domingo, 9 de febrero de 2014

LA ENCICLOPEDIA DE PLINIO EL VIEJO


CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
27/01/2014
Por Eva Martínez Cabañas






De acuerdo, el merito de la primera enciclopedia se lo atribuimos muy merecidamente a los ilustrados Diderot y D’Alambert, pero es que el trabajo de nuestro protagonista de hoy tuvo gran importancia en su época; fue llevado a cabo diecisiete siglos antes y además incluía desatinos muy divertidos. La mezcla bien merece una misa… digo unas líneas…

Caius Plinius Secundus nació en Como, Italia, sobre el año 23 y falleció por curioso en el 79. Fue escritor, naturalista, científico y militar, y gozó de gran reputación en su época. Todos lo conocían como Plinio el Viejo.

Escribió lo que tituló Historia Natural, un auténtico compendio de todo el saber de la antigüedad que cuenta con más de veinte mil entradas; y que fue una importante recopilación del conocimiento universal hasta finales de la Edad Media. En esta enciclopedia encontramos geografía, medicina, cosmología, mineralogía, fisiología animal y vegetal, historia del arte… Todo lo que necesitaba saberse del mundo.

Plinio estudió leyes en Roma y marchó a Levas, Germania, para cumplir con su formación militar. Allí llegó a ser comandante de caballería. A su regreso a Roma estudió letras y desempeñó varios cargos oficiales al servicio del emperador César Vespasiano Augusto.

Fue autor de tratados de caballería, historia romana y crónicas históricas, pero hoy nada nos queda de estos ellos. Pero sí conservamos su Historia Natural. Está dedicada al emperador Tito, hijo de Vespasiano, y está escrita con abundante vocabulario y un estilo claro.

Mucho de lo que conocemos de él se lo debemos a las cartas de su sobrino, Plinio el Joven. Una de sus cartas, dirigida a Bebbio Macro (Epístolas, III, 5), nos da a conocer cómo era su tío. “En verano y en invierno, entre la medianoche y las tres, ya estaba levantado, y salvo breves interrupciones dedicadas metódicamente al descanso, su actividad continuaba incansablemente hasta la noche; también durante la comida, o cuando viajaba, tenía junto a sí a un lector, para evitar la menor pérdida de tiempo. Y nunca renunciaba a tomar apuntes: solía decir, en efecto, que no había libro tan malo que no contuviera algo útil y digno de ser aprendido”.

Historia Natural fue publicada por su sobrino en el año 79. Añadió a la obra un catálogo de fuentes y un sumario general de su contenido. La enciclopedia está plagada de datos científicos y también de curiosidades.

Plinio el Viejo no buscaba causas ni hechos que llevaran a la obtención de conclusiones científicas, e incluía creencias mágicas, datos ficticios, exageraciones, fábulas y afirmaciones sin fundamento. Sin embargo, su reunión metódica de datos influyó notablemente en obras posteriores, llegando a ser considerada en el siglo XIX una de las grandes obras de la antigüedad clásica.

Historia Natural está compuesta por treinta y siete libros. El primero explica el contenido de la obra y nombra a unos quinientos escritores estudiados y el nombre de sus obras. Los libros siguientes tratan de geografía, astronomía, antropología, zoología, botánica, medicina general, medicina animal, mineralogía, usos del vivir humano y artes plásticas.

Plinio el Joven la definió como "obra amplísima y erudita, y tan varia como la naturaleza".
 
Y Decía Plinio el Viejo en su enciclopedia: “Mientras los animales sienten cada uno su propia naturaleza y según ella obran y resuelven sus dificultades, el hombre, por sí solo, nada sabe si no lo aprende; por sí mismo tan solo sabe una cosa: llorar. La condición esencial de la vida humana consiste en aprender lo que debe el hombre saber y conocer: los lugares en que habita y los hombres entre los cuales vive, los aspectos y los fenómenos del cielo y la tierra y, sobre todo, el mundo vegetal y animal de donde se procura el sustento cuando está sano y los remedios y medicamentos cuando enferma”.

Así pues, entre sus páginas podemos encontrar arte de manipular metales y piedras, la arquitectura de Vitruvio, escritos sobre numerosas pinturas y esculturas de la antigüedad o juicios de otros autores. Y también un remedio para curar el dolor de oídos preparado a base de hiel de toro, jugo de puerro y leche humana. De la misma manera, podemos hallar una divertidísima y preciosa recopilación de subespecies humanas; que es a la vez tan irreal para un antropólogo como inspiradora para un contador de cuentos.

Entre esas subespecies destacamos a los arimaspios (con un único ojo en mitad de la frente), los monoscelos (que solo tienen un pie cada uno, pero son muy ágiles y saltan con una rapidez asombrosa), los astomos (que carecen de boca y viven solo del aire y oliendo aromas agradables), los pigmeos (que viven a los pies del Himalaya y están especialmente preocupados por los ataque de grullas), los cabezas de perro (que viven en la India y que en vez de hablar acostumbran a ladrar), los gimnosofistas (filósofos capaces de resistir todo el día mirando directamente al Sol sin parpadear), los andróginos (africanos de doble naturaleza que tienen conocimiento carnal unos con otros de manera intercambiable y por turnos), o los filisios (cuyo aliento es una ponzoña y veneno mortífero para todas las serpientes).

Ficción y realidad en la misma enciclopedia… No está mal.

Plinio, el Viejo era prefecto en Puerto Miseno cuando encontró la muerte a causa de la erupción del volcán Vesubio, que sepultó Pompeya y Herculano. En aquel entonces nadie en Roma sabía lo que era un volcán ni sus terribles consecuencias, por lo que Plinio el Viejo prefirió presenciar y dar testimonio del espectáculo de fuego, cenizas y humo antes que salir corriendo.

La última jornada de su tío es narrada con muchos detalles por Plinio, el Joven; en una carta dirigida a su amigo el historiador Tácito (Epístolas, VI, 16):

“A la una de la tarde, su hermana le llamó la atención sobre una gigantesca nube de forma extraña que apareció en el horizonte. Lleno de curiosidad, se disponía a subir a una embarcación ligera para estudiar el fenómeno de cerca cuando le llegaron las primeras peticiones de socorro. Hizo entonces echar al mar los cuadrirremes para poner a salvo al mayor número posible de personas, y se dispuso a dirigirse al lugar de peligro, en el fondo del golfo. Desde cubierta no cesaba de hacer observaciones sobre el importante y pavoroso fenómeno, dictando notas a su escribiente. Habiendo atravesado el golfo bajo una lluvia de cenizas y casquijos de lava, y siendo ya inaccesible la costa de Herculano y Pompeya, llegó a Stabia, a casa de su amigo Pomponiano, y descansó allí tranquilamente, después de haberse bañado y de haber cenado. Pero a la mañana siguiente, cuando también aquella pequeña ciudad fue atacada de lleno por la furia del volcán y todos trataban de ponerse a salvo en el mar, Plinio, al llegar a la playa, cayó atacado de un colapso cardíaco, abrumado por los vapores sulfúreos que contaminaban el aire”.

Y así terminaron sus días de explorador y recopilador del conocimiento.

Decía Plinio el Viejo: Ningún día sin una línea. Pues que así sea…
 

Fuentes: Wikipedia, Biografías y Vidas, Aprendemos Hoy, MCN Biografías, Historia Natural (Plinio el Viejo).

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