lunes, 19 de agosto de 2013

PEQUEÑO CUENTO DEL CHE GUEVARA



CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
05/08/2013
Pequeño cuento del Che Guevara
por Eva Martínez Cabañas





El otro día, comentaba con unos amigos en Facebook una frase que decía: “El capitalismo es el genocida más respetado del mundo. Ernesto Che Guevara, discurso en la ONU, 11 de diciembre de 1964”. La Canción del elegido de Silvio Rodríguez y McGuevara o CheDonald’s, de Kevin Johanssen, me hicieron pensar lo poco que sabemos a veces de los mitos y lo mucho que hablamos de ellos.

No hay barricada cultural que se precie que no se alce al cielo a base de sillas, cómodas, vallas, puertas, ideas nuevas, enseres viejos y lo que haga falta para hacer más sólido nuestro conocimiento sobre este mundo. Este es mi propósito: aprender y recordar. No dispongo de más herramientas ni armas que unos pequeños cuadrados de la A a la Z. Tampoco pretendo adoctrinar, sino compartir; que con la política hemos dado, amigo Sancho. Y siempre con vuestro permiso.

Vivimos tiempos difíciles. Tiempos de remolinos, de triste dinero, poder triste y otros pesares de acero. Los valores, la justicia y los cambios sociales parecen términos olvidados y poco prácticos para vivir sin llamar la atención. Pertenecen al mundo de las ideas. Los héroes quedan relegados a los cuentos y películas… Aun así se habla de ellos. Se estampan sus rostros en camisetas, sus palabras se trasforman en citas e incluso los convertimos en iconos de no-sé-exactamente-qué. En fin, como a mí me gustan los cuentos, me gustaría contar uno…

Pues bien, había una vez un niño rico que nació en Argentina en los felices años veinte. Se llamaba Ernesto Guevara de la Serna y padecía crisis de asma. Pero aun así, terco como una mula, jugó al rugbi, practicó natación, pelota vasca, atletismo, tenis y golf. También contaba una de sus hermanas que amaba el ajedrez y que fue un apasionado de la lectura.

Siempre le conmovieron la injusticia y desigualdad social que sufrían los indios andinos y, quizás para curarse a sí mismo y a los demás, decidió estudiar medicina. Y salió a recorrer mundo con su amigo Alberto Granado, a lomos de la Poderosa II, una motocicleta Norton 500 cm3 que los dejó tirados a mitad del camino de puro agotamiento mecánico. Ambos hicieron más de diez mil kilómetros. Hay una película que cuenta muy bien esta parte del cuento; se llama Diarios de motocicleta y su director es Walter Salles.

En aquel viaje visitaron las minas de cobre de la Braden Company en Chuquicamata, Chile. Allí Ernesto se negó a guarecerse de la lluvia con los blancos tras ver a mujeres y niños indios empapados de agua. También visitaron la leprosería de San Pablo en Perú, donde convivieron con los leprosos, haciéndoles quitar los vendajes y recetándoles partidos de fútbol. Ernesto contó a sus padres la despedida de la leprosería en una hermosa carta que decía: “Para decirnos adiós, los enfermos se agruparon en un coro. Al acordeonista ya no le quedaban dedos en la mano derecha, así que los reemplazó por cañas de bambú atadas a la muñeca. El cantante estaba ya ciego, y todos los demás, desfigurados por la forma específica de lepra que se da en esta región. Todo esto alumbrados por faroles y linternas. Era un espectáculo digno de una película de terror que, sin embargo, quedará en mi memoria como uno de los recuerdos más hermosos de mi vida”. Ahora me estoy acordando de Médicos sin Fronteras…

En Bogotá, después de siete meses de aventuras, Ernesto tuvo que vérselas con el asma, la contaminación y un terrorífico régimen político. Ambos amigos regresaron a casa. Pero en su viaje habían aprendido mucho… El joven Guevara emprendió una nueva marcha con otro amigo. Quería estudiar la situación política de los países que visitaba. Bolivia, Perú, Ecuador, Costa Rica… Conociendo gente y ciudades Ernesto decidió hacerse revolucionario, ser don Quijote, luchar contra la injusticia y acabar con la pobreza de los más pobres. Era lo que quería por encima de todo: Lucha social, cambio de sistemas y un nuevo orden más justo. Y todo a base de fusil, porque pensó que era el único camino para conseguirlo.

En Guatemala, conoció a la peruana Hilda Gadea, brillante oradora perteneciente a la Alianza Popular Revolucionaria Americana. Él se sintió irresistiblemente atraído por su vehemencia y honestidad. Ella, lo vio demasiado guapo para poder ser mínimamente inteligente… Así que se casaron y tuvieron una hija.

