sábado, 15 de noviembre de 2014

LIBRE


CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
10/11/2014
Por Eva Martínez Cabañas





Fue el escritor y político cubano José Martí quien dijo en el siglo XIX: “La libertad cuesta muy cara y es necesario o resignarse a vivir sin ella o comprarla a su precio”. Y lo cito porque me gustaría contar un hecho histórico, la historia de una canción, y la de un muchacho al que le salió muy cara la libertad. Sucedió así...

En 1961, y por motivos políticos, Alemania quedó dividida en dos partes con la construcción de un muro. La parte más oriental (la socialista República Democrática Alemana o RDA) lo denominaba oficialmente Muro de Protección Antifascista. En la mitad occidental (la República Federal Alemana o RFA), y en el resto del mundo lo conocimos por otro nombre: El Muro de la Vergüenza o el Muro de Berlín.

Su construcción fue un secreto de estado de la RDA, y fue construido a instancias del partido Socialista Unificado de Alemania. Los trabajos se realizaron bajo la vigilancia de la Policía y del Ejército Popular Nacional. En junio de 1961, el presidente del Consejo de Estado (Walter Ulbricht), contestó a la pregunta de una periodista afirmando: “Entiendo su pregunta como que hay hombres en Alemania oeste que desearían que movilizáramos a los trabajadores de la construcción de la capital de la RDA para erigir un muro. No conozco la existencia de tales motivaciones, pues los obreros de la construcción de la capital emplean todas sus fuerzas principalmente en la construcción de casas. ¡Nadie tiene la intención de erigir un muro!”. Así, fue el primero en emplear el concepto “muro” dos meses antes de que se construyese.

En la noche del 12 al 13 de agosto de 1961, y sin previo aviso, se levantó prácticamente entero. Solo quedó sin construir una pequeña parte fuertemente custodiada por la policía socialista. Se cerraron así los accesos a Berlín oeste. 5.000 miembros de la Policía Popular, 4.500 de las brigadas y tropas soviéticas se apostaron allí para enfrentar un posible combate en la frontera aliada.

El alcalde de la RDA, Willy Brandt, fue el único que protestó enérgicamente, convocando el 16 de agosto de 1961 una manifestación en la que participaron 300.000 berlineses occidentales.

La reacción de los aliados fue lenta. Entre las protestas internacionales, el presidente norteamericano Kennedy dijo que era “una solución poco elegante, aunque mil veces preferible a la guerra”. El primer ministro británico, Harold Macmillan afirmó que “Alemania del este detiene el flujo de refugiados y se atrinchera tras un grueso telón de acero. No se trata de nada ilegal”, por lo que a su vez Kennedy replicó que Berlín era un estado libre y envió 1.500 hombres a Berlín oeste como refuerzo. El 27 de octubre se produjo una confrontación directa entre las tropas soviéticas y las estadounidenses. Cada bando contaba con diez carros de combates, pero ambas tropas fueron retiradas al día siguiente por miedo a una guerra atómica.

Aunque Alemania oriental afirmaba que “el muro había sido levantado para proteger a su población de elementos fascistas que conspiraban para evitar la voluntad popular de construir un estado socialista”, en la práctica servía para controlar la emigración masiva de la población, la fuga de cerebros y el mercado negro. Y es que entre la década de los cincuenta y los sesenta del siglo pasado, unos 3 millones de personas abandonaron Alemania oriental junto a muchos polacos y checos buscando en occidente la esperanza de un futuro mejor. A pesar del muro y la rigurosa frontera, unas 50.000 personas de Berlín oeste trabajaban sin embargo en la zona este, y se beneficiaban de las condiciones financieras de la zona comunista. Como la economía del lado oriental quedó muy debilitada, el gobierno ordenó a la Policía Popular que se ocupase de inspeccionar medios de transporte (que sacaban mercancías y refugiados a la parte occidental), contrabandistas y personas tratadas de sospechosas, por lo que las libertades se restringieron mucho más.

