miércoles, 6 de agosto de 2014

ANÓNIMO


CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
14/07/2014
Por Eva Martínez Cabañas






Imagina que tuvieras con un don, un talento que naciera de tu corazón y que formase la mejor parte de ti mismo. E imagina que a pesar de ello, tu familia y entorno desaconsejaran su puesta en práctica por considerar tu habilidad indigna de tu estatus social. Piénsalo, ¿qué harías si fueses el mejor poeta de tu época y no dispusieses de libertad para escribir?¿Te olvidarías de tu habilidad? ¿Escribirías a escondidas?

“La reputación es un prejuicio inútil y engañoso, que se adquiere a menudo sin mérito y se pierde sin razón”, dijo el protagonista de esta historia.

El periodista y escritor norteamericano Charlton Ogburn, siguiendo la pasión de sus padres (quienes escribieron varios libros sobre el tema), en 1984 escribió el libro titulado El misterioso William Shakespeare, el hombre y el mito.

Y el escritor y astrofísico Michael H. Hart, (que en la actualidad cuenta con ochenta y un años, y que se describe a sí mismo como activista y separatista blanco), revisó la teoría de Ogburn y escribió un artículo donde negaba la autoría de la obras literarias de Shakespeare a quien todos conocemos como el Bardo de Avon.

La teoría de ambos considera que William Shakespeare, considerado el escritor más importante de lengua inglesa y uno de los más célebres autores de la literatura universal, en realidad no era quien decía ser y escribía bajo pseudónimo. Sabemos muy poquito de su vida, y esto es algo incomprensible en un autor con treinta y siete obras de teatro, ciento cincuenta y cuatro sonetos y cuatro obras líricas; y más teniendo en cuenta la abundante información que disponemos de otros autores del siglo XVII menos importantes.

Fue en 1623, siete años después de su muerte, cuando se editó la obra del maestro bajo el nombre de Primer Folio. Contenía 36 obras y fue recopilada por John Heminges y Henry Condell, ambos actores y amigos de Shakespeare. Se estima que se hicieron 1.000 ejemplares (el censo más reciente calcula que existen unos 228 ejemplares en la actualidad).

Sin embargo, sabemos que Shakespeare fue actor, escribió poesía y teatro, pero apenas tenía estudios elementales. Pertenecía a una familia humilde, y sus padres, esposa e hijas eran iletrados. ¿Alguien tan brillante en literatura negaría la posibilidad de leer y escribir a su propia descendencia? Esto nos cuesta creerlo. Su padre fue guantero, y William tuvo que trabajar como aprendiz de carnicero debido a la difícil situación económica que atravesaba la familia. En 1582 contrajo matrimonio con Anne Hathaway, hija de un granjero, y con quien tuvo tres hijos (de los cuales uno murió con 11 años). Al parecer tuvo que abandonar su pueblo debido a que le sorprendieron cazando furtivamente en las propiedades del juez de paz de la ciudad. Se cree que llegó a Londres hacia 1588.

Otro argumento que cuestiona la verdadera identidad del Bardo de Avon es que no existe ni un solo manuscrito de su puño y letra (ni siquiera una carta), aunque por otra parte, bien podría ser que sus manuscritos se perdieran en el incendio del Teatro Globe, situado a orillas del río Támesis en las afueras de Londres, que tenía capacidad para más de 3.000 espectadores y que desapareció bajo las llamas en 1613.

Tampoco consta en ningún registro que William asistiera a la escuela de Stratford, ni menciona al ilustre autor ningún profesor, compañero de clase, vecino o familiar, a pesar de la popularidad que alcanzó en su época. Tampoco es mencionado en ningún relato ni existen fragmentos o bosquejos de sus obras.

Lo que sí atesoramos es su testamento: un documento de tres páginas donde no se mencionan sus obras, derechos de autor ni nada relacionado con la literatura, e indiscutiblemente se trata del testamento de un hombre sin demasiados estudios. El mundillo del teatro tampoco hizo la más mínima alusión a su muerte en 1616. Y el influyente dramaturgo y poeta Benjamin Jonson, (amigo del auténtico Shakespeare), ni siquiera lo mencionó a su muerte en la correspondencia que se conserva de él. También contamos con seis firmas suyas en diversos documentos legales, pero las seis son distintas. Así mismo sabemos que a los cuatro años de llegar a Londres ya contaba con gran fama, y que sus obras fueron representadas en la corte de la reina Isabel I y de su sucesor el rey Jacobo I. De la misma forma, conocemos que William Shakespeare se retiró a los 40 años y regresó a su ciudad natal.  

Sin embargo, hoy en día se cree que el verdadero Shakespeare en realidad era un noble llamado Edward De Vere. El aristócrata poseía gran cultura, había viajado mucho y era catorce años mayor que el autor de Stratford-On-Avon. También sabemos de él que fue cortesano, autor teatral, poeta, deportista y mecenas de al menos dos compañías teatrales y una compañía musical. Nació en Castle Hedingham en 1550 y fue hijo de Margery Golding y John De Vere, 16º conde de Oxford.

