lunes, 21 de octubre de 2013

ZANCADILLAS Y SUBMARINOS


CIUDAD REAL DIGITAL
BARRICADA CULTURAL
30/09/2013






Cuando Julio Verne escribió 20.000 leguas de viaje submarino seguramente no imaginó que la historia del primer submarino real iría cargada de intrigas, héroes, villanos y gran tesón, al igual que su bella novela. En estos días se rinde homenaje a Isaac Peral con motivo del 125 aniversario de su submarino. Su historia es sorprendente, y es tan gráfica en su contenido que sobran los comentarios añadidos. Juzgad por vosotros mismos.

Isaac Peral y Caballero, nieto e hijo de marinos, fue científico, marino y teniente de navío de la Armada española. Y le debemos ser el inventor del primer submarino torpedero, al que se conoce como submarino Peral, así como una ametralladora eléctrica, un ascensor eléctrico y un varadero móvil.

Nació en el callejón de Zorrilla, en la Cartagena española de 1851 y fue hijo de Isabel y Juan Manuel. Su padre siempre estaba destinado a algún lejano lugar y su madre, con el propósito de labrar un buen futuro para su hijo, tuvo el valor de enviar una solicitud a la reina Isabel II, quien le otorgó a un Isaac de ocho años el título de aspirante de Marina y el derecho a utilizar el uniforme, siempre que se comprometiera a ingresar en la Escuela Naval en cuanto tuviera edad. Tuvo dos hermanos, Pedro y Manuel, que también se alistaron en la Armada.

Al cumplir los catorce años Isaac aprobó el examen de acceso al Colegio Naval Militar de San Fernando, donde se aplicó en aritmética, geometría, álgebra, construcción naval, maniobra, astronomía, historia naval, pilotaje, mecánica, física y máquina de vapor e historia de España. Tanto es así que consiguió el grado de guardiamarina de segunda clase y el apodo de El profundo Isaac.

El Peral adulto intervino en la Guerra de los Diez Años en Cuba y en la Tercera Guerra Carlista, por lo que fue condecorado. También destacó en trabajos científicos: escribió un tratado sobre huracanes, trabajó en los planos del canal de Simanalés, en Filipinas, realizó cartas hidrográficas y publicó trabajos sobre álgebra y geometría. Y después de veinte años navegando en toda clase de embarcaciones y mares, fue propuesto para ocuparse de las cátedras de física, química y alemán en la Academia de la Armada.

La idea del submarino surgió a raíz de que la Marina Imperial alemana amenazara con bloquear las Carolinas, las islas españolas en el Pacífico. Peral pensó que el submarino torpedero podría contrarrestar la superioridad naval de los alemanes, ya que el nuevo aparato de las profundidades (tal y como él lo llamaba) sería capaz de transportar hombres sin ser visto y combatir con torpedos al enemigo. Comunicó a sus superiores que había resuelto definitivamente el reto de la navegación submarina. Uno de sus superiores, el director de la Escuela de Ampliación, le contestó que por decírselo persona a la que tiene en gran consideración, le cree; y que viniendo de otra hubiera pensado que se trataba de una locura.

Tras un riguroso análisis del proyecto por parte de la Escuela de Ampliación se aprobó y se dio traslado del proyecto al ministro de Marina, quien recibió el proyecto con entusiasmo y declara el proyecto alto secreto militar.

La construcción se llevó a cabo en Cádiz, donde el buque fue bautizado con guasa por sus vecinos como El cacharro o El puro. Costó 300.000 pesetas, cuando el precio de un acorazado era aproximadamente de 40 millones. Sin embargo, los sucesivos ministros demostraron indiferencia o un claro interés en querer acabar con el invento.

Al morir Alfonso XII también cambió el ministro de Marina, y el proyecto del submarino quedó aparcado durante siete meses, filtrándose la noticia desde el ministerio. Los planos del submarino llegan a manos de un traficante de armas conocido como el Mercader de la Muerte.

Pero gracias al apoyo de la reina regente María Cristina, el submarino fue botado el 8 de septiembre de 1888. Una vieja fotografía nos muestra la congregación de miles de personas expectantes. Incluso se regalaron abanicos a las mujeres con el rostro de Peral y el submarino estampados. Acudieron a la botadura buques de guerra y periodistas de todo el mundo, pero curiosamente no se presentaron las autoridades españolas.

La embarcación naval medía 22 m. de eslora, y obtenía la propulsión de dos motores eléctricos de 30 caballos cada uno. La energía la suministraba una batería de más de seiscientos elementos y contaba con un tubo lanzatorpedos, tres torpedos, periscopio, un aparato de profundidades y los mecanismos necesarios para navegar en inmersión.

La expectación también fue acompañada por la falta de confianza de los altos cargos de la Armada, quienes temían hacer el ridículo ante todos: pensaban que el submarino daría vueltas como una pelota debido a su forma. Así que Peral pintó una línea con yeso en el casco y aseguró que el agua no la rebasaría. Y así fue. Tras la botadura se convirtió en un héroe nacional e internacional. Cuando visitaba Madrid tenía que salir al balcón del hotel donde se alojaba, se le obsequiaba con regalos e incluso se compusieron un vals y una opereta en su honor.

Las pruebas en el mar se llevaron a cabo a lo largo de 1889 y 1890. El submarino realizó una inmersión, siguió el rumbo fijado y lanzó torpedos, pero el gobierno canceló el proyecto por considerar que no pasaba de ser una curiosidad técnica sin mayor trascendencia, según dictaminó un informe. Y a Peral se le negó el permiso necesario para atravesar sumergido el estrecho de Gibraltar.

