sábado, 26 de abril de 2014

GRAFFITIS EN POMPEYA


CIUDAD REAL DIGITAL
Barricada Cultural
21/04/2014
Por Eva Martínez Cabañas





Anda que no me han dicho veces eso de: Niña, en la pared no se pinta... o no se escribe en la mesa del colegio, o en el suelo del patio, o solo se pinta en el cuaderno, no dibujes en los libros, ni te “guarrees” los brazos con boli... Pero entonces ¿para qué narices queremos el mundo si no es para utilizarlo de lienzo o de papel? Que corran ríos de tinta, que los monstruos rujan en los muros de mi calle, y que Maripili se entere de que Pedro la ama gracias al muro del descampado. Pero sobre todo, que podamos expresar alto y claro todo lo que pensamos y sentimos.

Uno de mis graffitis preferidos en mi ciudad es el de la calle Pozo Dulce: Que hablen las paredes; y otro el de la calle Calatrava: Aquí yacen mis ganas de estudiar R.I.P. Que yo comprendo que pintar un autobús o el escaparate de una tienda está muy feo, pero tampoco me imagino una ciudad blanca y radiante donde pasear sea un acto carente de sorpresas... Ppor cierto, un saludo para los dedicados trabajadores del Servicio de Limpieza y Residuos del Ayuntamiento de Ciudad Real. En fin... os voy a contar una historia.

Había una vez una antigua ciudad romana llamada Pompeya, muy cerquita de la actual Nápoles, que quedó sepultada por el fuego y las cenizas de un temible dragón, digo volcán, el 24 de agosto del año 79. 

Pero, como el paso de los siglos se llevó la pena negra y nos dejó una ciudad embalsamada y lista para su estudio, ahora podemos hacernos una idea bastante aproximada de cómo vivían nuestros ancestros romanos, las libertades de las que disponían, su organización social y de cómo se expresaban. Las pintadas urbanas nos ofrecen mucha información sobre esto último.

Se han catalogado alrededor de 20.000 graffitis, y los hay de todo tipo. Los más numerosos son los amorosos, pero también encontraron caricaturas, citas de obras célebres, simples firmas, listados de productos y precios, comentarios mordaces, afirmaciones espontáneas, agradecimientos a los dioses, saludos, anuncios comerciales, insultos, dibujos de gladiadores con sus nombres y triunfos, y abundantes alusiones sexuales. Las pintadas eran tan numerosas que los llamados dealbatores o blanqueadores tenían como cometido borrarlas. Pero no se pude poner puertas al campo...

En la basílica de Pompeya aparecieron entre otras estas inspiradoras inscripciones: “Me admiro, pared, de que tú no hayas caído en la ruina, sustentando los tedios de tantos escritores” y “¡Salud al que ame; muerte al que no sepa amar!”.

Y otras que no lo son tanto. En la taberna de Verecundo encontramos: “Restituta, quítate la túnica y muestras tus peludas partes”. Esta pintada da un poco de miedo si te sobra imaginación...

Y como en aquel tiempo la sexualidad gozaba de más libertad que ahora, a pesar de que las relaciones entre mujeres estaban prohibidas, encontramos en el burdel de Innulus y Papilio: “Llorad, chicas. Mi pene ha renunciado a vosotras. Ahora perfora el trasero de los hombres. Adiós, maravillosa feminidad”.
En el vestíbulo de la casa de Cuspio Pansa se lee: “El oficial de finanzas del emperador Nerón dice que esta comida es veneno”. Clarito, clarito y sin libro de reclamaciones...

Y en el bar de Prima encontramos una mini historia de amor y desamor a tres bandas. Severus escribe: “Successus, un tejedor, ama a Iris la esclava del posadero, pero ella no le ama. Sin embargo él le pide que le quiera por compasión. Su rival ha escrito esto. Adiós”. El enamorado Successus contesta a continuación: “Envidioso, ¿por qué te entrometes? Ríndete a un hombre más guapo y de mejores maneras y que está siendo tratado injustamente”. A lo que Severus añade: “He hablado y escrito todo lo que hay que decir. Tú amas a Iris, pero ella no te quiere”. Lamentablemente no sabemos a quién prefería Iris; seguramente tenía que atender las mesas y no escribió nada.

Algunas pintadas trataban de remediar escatológicas situaciones. En la casa de Pascius Hermes descubrimos: “A quien defecó aquí. Ten cuidado con esta maldición. Si la ignoras, tendrás a un Júpiter enojado como enemigo”. Y en la puerta de Vesubio aparece: “Defecador, que todo te salga bien para que te puedas marchar de aquí”.

En el atrio de la casa de Pinarius encontramos una orgullosa afirmación: “Si alguien no cree en Venus debería mirar a mi novia”, y en casa de los mercaderes Vibii alguna chica escribió: “Atimetus me dejó preñada”.

En el bar de Hedone aparece: Puedes tomar una bebida aquí por solo una moneda. Por dos, un vino mejor, y por cuatro monedas uno de Falerno.

Y en una posada encontramos una confesión que a mí me parece muy ingeniosa: “Nos hemos meado en la cama; realmente / somos una calamidad. / ¿Quieres los motivos, posadero? / ¡No había ningún orinal!

O bien, “Una cacerola de cobre ha sido sustraída de esta tienda. Quien la devuelva recibirá un premio de 65 sestercios. Si alguien entrega al ladrón será recompensado”. Vamos... el Se Busca del oeste americano pero con cacerola en vez de revólver.

Por estos graffitis sabemos que la alfabetización en Roma se consideraba importante, y que el conocimiento del latín era amplio incluso en los estratos sociales más inferiores. Se han hallado unos 120 graffitis en un burdel y estaban realizados en gran parte por prostitutas. También podemos deducir que existían escribas dedicados a escribir anuncios en la pared, ya que se han encontrado mensajes con el inicio de los juegos en el circo o anuncios de tipo político. Estos últimos eran algo distintos a los de ahora por estar dotados de cierto carácter personal:

“Vesonio Primo solicita la elección de Ígneo Helio como edil, un hombre digno del ejercicio público” o “Haced a Lucio Cesernino duumviro quinquenal de Nuceria, os lo ruego: es un buen hombre”.

Y termino con esta pintada que parece resumen y argumento de todos los demás graffitis de la sepultada Pompeya: “Nosotros habitamos aquí. Que los dioses nos hagan felices”.

En general, hoy en día las cosas siguen más o menos igual en nuestras paredes, por lo que los graffitis pompeyanos nos resultan familiares. Y es que la pintura en la pared nos permite expresarnos y hacernos visibles, compartir nuestras ideas, y quejarnos públicamente. Creo que los pompeyanos habrían tenido la misma sensación con nuestras pintadas urbanas. A mí hay una que me gusta especialmente. La escribió el internauta Neorrabioso en una calle de Madrid, y dice así: “Siempre que nieva tengo cinco años”.

Niños, niñas, y adolescentes en general... que yo no digo que corráis a buscar un spray de pintura, pero tampoco que seáis los ciudadanos más ejemplares del mundo, que ya lo dice el dicho: ¡No seas bueno, sé feliz!, y el que quiera expresarse, que se busque una buena pared...
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Fuentes: Almacén de Clásicas, QuHist, Ana Vázquez Hoys e Historia Clásica.

 
 
 

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