sábado, 11 de enero de 2014

EXCLUSIVAS PARTITURAS


CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
23/12/2013
Por Eva Martínez Cabañas





Sepan vuestras mercedes, que el día de hoy, esta castellana de Villa Real se complace en compartirles esta historia de partituras y órganos para regocijo de sus ojos y conocimiento de todos. Que ya lo dijo el escritor del Siglo de Oro Baltasar Gracián: “Añade el hombre conocimientos a conocimientos. Nunca el saber es bastante. Si tanto es uno más hombre cuanto más sabe, el más noble empleo será el aprender”. Así que aprendamos, pues. Los protagonistas de hoy son un espía desterrado, un duque inglés y un órgano de iglesia. Pláceme comenzar por el instrumento sin parangón, así que adelante.

En el siglo XVIII se firma un documento notarial que manifiesta: “Sépasse por esta pública escritura y obligación, como yo, Gaspar de la Redonda Zeballos, Maestro organista, vecino de la villa del Campillo de alto Buey del obispado de Cuenca, y estante en esta de la Torre de Juan Abad, que me obligo a labrar, construir, conducir y sentar para la Yglesia Parroquial de ella un órgano que ha de constar y contener los registros siguientes...”

Cuando se construía un órgano, era práctica habitual revestir los tubos de madera con papeles y cola para darles estanqueidad, evitando así posibles fugas de aire, y así se hizo también con el órgano del ciudadrealeño municipio de Torre de Juan Abad.

Los papeles que se usaron para ello fueron unas cartas del hijo del maestro organista en las que el muchacho le muestra a su padre sus progresos en escritura. Así mismo se utilizaron algunas partituras de música que supuestamente carecían de valor.

Lo sorprendente es que el maestro organista Gaspar de la Redonda en realidad colocó en los tubos del órgano unas hojas de 1626 pertenecientes a la Facultad Orgánica de Alcalá de Henares. Se trataba de una primera edición de Francisco Correa de Arauco, donde en cifra, en música y con indicaciones del insigne maestro sevillano, se van explicando sus magistrales tientos y su manera de tocarlos.

También se utilizan unas partituras inglesas donde puede leerse el nombre de un famoso músico inglés: Jenkins. Son dos carreras anónimas para violines de principios del siglo XVII, escritas posiblemente de la mano del gran compositor inglés.

En España, las partituras de música se realizan sobre pentagramas, formados por cinco líneas y cuatro interlíneas donde se escriben las notas y todos los demás signos musicales. Las partituras inglesas encontradas en el órgano estaban escritas en sextagramas, es decir, tenían seis líneas.

Se sabe de estos manuscritos, hoy lamentablemente perdidos, gracias a una publicación del siglo XVII del librero londinense John Playford. Y como no existe ninguna música de esta naturaleza en toda España, su interés histórico aumenta considerablemente. También sabemos de estas partituras gracias al musicólogo Alejandro Massó, quien supo de su existencia al investigar la historia del órgano para llevar a cabo una grabación apoyada por la UNESCO.

Pero ¿cómo llegaron a la localidad manchega de Torre de Juan Abad?

Esto es un caso digno de Holmes, Colombo, Clouseau, Poirot, Mortadelo y Filemón, Gadget, Tintín o la señorita Marple. Una pista: en el primer libro de las Aventuras del Capitán Alatriste, escrito por Arturo Pérez-Reverte, se cuenta cómo el duque de Buckingham realizó una visita a la madrileña corte de Felipe IV.

George Villiers, primer duque de Buckingham, fue un político y noble inglés que nació en Leicestershire en 1592 y falleció a los treinta y seis años a manos de un oficial de su propio ejército. Fue el protegido del rey Jacobo I de Inglaterra y de su hijo Carlos I.

Cuando su madre enviudó, Villiers fue enviado a Francia para que se educase para la vida en la corte. Allí aprendió modales, danza y francés, y destacó sobre todo por su gallardía y belleza. El rey Jacobo I se enamoró de él, y ambos mantuvieron una larga relación tal y como atestigua la correspondencia entre ambos. Con el favor del rey, Villiers fue nombrado caballero de cámara, luego barón, vizconde, conde, marqués y por dos veces duque de Buckingham. También llegó a ser primer ministro y la persona más importante de la corte, aparte de la familia real.

Según cuentan los historiadores, su irresistible atractivo físico le llevó a tener una actitud arrogante e impulsiva, y aunque se le proporcionaron importantes responsabilidades políticas, no estaba preparado para afrontarlas.

El guapo duque se casó con la hija de un noble de acuerdo a los deseos del rey. Como el padre de la joven no quería acceder al enlace, se las arreglaron para que la muchacha pernoctara una noche bajo el mismo techo que el favorito del rey. A pesar de lo evidente de la trampa, la madre de la joven decidió que lo más prudente era casarla. De este matrimonio nacieron un retrato del pintor flamenco Van Dyck, donde ambos aparecen caracterizados como Venus y Adonis, y cuatro hijos.

Y ahora viene lo que nos realmente nos atañe... Corría el año 1623 cuando el agraciado duque acompañó al príncipe Carlos de Gales a España para negociar el matrimonio de este con la Infanta María Ana (hija de Felipe III). Aunque las negociaciones venían de largo, se piensa que el duque fue el causante del fracaso de las mismas debido a su poco tacto y mal hacer. Se cuenta que el príncipe Carlos quedó prendado por la infanta, pero que no tuvo en cuenta lo recatada que era la corte madrileña y se extralimitó al trepar por una tapia para verla. La infanta huyó despavorida. Tan grave fue el asunto que el embajador español pidió al parlamento la ejecución del duque, pero Buckingham se libró y declaró la guerra a España a su regreso a Inglaterra.

