CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
18/08/2014
Por Eva Martínez Cabañas
Si os parece bien, hoy aprendemos un poquito sobre alfabetos rúnicos.
Solo para curiosos. Solo para celtas nostálgicos...
Decía el astrónomo Galileo Galilei que las matemáticas son el alfabeto
con el cual Dios ha escrito el Universo, y en nuestros días, mi queridísimo
Umberto Eco parece añadir su propia valoración, en lo que a alfabetos se
refiere, afirmando que la maquinaria que permite producir un texto infinito con
un número finito de elementos existe desde hace milenios: es el alfabeto. Que a
veces los sabios conversan entre sí, a pesar de los siglos.
Las runas surgieron de la cultura etrusca, un pueblo muy antiguo asentado
en lo que hoy conocemos como Toscana italiana, pero hace tanto tiempo de esto
que en la zona no se conservan restos de este lenguaje escrito. Estas preciosas
y antiguas letras que encontramos grabadas en rocas verticales son vestigios
históricos que nos cuentan cómo antes las cosas se hacían de otra forma, y que
el paso de los siglos conlleva evolución y cambio.
El alfabeto rúnico recibe el nombre de futharc debido a las primeras
seis letras que lo forman, excepto en Inglaterra que se conoce como futhorc, ya
que la cuarta letra, que era la “o” fue
remplazada por la “a”, y sigue el principio acrofónico. La acrofonía es el dar
a las letras de un sistema de escritura alfabético un nombre, de tal forma que
el nombre de la letra misma comienza con ella. Por ejemplo, “alegría”,o “amor”
son nombres acrofónicos de la letra A.
Las runas deben su apariencia angular a que fueron diseñadas para ser
talladas en superficies duras, y sus trazos rectos facilitaban la labor. Las
que han sobrevivido al paso de los años fueron escritas en anillos, cuchillos,
espadas, monedas y monumentos. Se piensan que fueron creadas como alfabeto
literario, y se utilizaban para escribir epitafios, conmemoraciones y mensajes
escuetos.
Los bravos vikingos llevaban en la proa de sus naves símbolos rúnicos
como defensa contra las inclemencias de los mares, y grababas en sus espadas,
hachas, cascos y escudos las palabras de sus dioses, ya que consideraban que su
magia protectora les permitía conquistar tierras y mares. Al finalizar la era
vikinga, este tipo de escritura fue poco a poco reemplazándose con el paso de
los siglos por el latino, ya que el cristianismo en aquella época se convirtió
en símbolo de refinamiento.
Aunque las más conocidas hoy en día son una variante surgida de la
fusión entre runas etruscas y germanas, es en la cultura escandinava (antiguos
noruegos, suecos, daneses, finlandeses e islandeses) donde hallamos numerosas
muestras de esta escritura. Las inscripciones rúnicas más antiguas encontradas
están datadas sobre el año 150.
Otras runas se asocian inevitablemente con la cultura celta, un conjunto
de pueblos tribales de la Edad de Hierro asentados en torno a los Alpes, y
que llegaron a Irlanda, Gran Bretaña, Galia, Italia, Alemania, Bohemia, Iberia,
Rumanía y otros lugares de Europa, plantándoles cara incluso a los organizados romanos.
El término “celta” significa héroe, y la sentencia “Llevamos la fuerza
del jabalí y la sabiduría del unicornio” podía leerse en los poblados celtas. De
su lengua proceden todas las lenguas indogermánicas, incluido el castellano, y
de ellos deriva el sonido seminasal del portugués y el gallego. En Galicia podemos
encontrar multitud de vestigios que los celtas llamados brigantes dejaron tras
poblarla hacia el 700 a .C.
aproximadamente.
Uno de los vestigios rúnicos más llamativos es la conocida como Piedra
de Rök. Es un monolito ubicado a orillas del lago Vättern, en Suecia, y es una
estela o piedra rúnica de granito de color gris claro. Presenta casi 2,5 m . sobre la superficie de
la tierra y 1 m .
más bajo ella. Muestra casi 280 inscripciones rúnicas en su frente, y ya era
conocida en el siglo XVII, fecha en la que se encontraba empotrada en un muro
de la antigua iglesia medieval del lugar. Fue en su traslado a un muro de la
nueva iglesia cuando se descubrió que también presentaba unas 450 inscripciones
en su parte posterior. En el siglo XIX fue sacada de la iglesia y ubicada en
las cercanías. La piedra rúnica está datada en el año 800, y la primera
traducción la hizo el noruego Sophus Bugge en el siglo XIX. Le faltan algunos trozos en sus laterales, y en
una traducción libre su comienzo diría:
“Estas runas están escritas por Varin en memoria de su hijo fallecido
Vämod.
Yo les digo a los jóvenes, yo les digo para recordar como doce veces
fueron tomados como botín de guerra, ambos de una sola vez y de hombre en
hombre...”
En la actualidad su significado está siendo reconsiderado por el lingüista
Bo Ralph, miembro de la Academia Sueca
y profesor en la universidad de Göteborg. Su estudio se origina tras comprobar
que la segmentación de las runas puede dar otras interpretaciones, y que la
inscripción podría pasar a considerarse un tipo especial de literatura
enigmática, como el Rig-Veda, un antiguo texto sagrado indio escrito en
sánscrito.
Entre otras “joyas rúnicas” que conservamos y algunas reproducciones
tras su desaparición destaca el Codex Runicus, los cuernos de oro de Gallehus ,
los llamados poemas rúnicos, el Abecedarium Nordmannicum, el Cuchillo del
Támesis o La Cruz
de Ruthwell.
Estos alfabetos estaban muy relacionados con los sacerdotes, y la misma
palabra “runa” significa secreto. Nos dice la mitología que el primero fue
creado por Odín, dios padre escandinavo, y que al principio se grababan en
tablas y en bastones de mando. Más tarde se utilizaría la piedra para dejar un
testimonio más perdurable.
Las letras, pintadas o grabadas en pequeñas piedras redondeadas, también
eran herramientas místicas capaces de revelar secretos a aquellos que
estuvieran iniciados, y con el paso del tiempo este conocimiento se ha ido
transformando en un instrumento de adivinación del futuro. Las más tempranas se
empleaban con propósitos mágicos además de como alfabeto, pero cuando el
cristianismo prosperó, el uso del oráculo rúnico y la veneración de sus dioses
paganos se prohibió, sustituyéndose el alfabeto celta por el romano. Durante la Primera Guerra Mundial los
nazis se fascinaron por el ocultismo rúnico, y la incorporaron a su simbología
política y militar. En la actualidad se han desarrollado diversas reinterpretaciones
de su uso mágico y ritual.
Las runas es sí mismas poseen una belleza intrínseca a su condición de
enigma, que, como decía el novelista cubano Alejo Carpentier: “Llego a
preguntarme a veces si las formas superiores de la emoción estética no
consistirán, simplemente, en un supremo entendimiento de lo creado. Un día, los
hombres descubrirán un alfabeto en los ojos de las calcedonias, en los pardos
terciopelos de la falena, y entonces se sabrá con asombro que cada caracol
manchado era, desde siempre, un poema”.
No se puede decir más bonito.
Fuentes: Odinismo.com, Wikipedia, Taringa!, Huffpost Voces, Cyclopaedia.es.
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