. Com, El País.es.
Foto: Historia y arqueología.com
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