La muralla se extendía a lo largo de 45 km. dividiendo la ciudad de Berlín, y de otros 115 km. que separaban el resto del territorio alemán. El lado oriental estaba fuertemente custodiado por guardias fronterizos, y se requería un permiso especial para poder visitar la otra zona. Con los años fue mejorándose con regularidad. En 1975 era de hormigón armado, tenía una altura de 3,6 m. y 45.000 secciones independientes de 1,5 m. de longitud. Además, la frontera contaba con una valla de tela metálica, cables de alarma, trincheras para evitar que pasasen vehículos, una cerca de alambre de púas, más de 300 torres de vigilancia y 30 búnkers.

Fueron muchas las personas que perdieron su vida al intentar saltarlo, aunque otros sí que lo consiguieron. El número exacto de personas abatidas se desconoce, pero la Fiscalía de Berlín considera que fueron 270 (incluidas 33 que perdieron la vida a consecuencia de las minas). El Centro de Estudios Históricos de Potsdam estima que la cifra fue de 125 fallecidos en la zona del muro. Otras fuentes contabilizaron unas 5.000 fugas a Berlín oeste, 192 personas murieron por disparos al cruzar y otras 200 resultaron gravemente heridas. De la misma manera, 57 personas consiguieron escapar a través de un túnel de 145 m. de longitud cavado por los berlineses occidentales los días 3, 4 y 5 de octubre de 1964.

Pero sin duda, el intento fallido más destacado fue el de Peter Fechter, un chico berlinés de tan solo 18 años que trabajaba como obrero de la construcción. Un mes antes había cursado la solicitud para cruzar a Berlín oeste y visitar allí a su hermana Liselotte, pero le fue denegado. Entonces planeo junto a su amigo Helmut Kulbeik esconderse en un viejo taller cercano al muro, observar desde allí el movimiento de los guardias y aprovechar el momento oportuno para escalarlo y cruzar al otro lado. Y así lo hicieron.

Los guardias fronterizos del este tenían orden de disparar y abrieron fuego cuando descubrieron la fuga. Helmut lo consiguió, pero Peter fue alcanzado en la pelvis y cayó del muro por el lado oriental.

Los disparos en el centro de Berlín habían llamado la atención de cientos de curiosos que se acercaron a uno y otro lado tratando de comprender lo que estaba sucediendo. Peter gritaba pidiendo ayuda, no podía moverse y se estaba desangrando, pero durante casi una hora nadie acudió porque tanto los guardias de un lado como del otro tenían estrictamente prohibido permitir el paso a nadie. Lo único que hicieron los soldados americanos fue tirarle a Peter un botiquín, pero no le sirvió de ayuda porque no podía moverse. Los berlineses de ambos lados contemplaron impotentes la agonía del muchacho mientras le gritaban a los guardias que lo ayudasen.

Finalmente llegó el permiso a la torre de control oriental y tres guardias se adentraron en la “zona de la muerte” (el área vacía que separaba los las dos zonas). Levantaron el cuerpo prácticamente sin vida del muchacho y lo alzaron en brazos por encima de la alambrada, de vuelta a la RDA, mientras eran increpados por los gritos de “¡Asesinos! ¡Asesinos” de los ciudadanos.

La falta de asistencia al herido se atribuyó al miedo mutuo entre las dos partes del muro. Desde el lado occidental no se permitió a los transeúntes ayudarlo por miedo a un disparo. Berlín oriental también afirmó haber tenido miedo de intervenir debido a que tres días antes un soldado de la RDA había muerto por un disparo de un policía de la RFA.

Cuando el cuerpo de Peter fue recogido, uno de los guardias que habían disparado (no menos joven que la víctima), volvió la vista atrás y su mirada de pánico quedó inmortalizada en una fotografía. La foto de aquel cuerpo desangrado se convirtió en un icono de la resistencia civil.

