lunes, 28 de diciembre de 2015

ENAMORADA DEL ARTE


CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
21/12/2015
Por Eva Martínez Cabañas






Hay ocasiones en que algún rincón secreto de no sé qué habitación del alma se vincula silenciosamente a una obra artística. Entonces te magnetizas, escuchas su mensaje implícito, entiendes el porqué, y hasta deseas conocer a la persona que imaginó aquello que te está conmoviendo. Es automático e ineludible, y basta una estatua, un cuadro, un graffiti, una frase…

Siempre que nieva tengo cinco años, dijo Neorrabioso y me enamoré. Me adentré en el acero y el vacío de La memoria del tiempo de Richard Serra y me enamoré. Contemplé la obra de Bansky y de nuevo me enamoré. Y lo mismo sucedió con La consagración de Jacques-Louis David, la serenidad de La Gioconda, la poesía de Wislawa Szymborska, la familia Buendía, o con los dibujos de mis sobrinos.

Dicho así pienso que no soy muy fiel, y entonces recuerdo el poema de Cristina Peri Rossi:

“A los veinte años, en Montevideo,
escuchaba a Mina
cantando Margherita de Cocciante
en la pantalla blanca y negra de la Rai
junto a la mujer que amaba
y me emocionaba

A los cuarenta años escuchaba a Mina
cantando Margherita de Cocciante
en el reproductor de cassettes
junto a la mujer que amaba,
en Estocolmo,
y me emocionaba

A los sesenta años, escucho a Mina
cantando Margherita de Cocciante
en Youtube, junto a la mujer a la que amo,
ciudad de Barcelona
y me emociono

Luego dicen que no soy una persona fiel”.

Mi último gran amor artístico ha sido Juan Muñoz. Sucedió paseando por Oporto.

En el Jardim de Cordoaria me topé con una llamativa composición de bronce de esas que denominan “a pie de calle”. Se trataba de una grada donde varios hombres de rasgos asiáticos se desternillaban de risa a tamaño natural y a mandíbula batiente. Aquellos chinos me hicieron reír a mí también. Había otras composiciones iguales, creo recordar que eran cuatro, y la placa de la obra decía que se titulaba Trece riéndose unos de otros. No sabía quién era el autor, pero al poco tiempo un documental en La 2 de Televisión Española me regaló su biografía.

Juan Muñoz fue un arquitecto madrileño que nació el día de mi cumpleaños pero del año 53, y está considerado uno de los escultores y artistas de instalaciones más importantes. Lamentablemente su corazón se paró en Ibiza en 2001 mientras descansaba junto a su familia.

Realizó exposiciones en las ciudades más importantes del mundo con obras como Doble Vínculo, en el Museo Nacional Británico de Arte Moderno de Londres. Esta alegoría arquitectónica no deja indiferente a nadie, y es una obra de teatro estática que nos cuenta historias sin palabras y de alma a alma.

Se trata de una estructura que incluye una secuencia de escenas escultóricas que nos inquietan. El suelo cuenta con ilusiones ópticas y trampantojos que solo son descubiertas desde arriba, así como ascensores que suben haciendo descender el techo. Me pregunto lo que se les podría haber ocurrido a Muñoz y a Escher trabajando juntos… Lástima, el tiempo y el espacio los separó de esta simbiosis imaginaria.

Juan Muñoz es todo un ilusionista, un jefe de pista que grita “Pasen y vean”. Con su obra reflexionamos, nos sorprendemos, nos reflejamos en el espejo, y somos el observador silencioso que contempla el extraño comportamiento humano, el espacio que ocupa, su forma de comunicarse, o la relación que establece con su comunidad.

Dibuja la realidad humana en 3D, en espacios arquitectónicos sacados de un sueño, y siempre con cierta tensión porque las emociones impregnan las figuras como rociadas con spray. Nos habla de soledad en medio de la multitud, de dolor, de risas, de desigualdades… Sus representaciones son tremendamente reales, y adoptan cambios de tamaños junto a los muebles, escaleras, pasamanos y balcones.

Sus personajes son enanos, orientales, muñecos de ventrílocuos, niños, bailarinas… hasta que descubres que tú mismo formas parte de la acción. Particularmente me gustan sus “escenas de conversación”, que son grupos de figuras que conversan, incluso sentados en la pared, y que te implican en la reunión cuando menos lo esperas. Creo que debe ser casi imposible visitar sus exposiciones y no acabar hablando con alguna figura.

Aquí finaliza un homenaje del tamaño de una semilla, pero que surge del corazón y la admiración. Gracias por tu espejo, amigo, que como dijo George Bernard Shaw “Los espejos se emplean para verse la cara; el arte para verse el alma”. De haberte conocido me hubiese encantado crear contigo chinos de plastilina, porque tú también sabías que el mundo en muchas ocasiones es un patio de recreo.


Fuentes: Wikipedia, RTVE.es, Museo Reina Sofía, El País, ABC, Fundación Juan Muñoz.
Foto: EsulturaYArte.com

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