Se le atribuyen 33 obras firmadas con su verdadero nombre, incluyendo publicaciones religiosas, filosóficas, médicas y musicales; y conocemos a algunos autores que le dedicaron sus obras, como Edmund Spenser, Arthur Golding, Anthony Munday, John Lyly o Thomas Churchyard.

Cuando contaba doce años de edad, su padre murió y fue nombrado 17º conde de Oxford, así como Lord Chambelán de Inglaterra, heredando una paga de 2.250 libras anuales. El padre de Edward había nombrado testamentarios a su mujer e hijo, pero sus tierras pasaron a ser patrimonio estatal. William Cecil, Secretario de Estado de la reina Isabel I, se hizo cargo del muchacho y lo envió al colegio St. John’s en Cambridge, para corregir sus cualidades dramáticas. Años después el joven se casaría con la única hija de su protector.

Durante su mandato, el Secretario de Estado consiguió equilibrio económico en Inglaterra, adoptó un nuevo sistema monetario y creó la iglesia anglicana. A su muerte fue sucedido por su hijo Robert Cecil como mano derecha de la reina. En 1586, Isabel I concedió a De Vere una renta vitalicia de mil libras, aunque desconocemos la razón, y años después le otorgó el mando militar de Flandes y el de la Armada. El aristócrata falleció en 1604 a los 54 años de edad.

De Vere firmó con su nombre hasta cierta fecha, ya que tras recibir la pensión de la reina se retiró de la vida social y entonces fue cuando empezaron a aparecer las obras firmadas por William Shakespeare. Nunca más apareció una obra a nombre de Edward De Vere.

Hay que tener en cuenta que en pleno siglo XVII era inconcebible que un aristócrata se dedicase al impío e innoble oficio de escribir obras teatrales o poesía. Por esto se piensa que la identidad “William Shakespeare” en realidad fue elegida por su noble familia tras el fallecimiento de De Vere, eligiendo como “autor” del legado del conde a un dramaturgo de Stratford-On-Avon. La suplantación evitaría a la familia un escándalo, beneficiaría a la del actor de Avon, y sobre todo haría posible publicar la impecable y prolífera obra del aristócrata. Un plan perfecto, aunque no tenemos datos que corroboren que efectivamente sucedió así.

El conocido dramaturgo Benjamin Jonson era amigo del conde, e incluyó un poema en el prólogo de la edición de Primer Folio, donde un par de versos insinuaban que el autor era de Stratford-On Avon. En Londres, William Shakespeare era un desconocido, por lo que nadie se dio cuenta del engaño. Así mismo, influenciado por la familia del aristócrata, Jonson colocó en la lápida de Shakespeare el siguiente epitafio en verso: “Buen amigo, por Jesús, abstente de cavar el polvo aquí encerrado. Bendito sea el hombre que respete estas piedras. Y maldito el que remueva mis huesos”. Así, se aseguró que nadie comprobaría ni trasladaría el contenido del sepulcro en mucho tiempo. Cuando publicaron sus obras, realidad y mito ya se habían fusionado.

El actor Derek Jacobi que ha representado durante su larga carrera a personajes shakespearianos, y Mark Rylance, exdirector artístico del Teatro Globe (la réplica del teatro original), divulgaron en 2007 la denominada Declaración de duda razonable, promovida por la Coalición de la Autoría de Shakespeare en relación a verdadera identidad de Shakespeare. Al finalizar la obra titulada Yo soy Shakespeare, ambos actores divulgaron un documento que investiga la autenticidad del famoso dramaturgo.

Aunque ya existían sospechas sobre el dramaturgo, y se atribuían las obras del de Avon al dramaturgo Christopher Marlowe o al filósofo Francis Bacon, la Coalición se inclina por Edward De Vere debido a las similitudes que existen entre su biografía y numerosos hechos relatados en los libros del bardo, donde aparecen detalles sobre la vida en la corte y datos de otros países.

Lamentablemente no he encontrado información sobre alguna comparativa de estilos entre las obras firmadas por De Vere y las de Shakespeare, lo cual hubiera sido interesante y esclarecedor. Así que no podemos afirmar que esta teoría sea cierta o incierta.

La película llamada Anonymous (la podemos encontrar en la Biblioteca Pública del Estado), nos ofrece la biografía de Edward De Vere y una conspiración política por la sucesión de la corona que recuerda mucho a los dramas más truculentos de Shakespeare. Está dirigida por Roland Emmerich.

Noble o plebeyo, lo cierto es que el legado de este misterioso autor nos ha dejado un brillante estilo literario, grandes obras clásicas y testimonio de su desprecio por las mujeres... que nadie es perfecto.


Fuentes: Shakespeare.org, Ubaldo Gómez Files, Shakespeare Total, Wikipedia, Yahoo Grupo Escéptica (Javler), El Mundo.es y Buscabiografías.com.




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