Isaac Peral también tuvo que enfrentarse al sabotaje. El día de la prueba del submarino acudió antes para realizar un ensayo previo y se encontró con que las pilas no funcionaban: habían reemplazado el bicromato de potasa por tinta roja. Afortunadamente la prueba pudo llevarse a cabo una vez descubierta la trampa.

Se cree que el responsable del sabotaje fue Basil Zaharoff, uno de los conocidos como mercaderes de la muerte. Zaharoff amasó durante su vida una de las mayores fortunas del mundo traficando con armas. Boicoteaba a sus competidores y corrompía a los políticos, a los que hacía declarar una guerra para venderle posteriormente sus armas a los ejércitos de ambos lados. Aún así, gozó durante toda su vida de fama y reputación, e incluso llegó a recibir doscientas medallas y títulos en treinta y un países distintos.

El mercader de la muerte trató de comprarle las patentes a Peral en Londres y, como no lo consiguió, estafó a los gobiernos de Grecia, Turquía y Rusia vendiéndoles unos submarinos falsos con propulsión a vapor, que ni siquiera podían sumergirse del todo.

El submarino de Peral sufrió un total de cuatro sabotajes durante las pruebas que realizó y, aunque el inventor logró salir airoso de cada una de ellas, Zaharoff al final consiguió lo que quería. Su influencia en la política española se debió a su relación amorosa con Mª del Pilar Muguiro y Beruete (hija de un banquero conservador y sobrina de un líder del Partido Liberal), a la que habían casado muy joven con Francisco de Borbón y Borbón (primo de Alfonso XII y que padecía debilidad mental). Pilar y Zaharoff fueron amantes durante treinta y cinco años y tuvieron tres hijas.

Como todo parecía marchar, Peral pensó en construir un sumergible más grande que el primer prototipo, pero la Historia quiso que los antiguos ministros volvieran al poder en un nuevo gobierno. El Consejo emitió un informe que descalificaba la personalidad del inventor y donde se atribuían sus logros a la casualidad. Peral solicitó una prueba notarial sobre el documento y se descubrió que presentaba adulteraciones respecto del original, pero el Consejo de Ministros lo dio por bueno.

Así que nuestro inventor no tuvo otra opción que entregar el submarino al gobierno mientras que otros países desarrollaban su idea. Al solicitar la baja definitiva en el cuerpo, la Armada ni siquiera le concedió una pensión.

Se trasladó a Madrid para operarse de un cáncer e intentó hacer llegar a la opinión pública la verdad de lo sucedido. Aunque se le vetó en cualquier medio de comunicación, finalmente consigue publicarlo en un periódico satírico, El Matute.

En la capital española creó la primera industria eléctrica, montó una fábrica de acumuladores, las primeras centrales eléctricas de España y varias empresas con el objeto de electrificar municipios. Sirva de ejemplo la Compañía Termoeléctrica de Manzanares, Ciudad Real, que fundó junto al marqués de Salinas. Y gracias a sus batería navegaron los submarinos extranjeros. El ingeniero belga Tudor se hizo cargo de su trabajo en materia eléctrica. Aún así, se cuenta que Peral pasó apuros económicos para mantener a su mujer y a sus cinco hijos.

En 1895 se traslada a Berlín para ser operado de cáncer de piel. Un descuido en las curas le producen una meningitis que acaba con su vida a los cuarenta y tres años de edad.

El submarino se abandonó en el arsenal gaditano de la Carraca, en San Fernando (Cádiz) una vez expoliado de sus elementos de valor. En 1929 Cartagena reclamó el submarino, el cual estaba expuesto en el paseo marítimo. Recientemente se está restaurando, tratándose el óxido acumulado después de varias décadas a la intemperie y eliminando las capas de pintura que lo recubrían. Las hélices pintadas con purpurina han resultado ser las originales, y los restauradores intentan recuperar el aspecto plateado que lució el día de su botadura. Una placa en la proa recuerda el nombre de los diez hombres que acompañaron a Peral en la aventura.

George Dewey, jefe de la Escuadra estadounidense que cercó Santiago de Cuba y acabó con la Armada española, aseguró: “Si España hubiese tenido un solo submarino de los inventados por Peral, yo no hubiese podido sostener el bloqueo ni veinticuatro horas”.

Y así el rumbo de la historia hubiese sido otro... Porque, en más ocasiones de las que desearíamos dejamos nuestro destino en personas que no consiguen ver más allá de su propia avaricia y mezquindad. Y me parece necesario recordar y rendir homenaje a los que apuestan por el futuro y la prosperidad de todos. Fue Sócrates el que dijo: Más escuelas y menos cárceles. Bien está, pero yo me planteo si lo que realmente necesitamos es impulsar a quienes socialmente lo merecen. Dejar el camino abierto a quienes inventan, exploran, ayudan, curan, enseñan y caminan por delante del resto. Y evitar por todos los medios que se marchen lejos por falta de ayuda y hastiados de zancadillas. Que la historia se repite, señores... Y seguirá haciéndolo hasta que aprendamos la lección. Y aunque mi intención era no hacer ningún tipo de comentario al respecto, voto a Bríos que no he sido capaz...



1 comentario:

  1. Hermosa historia ,con lección moral incluída !!!
    Del otro lado del charco, Franklin, Westinghouse , Edison llevaron bienestar y progreso al consumidor, y compañías que todavía están en pié.Tal vez esto signifique que la democracia liberál es mejor sistema que el monárquico.... no lo se !!!

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