Durante la tarde hubo protestas en la parte occidental contra la RDA y las fuerzas militares de EE.UU. a las que acusaban de pasivas. A media noche, unas 10.000 personas se manifestaban y tiraban piedras contra un autobús de tropas rusas. En los días siguientes, el canciller Konrad Adenauer escribió a Nikita Jrushchov, dirigente de la Unión Soviética, protestando porque en una gran ciudad del mundo civilizado se negara los primeros auxilios a un joven, y pidió al embajador americano que en el futuro se interviniera para ayudar a la víctima.

Cerca del lugar donde murió Peter, se colocó una cruz en el lado occidental. En el primer aniversario de su muerte, el alcalde de Berlín occidental realizó una ofrenda floral. Así mismo, en 1990 (tras la reunificación alemana), se construyó el monumento a Peter Fechter en el lugar donde cayó del lado este, y se ha convertido en un punto importante de conmemoración. También la calle donde fue disparado lleva su nombre desde 2012.

En 1997 (treinta y cinco años después del suceso) se abrió una investigación. Dos antiguos guardias de la RDA (Rolf Friedrich y Erich Schreiber) fueron acusados y hallados culpables de la muerte de Peter. Fueron condenados a un año de prisión.

El Muro de Berlín cayó en la noche del 8 y 9 de noviembre de 1989, después de 28 años en pie. El funcionario socialista Günter Schabowski anunció en una conferencia de prensa retransmitida en directo por la televisión de Alemania oriental que todas las restricciones habían sido retiradas y que los ciudadanos podrían ir al oeste sin pasaporte ni visado. Pero cometió un error: no leyó la segunda página del documento en la que se establecía que la medida entraría en vigencia al día siguiente.

Así que miles de personas corrieron ese día al muro pensando que podrían pasar. Los guardas fronterizos no estaban informados de los cambios, pero no se atrevieron a disparar. Sin una orden concreta y bajo la presión de la gente, finalmente abrieron los accesos y permitieron el paso al otro lado del muro. A la mañana siguiente hubo una verdadera avalancha de personas, y muchos de ellos habían pasado la noche junto al muro esperando la apertura de la frontera a la mañana siguiente.

Los ciudadanos de la RDA fueron recibidos con entusiasmo por los de la RFA. La euforia colectiva se retransmitió en todas las televisiones del mundo: los desconocidos lloraban y se abrazaban, los bares cercanos regalaban cerveza y todo el mundo festejaba en la calle el acontecimiento.

El 9 de noviembre los propios berlineses empezaron la destrucción del muro con picos, martillos y todo lo que tenían a su alcance. El violonchelista Mstislav Rostropovitch (exiliado al oeste) fue al muro a animar a los que lo demolían. El artista alemán Bodo Sperling promovió la idea de salvar un trozo de muro con el fin de crear una galería de arte urbano al aire libre, y varias asociaciones de artistas de ambos lados apoyaron la idea. Más de cien artistas de todo el mundo fueron invitados a pintar murales en homenaje a la libertad.

En 1990, en la Potsdamer Platx se llevó a cabo un macro concierto titulado “The Wall Live” donde participaron grandes artistas del mundo de la música. El objetivo del evento fue apoyar a la fundación “Memorial Fund For Disaster Relief”, creada para paliar los impactos de cualquier guerra o desastre natural.

Y en España (diez años después del suceso) el cantante valenciano Nino Bravo hizo muy popular la canción “Libre”. Hoy en día, el tema todavía constituye un símbolo de libertad. La canción fue compuesta por José Luis Armenteros y Pablo Herrero (excomponentes del grupo Los Relámpagos) en unos tiempos complicados también para España, precisamente por la ausencia de libertades. Si os apetece, podéis escucharla en Youtube, y por supuesto en los mejores karaokes de España.



Fuentes: El Mundo, Taringa, Wikipedia, Mi Periódico y El País.

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