Y una noche de tertulia y tequila, Ernesto conoció a Fidel Castro en México. Fidel propuso a Ernesto formar parte de la expedición que liberaría Cuba del ejército Batista. Así, ambos formaron equipo: Castro, fascinado por el poder; Guevara obsesionado por acabar con el imperialismo…

Y pasó a ser conocido como el Che, por utilizar esta palabra al terminar las frases como buen argentino que era. También comienzan los uniformes verde oliva, el yate Granma, los rebeldes en Sierra Maestra, Radio Bemba informando, lluvia de balas, aviones C47 y B25, una veintena de fidelistas capturados y ejecutados, y el Che herido gravemente en el cuello y el pecho. “Libres o mártires”, como decía Fidel Castro (nada, que no puedo dejar de ver a un abuelito con chándal y barba. Cosas del paso del tiempo…)

Dice el Che en su diario: “A mi lado, un camarada salió corriendo, abandonando dos cajas, una con munición y la otra con medicamentos. Se lo recrimino a gritos. Me responde que no es el momento de ocuparse de eso. Incapaz de cargar con ambas cajas, me encuentro con un dilema: ¿cojo los medicamentos o la munición? ¿Yo qué soy, un médico o un guerrillero revolucionario? Escogí la caja de municiones”. Todo un retrato, ¿verdad? De noche, Ernesto impartía clases a sus camaradas analfabetos.

Guerra, batallas, cae Batista… Para el Che comunicaciones cortadas, ejecuciones, cócteles molotov, la batalla de Santa Clara, barricadas, el tren blindado… Mientras, Fidel se apodera de Santiago en la otra punta de la Isla.

A los treinta y un años Ernesto se casó de nuevo. Aleida March y él tuvieron cuatro hijos.

Por aquella época se dedicaría a comerciar con otros países. Estuvo en El Cairo, Gaza, India y Japón. También visitó Hiroshima para comprobar la tragedia causada por la bomba atómica, Indonesia, Belgrado, Yugoslavia, Roma, Ceilán y Pakistán. Proyectó entonces visitar los dos grandes sistemas comunistas: La Unión Soviética y China.

Ni qué decir tiene que la revolución fue observada atentamente por Washington. Al nacionalizarse las plantaciones de caña de azúcar y de tabaco, que pertenecían casi en su totalidad a los estadounidenses, Estados Unidos protestó con una bajada notable en la importación de azúcar. Como Estados Unidos poseía minas, tierras, exportaciones e importaciones cubanas, perdió alrededor de mil millones de dólares. Así comenzó el bloqueo económico. Cuba importaba de Estados Unidos cerca de treinta mil artículos. Así comenzó su decadencia económica… Numerosos opositores a Castro decidieron exiliarse a Estados Unidos.

Ernesto empezó a alejarse de las ideas que venían de Rusia. Como Fidel decidió continuar con los rusos, el Che se marchó a Argelia, Mali, el Congo, Guinea, Dahomey y Ghana, ya que no le interesaba el poder; sino la revolución social, la formación y lucha para llegar a ellas.

Más tarde el Che Guevara viajó a Bolivia, Allí encontró pocos hombres a su disposición. La mayoría no era fiable y carecía de formación. El territorio estaba bastante despoblado y los campesinos no simpatizaban demasiado con la revolución al estar amparados por una reciente reforma agraria. El Che propuso a sus hombres elegir entre seguir o retirarse. Todos, salvo uno, decidieron continuar. Con algún avance y varios retrocesos, los guerrilleros continuaron con su lucha.

Al final quedaron solo diecisiete hombres, los cuales llegaron a la Quebrada de Churo. Enseguida buscaron algún paso por el que escapar, ya que los cercaban dos compañías de ciento cuarenta y cinco hombres cada una y un escuadrón de treinta y siete soldados. Trescientos veintisiete soldados contra diecisiete guerrilleros… Al parecer, un campesino los había delatado. Al no poder avanzar ni retroceder, se escondieron en un pequeño barranco donde tomaron posiciones. Fueron atacados al mediodía. Aviones de combate AT-6 sobrevolaban la zona. Guevara decidió fragmentar su grupo y cuatro hombres consiguieron escapar cubiertos por el Che, aunque fueron capturados y ejecutados unos días después. Ernesto se negó a abandonar a uno de sus hombres, el Chino, un guerrillero peruano sordo y herido en los pies que no podía ver al haber perdido sus gafas. Él mismo Che estaba herido en una pantorrilla y se paró a hacerse un torniquete. Así ambos cayeron en manos enemigas. De aquella terrible emboscada solo sobrevivieron tres hombres.

El Che, el Chino y Willy, un viejo minero boliviano, fueron conducidos a La Higuera, un pueblo situado unos ocho kilómetros y encerrados en una pequeña escuela de adobe. Sus captores pidieron instrucciones a La Paz, y esta a Washington. La CIA dio orden de acabar con el escurridizo guerrillero y solicitó una prueba de su ejecución. Dicen que les mostraron sus manos…

El cuerpo del Che fue expuesto a la mañana siguiente en un lavadero público donde centenares de bolivianos fueron a rendirle homenaje. Años más tarde, los cubanos encontraron sus restos y los de sus compañeros en una fosa común. Castro depositó sus huesos en Santa Clara, en tierra cubana.

Y así termina el cuento del Che. La vida siguió, la revolución siguió, las injusticias, las desigualdades… El ovillo de los años tejió nuevas aventuras junto a viejos regímenes anclados, sin moraleja que valga.

Si queréis saber más, os recomiendo un librito de bolsillo: “Che Guevara. El espíritu de la Revolución”, escrito por Jean Cormier y editado por Blume. Por cierto… Colorín Colorado, este cuento se ha acabado…



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