El duque también se las tuvo que ver con Luis XIII y el cardenal Richelieu por cortejar a la reina Ana de Austria en una misión diplomática. Así mismo perdió más de cuatro mil hombres en sus asaltos a La Rochelle y la isla de Re para auxiliar a los protestantes rebeldes; organizó un ataque en Cádiz con la intención de arrebatarle a España su flota y fracasó estrepitosamente; escandalizó al parlamento inglés al intentar enfrentar a los protestantes ingleses con los protestantes franceses, y declaró la guerra a Francia. Y como todos sus pasos estaban conducidos a aumentar sus riquezas y las de sus familiares, su popularidad fue cayendo en picado.
El escritor francés Alejandro Dumas (el padre) describe al duque de Buckingham muy positivamente en su libro Los tres mosqueteros. En cambio, el escritor inglés Charles Dickens no es tan amable, llegando a decir de él que “por tan mezquinas causas y tan mezquinas criaturas se hacen a veces las guerras”; y que “estaba destinado a no hacer mucho más mal en este mundo”.

Pero insisto, ¿cómo llegaron las partituras a Torre de Juan Abad? Fue gracias al tercer elemento de esta pequeña historia: el espía desterrado.

Sabemos que Francisco de Quevedo poseía una casa en esta localidad. El ingenioso poeta y escritor, que llegó a ser secretario del rey Felipe IV, fue acusado de ser un espía a las órdenes del duque de Osuna, de haber participado en una conjura diplomática en Venecia, así como de otras intrigas políticas. Su trabajo en la corte le proporcionó un sin fin de sinsabores, persecuciones, y dos encarcelamientos en su casa de Torre de Juan Abad; además de una tercera reclusión en una minúscula celda del gélido convento de San Marcos, en León, que dejó su salud muy quebrada y lo llevó a retirarse de nuevo a su casa manchega.

La propiedad la había heredado de su madre, pero tuvo que pleitear interminablemente por ella con el concejo de la villa. La disputa se resolvió a favor del escritor después de su muerte, pasando la hacienda a ser propiedad de su sobrino y heredero. Aún así, Quevedo siempre se refirió a Torre de Juan Abad como “mi aldea”, tal y como sabemos por sus cartas. Y nos cuenta en verso cómo en aquella casa se dedico a leer a los clásicos: “Retirado en la paz de estos desiertos,/con pocos, pero doctos libros juntos,/vivo en conversación con los difuntos/y escucho con mis ojos a los muertos”.

La casa también albergó en una ocasión al mismísimo rey Felipe IV. En esta ocasión, Quevedo salió de Madrid el 8 de febrero de 1624 con la comitiva real en un viaje del rey a Andalucía. Quevedo alojó a Felipe IV en su casa de Torre de Juan Abad, ya que la población está ubicada en el Campo de Montiel, a medio camino entre Madrid y Andalucía. La comitiva real regresó a la capital a finales de abril o comienzos de mayo.

Pero volvamos al tema de las partituras. Cuando en 1623 el duque de Buckingham llega inesperadamente a Madrid junto al joven príncipe Carlos (con intención de acordar el matrimonio del príncipe con la hermana mayor de Felipe IV), lo hace acompañado de su corte, compuesta por consejeros, eruditos, artistas, cantores, bailarines, y músicos. La larga estancia del príncipe y su séquito influyeron en las aficiones del joven Felipe IV, ya que abundaron las fiestas amenizadas por la magnífica orquesta del príncipe Carlos, según cuentan algunos testigos presenciales en estos conciertos celebrados en el Real Alcázar de Madrid y El Pardo. Quevedo participó de aquellas musicales reuniones, y en algún momento alguna partitura inglesa (escrita en sextagrama para bass viol) llegó a sus manos y la trasladó a Torre de Juan Abad.

Quevedo dejó escrito este pensamiento: “El Órgano, una junta de afligidos tocada de la mano poderosa y de sus agravios. Los dos fuelles: el uno el que abaja, el del dolor; el otro, el que sube, el de la confianza en Dios. Una corneta subida, las alabanzas del alma al que la crió. Corneta muda, los gemidos que no se atreven de miedo a descubrirse. De estos instrumentos, muchos en este siglo”

El escritor y poeta frecuentó la iglesia de La Torre y asistió a misa ocupando un lugar privilegiado por su título de Señor de Torre de Juan Abad. Y es casi seguro que, a pesar de su cojera, subiera al coro alto por los difíciles peldaños de la escalera de caracol que da acceso al instrumento y a la torre campanario.

El restaurador Alan Falle confesó asombrado que el sonido del órgano era el mejor y más dulce que había encontrado en todo sus años de restaurador. Así que se analizaron las aleaciones y medidas de sus tubos buscando una explicación. “Cuiden de su órgano y denlo a conocer. Ese sonido no debe permanecer callado”. Así lo viene haciendo la iglesia a través de sus Ciclos Internacionales de Conciertos en el Órgano Histórico. También se organizan en esta población los Congresos Internacionales sobre Quevedo, con carácter bienal y a través de la Fundación Francisco de Quevedo.


Fuentes: José Barahona, web de la iglesia de Torre de Juan Abad, Wikipedia, MCN Biografías.com y Don Pedro Girón, duque de Osuna, del autor Luis M. Linde.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario